sábado, 5 de septiembre de 2009

Envío Nº 13 REVOLUCIÓN CRISTIANA

Revolución cristiana

A la luz de la fe cristiana, la situación antes descrita y calificada como situación de dependencia o de esclavitud es una situación de pecado. Medellín dice: "al hablar de una situación de injusticia nos referimos a aquellas realidades que expresan una situación de pecado..." (Paz n 1).

En el fondo, lo que hay es una sustitución que unos hombres hacen de Dios por sí mismos en sus vidas: ellos se constituyen en el centro de todo y al pretender constituirse en el centro de todo, a su vez se vuelven esclavos del dinero, el nuevo ídolo, el nuevo Becerro de Oro, ante el cual ellos mismos se sacrifican y sacrifican a otros hombres y todos los valores. El egoísmo, en lenguaje cristiano, es pecado. El orgullo es pecado. La venganza es pecado. El odio es la muerte misma. Y es esto lo que en el fondo del ser humano y en las entrañas mismas de la sociedad espera como motor, como guía, como criterio. Esto es lo que se llama mentalidad de pecado. Estas son las estructuras mentales que hay que cambiar. Estas estructuras mentales producen necesariamente estructuras sociales. Estas estructuras sociales necesitan también ser cambiadas. Es ilógico pretender cambiar solamente las estructuras mentales dejando intactas las estructuras sociales y políticas. Todo cambio auténtico de mentalidad lleva necesariamente a la búsqueda de un cambio de estructuras. De otra manera, el cambio de mentalidad no sería auténtico y degeneraría en un simple espiritualismo alienante. Pero tampoco se puede pensar en el solo cambio de estructuras sociales y políticas, sin un cambio del hombre mismo, es decir, de sus estructuras mentales.

Para la fe cristiana, la revolución es así un cambio global del hombre en todas sus facultades y de la sociedad en todas sus estructuras. Es un cambio radical porque llega a las entrañas mismas del mal, a la raíz que genera la ambición, la opresión, la injusticia.

Así se entiende por qué Cristo es el Liberador del hombre y de su pueblo. Cristo penetra con sus criterios salvadores en el interior mismo del hombre y esos criterios repercuten inevitablemente en su comportamiento social. El hombre individuo no puede permanecer solo en su descubrimiento existencial de Cristo Liberador: busca otros para ponerlos en condición de liberarse de la misma manera. Entonces, el hombre procede comunitariamente, como fermento, con miras a la constitución orgánica de un pueblo que aprende a ponerse en marcha hacia la liberación.

En este sentido, el cristianismo auténtico no puede dejar de ser revolucionario. En efecto, si ha descubierto que él es orgulloso, que se guía por criterios de superioridad en sus relaciones con los demás hombres, si desprecia a estos hombres, si los domina, si los utiliza, si los esclaviza, si, en suma, vive en una situación de pecado, y acepta los criterios del Evangelio, querrá decir que sustituye los criterios de orgullo y de superioridad por criterios de verdad, es decir, de auténtica humildad, y entonces dejará de despreciar al prójimo, de tratarlo con injusticia, de oprimirlo, de utilizarlo para su provecho. Y si esos criterios de orgullo y superioridad le llevaron a constituir mecanismos y estructuras de dominación, inclusive leyes, su conversión le llevará a destruir esas estructuras, a transformar esas leyes, habrá entonces justicia en sentido bíblico, es decir, habrá una ubicación, la que les corresponde, para todos los hombres y para todas las cosas. Sobre todo, imperará la ley del amor que es la ley suprema del cristiano.

¿Es la hora de la revolución?

Por el territorio latinoamericano corren vientos huracanados. Equivocada o acertadamente, se habla de revolución en todos los tonos y en todos los medios sociales. Inclusive estos vientos han llegado hasta los campesinos que aún viven apartados de la civilización moderna, pero no tan apartados como para que no les llegue la información, el discurso, la incitación, a través de la radio o en ocasiones en las que viajan de un lugar a otro.

¿Es ésta la hora de la revolución para América Latina? Este es un grave interrogante. No podemos contestarlo de una manera terminante. Es preferible hacernos nuevos interrogantes. ¿Ha adquirido el pueblo latinoamericano conciencia de la situación en que vive? ¿Ha adquirido el pueblo latinoamericano conciencia de la dignidad de la persona humana? ¿Ha adquirido el pueblo latinoamericano conciencia de los planes de Dios? ¿Ha comprendido lo que es una revolución auténticamente cristiana?

He hablado de toma de conciencia. Es diferente y más difícil hablar de concientización. ¿Está suficientemente concientizado el pueblo latinoamericano?

Si el pueblo ecuatoriano llegara a estar satisfecho únicamente con los cambios de personas, con la vigilancia ejercida contra contrabandistas y contra los alteradores de precios... sería una señal evidente de que no ha adquirido conciencia profunda de su situación, y sería señal también evidente de que para el pueblo ecuatoriano no ha llegado todavía la hora de una revolución auténtica.

¿Cómo están los pueblos de los demás países latinoamericanos? No me atrevo a emitir un juicio, pero pienso que, exceptuadas ciertas situaciones, la mayoría de los pueblos se encuentran así mismo todavía lejos de una clara toma de conciencia y más lejos aún de una concientización para convertirse en actores de su propia historia.

Pero también es cierto que junto con los aires de revolución van recorriendo el territorio latinoamericano impulsos y ensayos de concientización. Este, a mi modo de ver, es un signo de los tiempos, anunciador de nuevas épocas para la vida de estos pueblos. Es necesario comprenderlo. Es necesario creer que Dios quiere la liberación de estos pueblos de las terribles opresiones e injusticias de que son víctimas. Y que esa voluntad ha empezado a hacerse efectiva desde el momento en que ha empezado también el pueblo a elevar su clamor hasta el cielo, como el pueblo israelita oprimido por los faraones de Egipto.

No faltan quienes se angustian porque piensan que la concientización es un método que lleva tiempo. Es verdad que lleva tiempo, pero siempre será mucho menor que el que llevaría la continuación de cambios parciales, incompletos, egoístas, vengativos, anticristianos. Caeríamos en lo que señala el Papa: "en nueva tiranía". En cambio, si tomamos como un deber la concientización, la organización, la personalización, la clarificación de objetivos en base a la clarificación de la situación de dependencia en que vivimos, nos pondremos en camino de que la hora de la liberación empiece.


LA REVOLUCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS. Comentario radiofónico sobre el nuevo gobierno militar, emitido en Riobamba en el programa radial "Hoy y mañana" el 24 de febrero de 1972. La respuesta no tardaría en llegar al ser reprimidos campesinos, sacerdotes y catequistas y el mismo obispo en los años siguientes. Roma envió a un Visitador Apostólico en 1973 y la dictadura reprimió duramente a los campesinos en Toctezinin, en 1974, asesinando a Lázaro Condo. (EL PROFETA DEL PUEBLO)

Envío Nº 12 SEMANA SANTA

Programa Radial “HOY Y MAÑANA”
Riobamba, abril 13 de 1979

Leonidas E. Proaño,
Obispo de Riobamba.


CARTA ABIERTA

Yo, Viernes Santo de 1979, en Riobamba, dirijo esta carta abierta a mis hermanos Martes Santo y Domingo de Pascua de este mismo año.

En primer lugar, me dirijo a mi hermano Martes, para decirle lo siguiente:

Generaciones y generaciones vienen celebrando una procesión famosa: la tradicional procesión que lleva tu nombre, de Martes Santo. Desfilan colegios, congregaciones piadosas, cofradías, comunidades religiosas, autoridades, pueblo.

En este año, se produjo un hecho significativo. Voy a relatarlo con pormenores:

En momentos en que salió a la calle la imagen del Señor del Buen Suceso y, detrás de ella, el Obispo de la Diócesis, el locutor de la radio encargada de transmitir el acontecimiento, dijo: “Por favor, que la Guardia de Honor formada por los militares rodee de inmediato la imagen del Señor del Buen Suceso, para impedir que el pueblo se le acerque”. De inmediato, soldados armados encerraron en círculo la imagen y de hecho se impidió al pueblo caminar detrás de ella, como lo había hecho siempre. Así lo exigía el “orden”.

Cinco o seis viejecitas se introdujeron calladamente y se colocaron detrás del Obispo y dentro del cordón de soldados. Uno de éstos obligaba a estas pobres mujeres a abandonar su puesto, cuando el Obispo intervino diciendo: “Déjelas, el pueblo es el que tiene derecho a este puesto”. La intervención surtió efecto. Y poco a poco otras mujeres y hombres del pueblo fueron engrosando filas.

¿Cómo ves, hermano Martes, este pequeño incidente?

ººº

Como yo me llamo Viernes Santo, quiero hacer presentes algunos de los hechos que sucedieron cuando llevaron a Cristo hasta los tribunales y luego hasta el Calvario. A la luz de estos hechos, puede ser que se entienda mejor lo que ha sucedido en este año, en el seno de tus propias horas, hermano Martes Santo:

“Entonces Pilato dejó en libertad a Barrabás; en cambio, a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que fuese crucificado.

Los soldados romanos llevaron a Jesús al Palacio del Gobernador y reunieron a toda la tropa en torno a Él. Le quitaron sus vestidos y le pusieron una capa de soldado de color rojo. Después le colocaron en la cabeza una corona que habían trenzado con espinas y en la mano derecha una caña. Doblaban la rodilla ante Jesús y se burlaban de Él, diciendo: ‘Viva el Rey de los judíos’. Le escupían en la cara y, quitándole la caña, le pegaban en la cabeza. Después que se burlaron de Él le quitaron la capa de soldado, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.” (Mateo 27, 27 a 31).

“Cuando lo llevaban, tomaron a un tal Simón de Cirene que volvía del campo, y le cargaron la Cruz de Jesús para que la llevara detrás de Él. Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él.

Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: ‘Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos… Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué harán con el seco?’.” (Lucas 23, 26 a 31).

ººº

Ahora se me ocurre decirte, querido Martes, que la procesión estuvo bien organizada, con mucho “orden”.

Pero también se me ocurre decirte que, como nunca antes en esta tradicional procesión aparecieron unidos, estrechamente unidos, el poder económico, el poder político, el poder de las armas, el poder de los medios de comunicación colectiva. Todos unidos para salvaguardar “el orden establecido”.

Pero “el orden establecido” no permite que el pueblo se acerque a ese Jesús Liberador de los hombres, liberador de los oprimidos, a ese Jesús que vino a proclamar la Buena Noticia a los pobres, es decir, a ese pueblo compuesto de personas sencillas, humildes, compasivas.

Así está organizada la sociedad en qué vivimos. Al pueblo que quiere seguir a Jesús no se le permite acercársele. Hay que mantenerlo a distancia. Lo contrario sería peligroso: quebrantaría el orden. Porque ese Jesús ha venido precisamente para romper el orden establecido, para devolver a los hombres el puesto que les corresponde en la verdad, en la justicia, en el amor, en la alegría.

El poder económico es el organizador de la sociedad y, en el orden que establece, pone el dinero en el lugar más alto. El poder político se hace presente para sancionar con sus leyes y con sus maniobras ese mismo orden, el del dinero. El poder de las armas está al servicio del poder económico y del poder político para impedir que el pueblo se acerque a Quien es su Liberador, su Salvador, su Única Esperanza. El poder de los medios de comunicación colectiva, atraído también por el ruido de dinero, está al servicio del poder económico, del poder político y en conexión con el poder de las armas. Miente, engaña al pueblo, diciéndole que lo que se está realizando es maravilloso. En realidad, este poder tiene también el propósito de impedir que el pueblo se acerque a Jesús demasiado. Acercarse a Jesús demasiado es mostrarle su pobreza, sus angustias, sus incertidumbres, sus inseguridades, su miseria, sus enfermedades y hacerle oír su clamor en demanda de justicia, de igualdad, de respeto a sus derechos. Y sería demasiado, porque Jesús curaría a este pueblo sacándole de su estado de postración inmerecida.

ººº

Ahora, yo, Viernes Santo de 1979, me dirijo a ti, hermano Domingo de Pascua. Los dos somos hermanos. No podemos existir el uno sin el otro. Aunque parecemos distintos, los dos estamos unidos entrañablemente por un mismo Amor: Jesús murió para darnos Vida. Yo soy testigo de su Muerte. Y tú eres testigo del Triunfo de la Vida sobre la Muerte.

“El primer día de la semana, muy temprano, fueron (las mujeres) al sepulcro con los perfumes que habían preparado.

Al llegar, vieron que la piedra que servía de puerta del sepulcro había sido quitada. Entraron y no encontraron al cuerpo del Señor Jesús, de tal manera que no sabían qué pensar.

Pero, en ese momento, vieron a su lado dos hombres con ropas brillantes. Se asustaron mucho y no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Ellos les dijeron: ‘¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: ‘El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado y resucitado al tercer día’. Ellas entonces recordaron las palabras de Jesús.” (Lucas 24, 1 a 8).

En esta hora tan oscura, tan desconcertante, en la que parece que todo fracasa, que ya no queda más que la desilusión y la desesperanza, hay mujeres y hay hombres en pequeño número que anuncian la resurrección de Cristo, que proclaman la resurrección de Cristo. Hablar de resurrección y de vida parece pura fantasía. Pero es la verdad. A Jesús no podemos buscarlo entre los muertos, sino entre los que viven, porque Él es el que vive.

En la Diócesis de Riobamba, como en tantas otras diócesis de América Latina, hay gente que busca a Jesús desde la madrugada, hay gente que anuncia que Jesús vive para ser el Liberador de los oprimidos también en esta hora, hay gente que corre hacia sus hermanos para anunciarles esta gran noticia.

Estamos en trance de una transformación profunda, de una ruptura inconcebible de estructuras opresoras. La misma fuerza que removió la gran piedra que cerraba el sepulcro que guardaba el Cuerpo de Cristo, está a punto de desquiciar todas las seguridades del “orden establecido” y de dejar en libertad a este pueblo que busca en Jesús la Liberación de todas las esclavitudes.

Domingo de Pascua, hermano querido: ¡te felicito por ser el día de la Resurrección y de la Vida, el día de la Esperanza!

Envío Nº 11 EL MÉTODO DE MONS. LEONIDAS PROAÑO II

EL MÉTODO DE MONS. LEONIDAS PROAÑO (2)

“El pecado está socialmente estructurado. El pecado está también mentalmente estructurado. Tenemos una mentalidad de pecado y tenemos unas estructuras sociales de pecado.”
Mons. Leonidas Proaño.


PLAN PASTORAL DE LA IGLESIA DE RIOBAMBA (1972)

¿En que consiste este plan? Al hablar de estrategia, he dicho ya que tenemos en cuenta el Reino de Dios como nuestra utopía. Un plan debe trazar líneas concretas. Por esto, hemos señalado las dos primeras grandes líneas expresadas en estas palabras: partimos del conocimiento de la realidad hacia la consecución de la liberación integral del hombre concreto del Chimborazo y hacia la edificación de la Iglesia como comunidad comprometida con esta liberación.

Cuando decimos que partimos del conocimiento de la realidad, en la práctica estamos iniciando nuestro proceso. No nos contentamos con conocer la realidad por simples informaciones de estudios realizados por sociólogos, por antropólogos o por otros especialistas. Nos esforzamos por meternos en ella, por sentirla en carne propia, junto con la gente. No vamos al pueblo como curiosos investigadores. Vamos al pueblo para concientizarnos mutuamente, para descubrir en su profundidad toda la realidad humana, en lo que tiene de positivo y en lo que tiene de negativo. Pretendemos descubrir la situación de pecado, no como una teoría, sino como una realidad viva. El pecado está socialmente estructurado. El pecado está también mentalmente estructurado. Tenemos una mentalidad de pecado y tenemos unas estructuras sociales de pecado.

Dije que iniciamos así un proceso de concientización mutua con el pueblo. Al mismo tiempo, iniciamos también un proceso de evangelización mutua.

El proceso de concientización y el proceso de evangelización nos llevan a buscar cómo organizarnos. Llegamos a ser conscientes, por una parte, de nuestra incapacidad de liberarnos solos y, por otra parte, de nuestra vocación comunitaria. La organización que nos corresponde es la comunidad cristiana, la concreción de la Iglesia en grupos de hombres que se comprometen a ser seguidores de Cristo, discípulos suyos.

También hemos adquirido, dentro de este proceso, la conciencia de que se producirán enfrentamientos entre ese mundo de pecado y el propósito de establecimiento del Reino. No hay posible conciliación entre estos dos mundos. De hecho, tenemos ya muchas experiencias de enfrentamientos.

Dentro de esos grandes lineamientos, el plan de acción pastoral de la Diócesis está llamado a ser abierto y dinámico. La realidad de suyo es cambiante. Debemos esperar que nuestra acción contribuya también al cambio. Esa misma realidad cambiante nos va mostrando necesidades concretas a las que hay que responder adecuadamente.

MARCO TEÓRICO DE LA IGLESIA DE RIOBAMBA (1979)

Fruto positivo de esa evaluación (febrero – marzo, 1979) y de las largas discusiones que hemos tenido e inclusive de las divergencias que surgieron es el marco teórico que orienta actualmente el plan pastoral de la Iglesia de Riobamba. Creo conveniente transcribirlo íntegramente. (Por motivo de espacio no lo publicamos totalmente)
1. Punto de Partida
Para la realización del trabajo pastoral, en la Diócesis de Riobamba, partimos del conocimiento de la realidad. El conocimiento de la realidad es el punto de partida para la planificación y, por consiguiente, para el trabajo mismo.
Para conocer la realidad del pueblo:
1. Hay que ir al pueblo mismo, en un proceso de acercamiento;
2. Hay que ir a verla, en lo posible, con los ojos del pueblo, en un clima de confianza y de diálogo;
3. Hay que acostumbrarnos, por lo mismo, a escuchar, en una actitud de aprendizaje;
4. Hay que aspirar a sentirla, en carne propia, mediante un esfuerzo de encarnación que conviene sea graduado de acuerdo a nuestras condiciones de aguante físico y psicológico;
5. Hay que reflexionar, con el pueblo, para una profundización en el conocimiento, haciéndonos preguntas sobre las causas, las circunstancias y las posibles consecuencias;
6. Hay de ampliar y globalizar, con el pueblo, el conocimiento que se va adquiriendo, por medio de reuniones de intercambio y por medio del estudio de libros y de publicaciones.
Partir de la realidad significa dar todos estos pasos, sin olvidar ninguno.
2. Punto de llegada
La planificación pastoral y el consiguiente trabajo pastoral deben tener una finalidad última. Debemos saber a dónde vamos.
Preguntémonos, entonces:
Si ya sabemos cuál debe ser nuestro punto de partida, ¿hacia dónde nos encaminamos? ¿Cuál debe ser nuestro punto de llegada? ¿Para qué nos dedicamos al conocimiento de la realidad del pueblo? ¿Cuál es la finalidad?
Como somos cristianos. la Fe nos enseña que nuestra finalidad es: EL REINO DE DIOS. Nos encaminamos hacia el Reino de Dios.
Y. ¿qué es el Reino de Dios?
ES DIOS MISMO QUE SE NOS DA, QUE SE NOS ENTREGA, EN SU HIJO, JESUCRISTO, gratuitamente, por amor.
El Reino de Dios es Reino de Gracia, porque Dios nos ama sin merecerlo nosotros: nos ama gratuitamente, porque, en fuerza de ese amor, Dios nos hace donación de Sí mismo, gratuitamente, en su Hijo, Jesucristo.
El Reino de Dios es Reino de Vida, porque Dios es la Vida, y nos envía a su Hijo Jesucristo, para que tengamos Vida y la tengamos en abundancia.
El Reino de Dios es Reino de Verdad, porque Dios es la Verdad, y nos envía a su Hijo Jesucristo, para que caminemos en la luz y no en las tinieblas.
El reino de Dios es Reino de Amor, porque Dios es amor, y nos envía a su Hijo Jesucristo, para que aprendamos a amarnos los unos a los otros, como Él nos ha amado, hasta dar la vida por sus amigos.
El Reino de Dios es Justicia, porque Dios es la Justicia, y nos envía a su Hijo Jesucristo, para que conquistemos la paz que es el fruto de la Justicia.
El Reino de Dios es Reino de Libertad, porque Dios es la Libertad, y nos ha enviado a su Hijo Jesucristo, para que la Verdad nos haga libres, y, como hijos de un Dios que es el Dios de la Libertad, seamos también libres.
El Reino de Dios es Reino de Gozo, porque Dios es la Felicidad, y nos ha enviado a su Hijo Jesucristo, para hacernos partícipes de su Felicidad, de la Felicidad Eterna.
Por lo dicho, aparece claramente que el reino de Dios es enteramente lo contrario del Reino de este mundo, pues el conocimiento de la realidad nos muestra que el Reino de este mundo está hecho de EGOISMO, de MUERTE, de MENTIRA, de ODIO, de INJUSTICIA, de GUERRA, de DOMINACIÓN, de TRISTEZA y ANGUSTIA.
3. Objetivos Generales
La Fe es, de parte de Dios, esta donación, esta entrega que Él nos hace de Sí mismo, en su Hijo Jesucristo, tal como acabamos de recordarlo.
La Fe es, de parte nuestra, la aceptación de esta donación, la aceptación de Jesucristo, con todas sus consecuencias.
La aceptación de Jesucristo nos compromete a trabajar incansablemente por la implantación de este Reino de Dios en el Mundo, lo cual trae consigo duras luchas.
Así, empiezan a perfilarse los objetivos generales del Plan Pastoral de la Diócesis d Riobamba, en dos sentidos: en relación con la Iglesia, en relación con la sociedad. Y decimos que la Fe, entendida como aceptación de Jesucristo, nos compromete:
1. A trabajar en la edificación de la Iglesia, desde los pobres y con los pobres, para que sea comunidad, pueblo de Dios, signo expresivo del Reino;
2. A aportar todo lo posible a la construcción de una Sociedad Nueva que sea anticipo del Reino de Dios en la tierra.
Jesucristo recibió de su Padre la misión de salvar al mundo.
Jesucristo cumplió su misión haciéndose pobre y con los pobres.
Jesucristo encargó a su Iglesia continuar su misión de la misma manera: "Así como me envió mi Padre, así les envío Yo a ustedes". (Juan 20,21).
Lo primero, en la intención, es la salvación del mundo. Lo primero, en la ejecución, es la edificación de la Iglesia. Esto quiere decir que nos dedicamos a la edificación de la Iglesia como signo del Reino de Dios, para poder contribuir así a la construcción de un mundo nuevo que sea también signo del Reino.
4. Objetivos Específicos
Entre el punto de partida, la realidad, y el punto de llegada, el Reino de Dios, hay un largo y duro camino. L realidad es muy cercana. El Reino de Dios se muestra muy lejano. Sin embargo, el Reino de Dios nos atrae, nos llama, nos motiva, nos comunica ánimo y entusiasmo.
Los objetivos generales se muestran un poco más cercanos, pues vivimos en el seno de la Iglesia y vivimos en el mundo. Pero nos preguntamos todavía: ¿Qué es construir la Iglesia? ¿Qué es contribuir a la construcción de un mundo nuevo, de una sociedad nueva?
Estas preguntas reclaman respuestas más concretas. En busca de estas respuestas, dirigimos la mirada, tanto a la finalidad y a los objetivos generales, como a la realidad desde donde iniciamos el camino.
Si prestamos atención a lo que sucede, en estas últimas décadas, descubrimos en la marcha de la Iglesia, la novedad de las Comunidades Cristianas de Base, y, en la marcha de la Sociedad, la presencia activa de la organización popular.
Así, se va despejando el camino.
Edificar la Iglesia, desde y con los pobres, es, entonces, trabajar por la formación, multiplicación y consolidación de Comunidades Cristianas de Base y por otros tipos de Comunidades Cristianas.
Y contribuir a la construcción de una Sociedad nueva es hacernos activamente presentes en el seno de la organización popular, allí, en donde existe, o promoverla en donde no existe.
Estos son, en el Plan Pastoral de la Diócesis de Riobamba, los objetivos específicos, más concretos, más al alcance de la mano.

Envío Nº 10 EL MÉTODO DE MONS. LEONIDAS PROAÑO I

EL MÉTODO DE MONS. LEONIDAS PROAÑO (1)

“…desde muchos años atrás me hice un hábito
conocer la realidad y analizarla,
para llegar, a través de la reflexión,
a verdaderos compromisos de cambio.”
Mons. Leonidas Proaño

LA JOC (1937…)

“El movimiento jocista fue para mi otra valiosa experiencia de grupo. Allí aprendí a respetar el pensamiento ajeno. Aprendí, sobre todo, el proceso de su método: Ver, Juzgar, Actuar. Este método se hizo carne en mí. Ver la realidad, Verla en profundidad. Averiguar sus causas. Luego juzgarla, es decir, establecer una comparación entre lo que es y lo que debe ser, entre esa realidad y el Plan de Dios. Por último, actuar, esto es, tomar resoluciones para cambiar esa realidad de acuerdo a los planes divinos. Cuando en los últimos años se me ha calificado, calumniosamente de comunista y de marxista, pienso en esas lejanas enseñanzas del método jocista y pienso también que mis detractores no tienen razón de acusarme de esa manera, pues ignoran que desde muchos años atrás me hice un hábito conocer la realidad y analizarla, para llegar, a través de la reflexión, a verdaderos compromisos de cambio. Más tarde, el Papa Juan XXIII canonizó en cierta manera este método”.
EL EQUIPO JUAN XXIII (1960)
Esforzándome por hacer una síntesis de ese primer plan para una pastoral de conjunto, comienzo explicando que me pareció ver necesario distinguir entre principios teológicos, doctrinales, llamados a iluminar la inteligencia especulativa, y principios de orden práctico, o normas de acción, llamados a iluminar la inteligencia práctica para la realización de acciones.
Después de establecer esta distinción, señalamos, de acuerdo con los miembros del equipo "Juan XXIII", a quienes presenté mi trabajo, los siguientes principios prácticos o normas de acción pastoral:
1º. Debemos partir del conocimiento de la realidad. La realidad nos muestra aspectos positivos y aspectos negativos. Nunca es absolutamente buena ni absolutamente mala.
2º. Los aspectos negativos de la realidad nos descubren las necesidades. Estas pueden ser calificadas de diverso modo y de ordinario son muy numerosas. Hay necesidades graves. Hay necesidades importantes. Hay necesidades urgentes.
3º. Las necesidades así calificadas nos muestran los objetivos de la acción. Tenemos que trabajar para atender a esas necesidades reales. Correspondiendo a la calificación mencionada, también los objetivos, dentro de un plan de acción pastoral, tienen que ser calificados como objetivos claves, aquellos que, conquistados, pueden resolver una cantidad grande de necesidades; objetivos importantes, aquellos que sin encerrar dentro de sí múltiples necesidades, sin embargo atienden necesidades principales; objetivos de emergencia, aquellos que surgen como respuestas en la marcha a necesidades sorpresivas e impostergables.
4º. De lo dicho, aparece otro principio práctico y es la necesidad de jerarquizar necesidades y objetivos. Por no jerarquizarlos, los pastores nos dispersamos en una cantidad de actividades desordenadas y hacemos solo una pastoral de emergencia. Por esto, es que, cuando nos ponemos a reflexionar, encontramos que no sabemos por qué ni para qué estamos trabajando.
5º. Los aspectos positivos de la realidad nos revelan los recursos humanos y materiales, con los que podemos y debemos contar a fin de lograr los objetivos. Para esto. es necesario organizarlos. Organizar es distribuir responsabilidades y aprovechar bien de los recursos materiales. La responsabilidad no debe entenderse solo como una actitud de conservación o mantenimiento, sino sobre todo como acción que se encamine hacia la conquista de los objetivos. Las responsabilidades son diversas. Por lo mismo, también las acciones. Acciones diversas tienen en mira la conquista de unos mismos objetivos. Aquí aparece la pastoral de conjunto. Si el conocimiento de la realidad nos revela, por ejemplo, que el pueblo se encuentra en una terrible situación de ignorancia del verdadero Dios, del verdadero Jesucristo, el objetivo tiene que ser necesariamente la evangelización. Pero, en la conquista de este objetivo, pueden trabajar realizando diversas acciones muchas personas: unos podrán ser misioneros, otros proclamadores de la Palabra en el ritmo ordinario de la vida, otros educadores en la FE...
6º. Para que el plan de acción sea concreto, a más de prever acciones adecuadas, a más de distribuirlas entre los diversos agentes de la pastoral, es necesario colocarlo en el espacio y en el tiempo. Lo circunstancial hace lo concreto. Por lo mismo, las diversas acciones para que se realicen de verdad, deben ser ubicadas en lugares determinados en días y horas previstos. En otras palabras , juntando lo de la organización con lo de la colocación de acciones en el espacio y en el tiempo, debemos saber respondernos por anticipado a preguntas como éstas: ¿quiénes se comprometen?, ¿a qué se comprometen?, ¿cómo lo van a realizar?, ¿en dónde?, ¿cuándo?
7º. Por último, es necesario dedicar tiempo para evaluaciones periódicas del trabajo realizado. Las evaluaciones pueden comprender etapas cortas, pero tienen una importancia muy grande las evaluaciones que comprendan etapas más largas, de un año por ejemplo.
A partir de aquí nos proponíamos realizar diversas acciones que nos distribuíamos entre todos.
La experiencia nos fue descubriendo más tarde, en primer lugar, que cualquier plan de trabajo debía ser elaborado, no por una persona, aunque esta fuera el obispo, sino junto con las personas interesadas, mejor todavía junto con el pueblo. En segundo lugar descubrimos también pautas para una evaluación seria.


EL EQUIPO DE SANTA CRUZ (1969)
Uno de los puntos obscuros era el método que debíamos seguir en este tipo de reuniones. Pensábamos, y ahora vemos que teníamos razón, que debíamos abandonar el clásico método de conferencias magistrales. Pensábamos asimismo que debíamos rechazar el método de empezar sentando principios para luego tratar de aplicarlos a la realidad de la vida. Pensábamos también que ya no debíamos seguir usando el método llamado de autoridad, o sea, el de imponer una doctrina a base de citas de autores famosos. En esa época, habíamos conocido libros y artículos de Paulo Freire y algunos sacerdotes, inclusive, habían seguido cursos en Chile, con la participación del mismo Paulo Freire.
Resolvimos, pues, ensayar un método de trabajo que conjugara el método de la JOC: VER, JUZGAR, ACTUAR; el de Paulo Freire: sicosocial y dialógico; el del Evangelio; "escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica".
Antes de explicar cómo tratamos de llevar a la práctica esta conjugación en uno de diversos métodos, es necesario añadir que nos propusimos crear un ambiente comunitario para todos los momentos y actividades de los días de cada encuentro. Por consiguiente, debía haber una participación de los concurrentes en las actividades humildes de la casa, tales como el servicio en la mesa, la limpieza de la vajilla, el aseo de sus cuartos... Con el mismo propósito, preveíamos la organización de juegos, para las horas de recreación, que tuvieran un sentido comunitario y una participación comunitaria. También estaban previstos trabajos relacionados con la siembra de árboles y con la ornamentación de la casa. Le dimos una importancia muy grande, y le seguimos dando, a la celebración de la Eucaristía, siguiendo aquello del Concilio: "...ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la santísima Eucaristía, por la que debe consiguientemente, comenzarse toda educación en el espíritu de comunidad" (P.O. Nº 6)
Volviendo al método, luego de una presentación personal, empezábamos haciendo preguntas sencillas encaminadas a descubrir el grado de percepción de la realidad que habían alcanzado los participantes. Ya en este primer paso se daba una complementación enriquecedora como percepción de la realidad. Pero no nos hemos contentado con este simple ver exterior y superficial, sino que nos hemos esforzado, mediante nuevas preguntas que seguían provocando el diálogo, por alcanzar un ver más en profundidad. ¿Cuáles son las causas que han producido esta realidad concreta? ¿Cuáles son las causas que continúan manteniendo y consolidando esa misma realidad? ¿Cuáles son los aspectos negativos y cuales los positivos? ¿Cuáles serían las posibles consecuencias, en caso de mantenerse esa realidad?
Después de una primera etapa consagrada a ver en profundidad la realidad descubierta, hemos dado gran importancia a la reflexión, a la reflexión teológica. Hemos averiguado cuáles son los planes de Dios en relación con el hombre. Para esto, hemos aludido a la Biblia y a los documentos oficiales de la Iglesia, tales como los del Concilio Vaticano II, la Conferencia de Medellín, las encíclicas de los Papas. Hemos tratado de alcanzar la mayor claridad posible sobre los designios de Dios. La comparación, mediante nuevas preguntas y problematizaciones, entre la realidad descubierta, sobre todo en sus aspectos negativos y los designios de Dios, han provocado crisis, angustias, inquietudes hondas. Muchos de los participantes han perdido el sueño, en fuerza de esa crisis provocada por la reflexión entendida como comparación entre la triste realidad humana y los amorosos designios divinos. Así hemos ido descubriendo gradualmente la dimensión social del pecado. Dimensión monstruosa y aplastante. Así hemos ido descubriendo la estructuración terrible del pecado en el mundo. así hemos llegado a ver cómo, en nuestros países, en la época en que estamos viviendo, es el capitalismo la estructuración de la "situación de pecado" de que habla Medellín.
La crisis ha provocado preguntas, casi desesperadas, en los mismos participantes. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo cambiar esta situación? ¿Somos capaces de enfrentarnos con esperanza a una situación semejante? ¿Qué hemos estado haciendo nosotros? Toda esta serie de preguntas, nacidas en este caso de los mismos participantes, preparaban el ánimo para una búsqueda ansiosa de respuesta y de compromiso. Dos tendencias se fueron perfilando: una que se inclinaba más por la adopción de ideologías políticas, de métodos violentos, y otra que depositaba su confianza en la fuerza de la Palabra de Dios y en el mandamiento del amor que evita toda medida atentatoria contra la dignidad y la integridad de la persona humana. Haciendo siempre uso del diálogo, abierto y sincero, hemos ido confrontando estas dos tendencias y hemos alcanzado la definición y adopción de una línea para la Iglesia de Riobamba, línea que quiere ser de absoluta fidelidad al Evangelio, libre de compromisos con ideologías y partidos políticos, pero enteramente abierta a compromisos con el Cristo total, con la misión salvadora y liberadora del Hijo de Dios hecho hombre, misión salvadora y liberadora de esa situación monstruosa de pecado.
En los encuentros, no era posible llegar a compromisos controlables o evaluables, porque los participantes venían de diversos lugares del país y se hacía imposible el seguimiento de cada grupo o de cada persona. A este nivel, nos hemos contentado con proyecciones de trabajo, dejando a cada grupo o a cada persona la responsabilidad del cumplimiento de su compromiso. En cambio, en los encuentros realizados a nivel diocesano, poco a poco, hemos ido encontrando formas de seguimiento, como aparecerá de la relación que se hará más adelante.
Con haber sido un método que se ha inspirado, como queda dicho, en diversas fuentes, los mismos participantes empezaron a llamarlo "método de Santa Cruz".
Debo añadir, en primer lugar, que en el trabajo diocesano, nos hemos esforzado con la mayor fidelidad posible por vivir en un ritmo constante de acción y reflexión. La fidelidad a este ritmo nos ha ido abriendo más y más a los cuestionamientos que los conflictos y los hechos nos han ido presentando. Creo que, por esto, hemos llegado a adquirir, una actitud de constante disposición a comprender e interpretar acontecimientos y a dar siempre pasos hacia delante. En segundo lugar, sin olvidar otras razones que han pesado mucho en nuestra actitud, esta misma escucha a las personas, el contacto permanente con la realidad, la aceptación de cuestionamientos, nos han llevado a descubrir que la opción por los pobres es opción auténticamente evangélica. Hemos visto con claridad y hemos entendido el sentido de las palabras de San Pablo: "Cristo, siendo rico, se hizo pobre" 2Cor 8,9

Mons. Leonidas Proaño, Creo en el Hombre y en la Comunidad. Quito 2001. Págs. 135 a 138

Envío Nº 9 SOLIDARIDAD

SOLIDARIDAD

Mons. Leonidas Proaño

Mantener siempre atentos los oídos
al grito del dolor de los demás
y escuchar su pedido de socorro…
es solidaridad.

Mantener la mirada siempre alerta
y los ojos tendidos sobre el mar,
en busca de algún náufrago en peligro…
es solidaridad.

Sentir como algo propio el sufrimiento
del hermano de aquí y del de allá;
hacer propia la angustia de los pobres…
es solidaridad.

Llegar a ser la voz de los humildes,
descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado…
es solidaridad.


Dejarse transportar por un mensaje
cargado de esperanza, amor y paz,
hasta apretar la mano del hermano…
es solidaridad.

Convertirse uno mismo en mensajero
del abrazo sincero y fraternal
que unos pueblos envían a otros pueblos…
es solidaridad.

Compartir los peligros en la lucha
por vivir en justicia y libertad,
arriesgando en amor hasta la vida…
es solidaridad.

Entregar por amor hasta la vida
es la prueba mayor de la amistad:
ES VIVIR Y MORIR CON JESUCRISTO
LA SOLIDARIDAD.


Asís, diciembre 1983

Envío Nº 8 TRES IMÁGENES DE IGLESIA III

…La segunda imagen de Iglesia

También en este caso somos los hombres quienes podemos dar características muy humanas y a veces muy equivocadas a la imagen de la Iglesia. Tal vez con el mejor deseo de responder a los afanes de renovación, no acabamos de comprender el secreto de esa renovación y la hacemos consistir en toda una gama de superficialidad. Si a la imagen anterior de Iglesia hemos podido calificar de conservadora, ya hecha, inmovilista, instalada, a esta otra imagen podemos seguir calificándola de conservadora, ya hecha, inmovilista, instalada, pero tenemos que añadir los calificativos de modernizada, adecuada, a veces superficial, mundana.

Empecemos por lo peor. Creen algunos que la renovación que ha traído el Concilio Vaticano II consiste en una verdadera mundanización de la Iglesia: libertad para tomar parte en bailes y borracheras, en pasatiempos y diversiones de moralidad dudosa, en rebeldías y desconocimiento de todo concepto de autoridad. Con una imagen semejante es incalculable el daño que se hace a la Iglesia.

Dentro de esta imagen modernizada de la Iglesia, cabe una segunda categoría y es la de aquellos que ponen todo el acento en los cambios superficiales, dibujos modernos para la explicación del Catecismo, instalación de micrófonos en las Iglesias, celebración de misas a toda orquesta, utilización de nombres raros y rimbombantes para la designación de organizaciones juveniles...

Una tercera categoría podría ser la de quienes conciben la renovación como una modernización o puesta al día de los métodos de trabajo o instrumentos y material didáctico. Contar con una iglesia renovada sería entonces estar al tanto de los avances en cuanto a metodología, en cuanto a dinámica de grupos, en cuanto a utilización del llamado lenguaje total, en cuanto al uso de diapositivas, películas, discos...

Por último, creo que también se han quedado en una modernizada imagen de Iglesia quienes pretenden destacar o revalorizar hoy en la Iglesia la pobreza, el espíritu de servicio, el sentido democrático en la vivencia de lo que el Concilio llamó colegialidad, en la práctica del ecumenismo, en la apertura a los ateos y marxistas. Confieso que esto se acerca mucho a lo que parece ser el verdadero secreto de la renovación, pero se han quedado todavía afuera. La pobreza está llamada a ser evangélica. Lo mismo debemos decir del espíritu de servicio. Del sentido democrático y de la apertura a otros hombres. Pero muchas veces estos valores se quedan neutros y desde este punto de vista dejan al mundo una imagen de Iglesia puramente modernizada pero no auténticamente cristiana.

Examinemos nuestras propias actividades como agentes del área de Evangelización y Crecimiento en la Fe. No creo, de un modo general que nos corresponda la primera categoría. No defendemos la mundanización como renovación de la Iglesia. Más bien, la condenamos y nos duele que se produzca en el seno de la Iglesia. Pero, ¿no habrá el peligro de limitarnos a una modernización superficial, cuando hacemos consistir el cambio en la utilización de dibujitos modernos, en la instalación de sensibles micrófonos, en la celebración de misas a go-go? ¿No estaremos en peligro de poner toda la importancia únicamente en la renovación de metodologías de trabajo, en el aprendizaje de organización de grupos y en la utilización de los más modernos instrumentos de comunicación? ¿No hemos caído en las sutiles redes de hablar de pobreza, de servicio al prójimo, de colegialidad, de ecumenismo, de colaboración con los marxistas, omitiendo intencionadamente el nombre y la presencia misma de Cristo? ¿Irradiamos a Cristo y llevamos a El los amigos que conquistamos, o nos quedamos nosotros con la posesión de esas amistades? ¿No hemos desplazado por lo mismo, al menos de manera explícita, a Quién es la piedra fundamental de la Iglesia?

La tercera imagen de Iglesia

Ya hablé de la importancia que dio el Concilio al Pueblo de Dios en marcha, peregrinante, abierto a la aventura y el riesgo. Lo fundamental e irremplazable en esta imagen de Iglesia es la figura de Cristo. Alrededor de El, por la fe y el amor, se va construyendo la Iglesia. Esta no está hecha, está haciéndose todos los días. Por lo mismo, deja de lado todo triunfalismo; está consciente de su gran pobreza. Sabe que ha recibido la revelación de los secretos del Padre por medio de Jesucristo, pero sabe también que hay una evolución en la comprensión y aplicación de las realidades reveladas.

Está convencida de que no es una finalidad en sí misma, sino que ha sido fundada por Jesucristo para ser un signo de salvación en medio del mundo: como su fundador, ella tiene la misión de salvar al mundo.

Como no se cree ya hecha, desata permanentemente un gran dinamismo en su interior, está abierta a todos los cambios. Todos estos valores se originan directamente de Cristo y de la fe en El.

En el libro "Pastoral de conjunto y comunidades de base. Iglesia en conversión" el padre Edgar Beltrán expone acertadas ideas acerca de esta Iglesia cimentada en Cristo. "Sin apegos, dice, a posiciones ni a escuelas ni a tendencias. Siempre dispuestos a descubrir la voz del Señor. Como una Iglesia desnuda de caprichos y de terquedades. Lista a ser vestida con la Verdad del Señor cada día más actual y más visible... No le basta aceptar que los tiempos son malos, ni que la evangelización no se realiza, ni que a la liturgia acude cada vez menos gente, ni que carece de laicos constructores de un mundo. Debe oír qué le dice el Señor en todo eso, y responder con hechos, con posiciones, con opciones precisas y concretas... La tentación del calculismo es muy fuerte, es cierto. Dan ganas de demorar la opción haciendo cálculos humanos, pequeños. Pero al calculista Dios no le habla. ¡Cuántas veces la demora hace que la respuesta dada ya no valga, que el proyecto haya pasado mal resuelto, que la obra de Dios haya quedado frustrada! Para una Iglesia que acompaña al hombre, la prontitud de su respuesta a Dios es intrínseca a su fidelidad. No excluye esto la verdadera prudencia del espíritu, o mejor del Espíritu, porque es Dios quien la da. Pero sabemos bien que esta prudencia de ninguna manera es demora, ni es tardanza, ni es indecisión... No es una respuesta que se queda en el plano de lo individual y aun de lo secreto. El sí que Dios pide es el sí de su pueblo. Su compromiso es con su pueblo, y de su pueblo pide su cumplimiento, el sí de las grandes reformas ha de ser dicho y realizado por la comunidad... Hay que dejar lo que se palpa, cuando el Señor lo pide e irnos a lo desconocido que El nos mostrará. Es siempre el riesgo de la fe, el riesgo de la esperanza, el riesgo del amor. Esto es todo lo contrario del calculismo, del "segurismo"...

Conclusión

Las conclusiones serán sacadas por todos los participantes en a celebración de esta III Semana Nacional de Evangelización, Catequesis y Liturgia. Pero yo quiero concluir mi exposición diciendo:

- Que en cada una de las visiones de la Iglesia descritas hay objetivos diversos: la conservación, la modernización, la conversión. Por esto se producen serias divergencias.
- Las motivaciones son también diversas: la seguridad, la apariencia, la fidelidad. Esto es causa de división, porque hay de una parte criterios que podríamos llamar del mundo, y de otra, hay criterios del Evangelio. Y Cristo ha venido a sembrar la división en este sentido.
- Los medios que utilizamos son los mismos en uno y otro caso; pero son diversamente aprovechados de acuerdo con el objetivo y con las motivaciones.
- La intención de Cristo al fundar su Iglesia es la de que tengamos todos un mismo objetivo, unas mismas motivaciones, es decir un mismo espíritu, pero que trabajemos respetando la pluralidad de funciones. Recordemos a este respecto la doctrina de San Pablo.
- Mirando a este objetivo e identificándonos con las mismas motivaciones sacadas del Evangelio, nuestro trabajo en esta semana debe esforzarse por ubicar en el puesto que les corresponde a la Evangelización, a la Catequesis como educación de la fe y a la Liturgia, como celebración del acontecimiento salvífico.


(* Exposición realizada en Quito el 22 de noviembre de 1971 al empezar la III Semana Nacional de Evangelio, Catequesis y Liturgia.)
Publicada en el libro “EL PROFETA DEL PUEBLO” Selección de sus textos Mons. Leonidas Proaño

Envío Nº 7 TRES IMÁGENES DE IGLESIA II

Tres imágenes de Iglesia

Comparaciones

No es la primera vez que voy a utilizar las comparaciones que siguen. Pero, aun a riesgo de repetirme, las comparaciones podrán aclarar mucho el pensamiento.

En el seno de la Iglesia, hay muchísimos que de ella tienen la siguiente imagen: un edificio grandioso, hecho de piedra, destinado a desafiar los siglos y las tormentas. Sería fácil espigar entre los discursos de los más famosos oradores de los últimos siglos y podríamos comprobar la existencia de esta imagen. Puede ser que nosotros mismos hayamos aprendido de nuestros maestros y de los libros de teología o de apologética que hemos estudiado y leído, a hacernos de la Iglesia una imagen semejante. Las personas que hemos tenido oportunidad de conocer la Basílica de San Pedro en Roma podemos sentirnos tentados a utilizar este templo multisecular, maravilloso, desafiante, armonioso, inmenso, sólido, como la imagen de la Iglesia de Cristo. Pero sería una imagen inmovilista.

Siguiendo con el mismo recuerdo de la Basílica de San Pedro y añadiendo las edificaciones del Vaticano, podemos encontrar la imagen de la Iglesia que se moderniza. Efectivamente, en el interior del Vaticano se han hecho construcciones y adaptaciones para la instalación de Radio Vaticano, de oficinas de correo, de talleres de imprenta, de garajes donde se guardan muchos vehículos. Hasta se ha construido una vía férrea para el Vaticano. ¿Y no trajo la prensa la noticia de que se habían gastado diez millones de dólares en la construcción de una sala de audiencias públicas? ¿No se hicieron cuantiosos gastos para la instalación de graderías, asientos, reclinatorios, micrófonos, máquinas electrónicas, para la celebración del Concilio Vaticano II, en el interior de la Basílica de San Pedro?... Todos estos aditamentos y estas adecuaciones pueden ofrecernos un símbolo de otra imagen de la Iglesia: la imagen de la Iglesia modernizada.

El documento conciliar Lumen Gentium nos habla de las diversas imágenes de la Iglesia: grey , campo, viña, edificación de Dios, Jerusalén de arriba, esposa inmaculada del cordero, cuerpo místico de Cristo,... pero el Concilio dedicó el capítulo 2º del mencionado documento para describir a la Iglesia como el nuevo Pueblo de Dios, pueblo que tiene por cabeza a Cristo, por ley el mandamiento del amor, como misión dilatar el Reino de Dios; pueblo que, como el pueblo de Israel, peregrina a través del desierto, se hace sacramento visible de unidad salutífera, que en medio de tentaciones y tribulaciones es confortado por el poder de la gracia de Dios y, bajo la acción del Espíritu Santo, no cesa de renovarse hasta llegar a la luz que no conoce ocaso. Puesto que ha sido hecho reino y sacerdotes para el Padre, orgánicamente estructurado como comunidad alrededor de Cristo, enriquecido y fortalecido con la fuerza del Espíritu Santo, participante de la misión profética de Cristo, para dar testimonio de vida de fe y caridad, de verdad y de justicia, de autenticidad y fortaleza... Fácilmente podemos concluir que esta imagen es muy diversa de las anteriores. No son imágenes opuestas. El mismo San Pablo habla de la Iglesia como de una construcción, pero no debemos olvidar que habla también de "piedras vivas".

La primera imagen de Iglesia

La Iglesia está compuesta por hombres y llega a tomar las características que le damos los mismos hombres. No se trata, pues, aquí de las señales o características fundamentales dadas por Cristo a su Iglesia. Somos los hombres quienes, imaginándonos a la Iglesia como un edificio pétreo, le hemos dado las características de triunfalismo, de poder, de prestigio, de intocabilidad, de magnificencia, de riqueza. Para que esas características perduren, los hombres hemos construido, como los antiguos señores feudales, unos fosos defensivos, unos castillos con almenas para el mismo objeto, y hemos organizado unos ejércitos que salen a pelear contra los enemigos.

Este giro empezó a dar la Iglesia con el favoritismo del emperador Constantino. ¡Qué distintas son las imágenes de la Iglesia de las catacumbas y de los mártires, y la que se dibujó a partir de Constantino! Las subvenciones económicas, las exenciones fiscales, los privilegios de toda clase para los clérigos, la edificación de iglesias y de fastuosas basílicas, reemplazan a la pobreza, a la encarnación en medio de los hombres de todas las clases sociales, aun de las más abyectas, a la celebración del misterio eucarístico en casas familiares y en las catacumbas y a las persecuciones por el nombre de Cristo.

Un autor dice, comentando estos hechos: "El Imperio Romano se consideraba, no sin cierta ilusión, como una monarquía universal; el monoteísmo cristiano venía a prestar a esta idea una cierta interpretación natural, una legitimación teológica: Un solo Dios, un solo Logos, un solo Emperador dueño del mundo. (CONCILIUM, N.67, págs. 60 y 61).

Dentro de esta visión de Iglesia, se trabaja y se trabaja mucho. Pero el trabajo tiende más a la conservación que a la expansión: la apologética se constituye en defensora del depósito de la fe; la predicación se consagra a la proclamación de principios moralizantes, para la conservación del orden; la administración de sacramentos se multiplica para asegurar efectos casi mágicos en la vida cristiana. Cuando decimos vida cristiana, en este caso estamos hablando de prácticas religiosas. Hasta hace poco el católico modelo era el católico práctico, es decir, el hombre que comulgaba todos los primeros viernes, que asistía a misa todos los domingos, que no dejaba sin el sacramento del bautismo a sus hijos más allá de 8 días de nacidos, que era generoso para entregar unas limosnas.

Pero detengámonos de una manera particular en las actividades que nos pertenecen dentro del área de Evangelización y Crecimiento en la Fe. Si mantuviéramos la primera imagen de Iglesia, ¿sentiríamos la urgente necesidad de una re-evangelización para una re-implantación de la fe cristiana en el Ecuador y en los demás países de América Latina? Juan XXIII y Pablo VI han utilizado estas palabras: "re-evangelización" y "re-implantación". ¿Las hemos comprendido? ¿Constituye nuestra preocupación procurar que estudiantes, trabajadores, hombres y mujeres adultos de cualquier clase social realicen su primer encuentro personal con Cristo? Si no se realiza este encuentro ¿cómo podemos identificar la Iglesia de Cristo? Me atrevo a afirmar que la Catequesis, la Liturgia, las actividades llamadas apostólicas están vacías de sentido si antes no se ha realizado este encuentro y no se ha producido una fe como conversión y compromiso. ¿No es que estamos convencidos, tal vez erróneamente, pero convencidos, de que nuestro país es casi totalmente cristiano? ¿No quiere decir esto que tenemos una visión de Iglesia ya consolidada, ya hecha, inmovilista, instalada? En este caso, la Catequesis que damos ¿no tiene como finalidad la de conservar la fe de los niños y de los adolescentes hijos de familias católicas, frente a la amenaza de doctrinas erróneas facilitadas por la vigencia del laicismo? ¿No organizamos la Catequesis, formamos catequistas y dictamos clases, con la secreta intención de conservar la fe de nuestros mayores y la imagen de una Iglesia granítica? ¿No estamos orgullosos de contar con un número crecido de escuelas y colegios católicos como una demostración de nuestro poder y de la capacidad de una Iglesia todavía triunfalista? Y por lo que toca a la Liturgia, en el caso de que tengamos esta imagen monolítica de la Iglesia, ¿no es por esto que ha asombrado a muchos el cambio de orientación que ha querido dar el Concilio? ¿Por qué muchas gentes, sacerdotes, religiosas, seglares católicos han echado de menos las renovaciones en cuanto a uso de lengua vernácula, de supresión de imágenes, de simplificación de Iglesias?

(* Exposición realizada en Quito el 22 de noviembre de 1971 al empezar la III Semana Nacional de Evangelio, Catequesis y Liturgia.)

Envío Nº 6 TRES IMÁGENES DE IGLESIA

TRES IMÁGENES DE IGLESIA*

Sentido de Iglesia

Es indudable que en los últimos años se ha avivado en muchísimos cristianos el sentido de Iglesia. Poco a poco se va perdiendo el criterio de que la Iglesia estaba compuesta principalmente, si no exclusivamente, por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y religiosas. Hoy más y más cristianos seglares se sienten Iglesia.

Con mayor razón, obispos, sacerdotes y religiosos, vamos viviendo con mayor fuerza el sentido de Iglesia. Y vamos comprendiendo que la Iglesia no puede permanecer mutilada, que tiene que estar integrada por los seglares y que obispos y sacerdotes somos los servidores del pueblo de Dios reunido alrededor de Cristo.

El sentido de Iglesia puede tener diversas expresiones. La primera es la de pertenencia. Para comprenderlo bien, tengamos presente lo que sucede en una sociedad cualquiera, en pequeño: los sesenta u ochenta miembros de una cooperativa, de un sindicato o de cualquiera otra entidad se sienten miembros de su organización con esta dimensión de pertenecientes. De igual manera hay muchísimos miembros de la Iglesia que se saben pertenecer a esta Iglesia: "Nosotros somos católicos. Nosotros pertenecemos a la Iglesia". Es este un primer grado de sentido de Iglesia.

A primera vista, se comprende que es un sentido pasivo de Iglesia: no se sienten corresponsables y por lo mismo no se sienten activos.

En un grado más perfecto, sentido de Iglesia significa no solamente esta dimensión de pertenencia pasiva, sino también de corresponsabilidad y, por lo mismo, de actividad. Los cristianos que han llegado a este grado dedican toda su vida o parte de ella al cumplimiento de sus actividades requeridas por la vida misma de la Iglesia. Ya no se trata sólo de cumplir ciertos preceptos, o de recibir cientos sacramentos, o de escuchar las predicaciones. Se trata de comprender y de hacer comprender la Palabra de Dios, la vivencia de la fe como respuesta a la Palabra de Dios, el significado de los sacramentos y de la vida litúrgica, el alcance comunitario de todas estas actividades.

Todos los que nos hemos reunido aquí tenemos agudo el sentido de Iglesia, porque estamos muy contentos de haber sido llamados por Cristo a reunirnos alrededor de El y porque estamos también muy contentos de poder realizar múltiples actividades para la edificación del Reino de Dios en la tierra.

Nuestras actividades

¿Cuáles son nuestras actividades en el seno de la Iglesia?

Clasifiquemos un poco nuestras actividades. Aquí estamos sacerdotes, religiosos, religiosas y algunos seglares. Desde el punto de vista de las funciones que desempeñamos, estamos aquí obispos, párrocos, tal vez algunos asesores, educadores, catequistas, misioneros. Haciendo presente a tantos hermanos nuestros, es decir a otros obispos que no han podido venir, a tantísimos sacerdotes que dedican su vida a múltiples tareas, a miles de religiosos y religiosas entregados a misiones, a la atención en los hospitales, a la enseñanza en escuelas y colegios, a la organización y dirección de grupos los más variados, vamos a pensar en nuestras actividades.

Poco a poco nos vamos acercando así a una visión de una exuberancia de actividades realmente asombrosa. No podemos inculpar a los miembros activos de la Iglesia de ociosidad o de indolencia. Efectivamente, si lleváramos estadísticas de nuestras actividades, podríamos quedar asustados de la cantidad de misas que celebramos, de bendiciones que impartimos, de sacramentos que administramos, de oraciones que recitamos, de sermones que predicamos, de novenas y procesiones que organizamos, de peregrinos que atendemos en nuestros santuarios, de reuniones que organizamos o en las que participamos, de iglesias, casas parroquiales, fachadas, torres, caminos que construimos, de alimentos, vestidos y medicinas que repartimos, de sindicatos, cooperativas, clubes, cuadros deportivos que dirigimos, de pobres y enfermos que atendemos... Si lleváramos estadísticas de las horas anuales de clase que dictamos, del número de reuniones con los padres de familia que convocamos, del número de exalumnos y exalumnas que han salido de nuestras escuelas y colegios, de las iniciativas que hemos tomado para reunir fondos a fin de cubrir tantas necesidades, de las visitas que hemos hecho a personajes y familias de incuestionable influencia socioeconómica y política... podríamos tener un cuadro admirable y comprobatorio de nuestra actividad incansable y múltiple.

¿Pero qué sentido tienen estas actividades?

Con esta pregunta pretendo plantear el problema que se relaciona con el tema: TRES IMÁGENES DE IGLESIA. La pregunta equivale a esta otra: ¿para qué trabajamos?

Para algunos puede parecer inútil este cuestionamiento. Ya se sabe que estamos trabajando por la Iglesia, para la Iglesia, para la salvación de los hombres.

De acuerdo en que todos nosotros trabajamos por estas finalidades. Pero la pregunta quiere obligarnos a responder más concretamente: ¿qué pretendemos conseguir con nuestras actividades? ¿Queremos conservar la fe? ¿Queremos modernizar nuestros métodos de trabajo? ¿Pretendemos dar una respuesta a los problemas de los hombres?

Volvamos sobre las mismas preguntas. Si decimos que pretendemos conservar la fe, debe ser porque estamos seguros de que hay fe en nuestro pueblo, y de que nuestra misión debe caracterizarse por una labor de mantenimiento.

Si queremos modernizar nuestros métodos, quiere decir todavía que estamos convencidos de la fe de nuestro pueblo y de que sólo hace falta presentarle el mensaje de manera más atractiva, de acuerdo con los avances de la metodología moderna. Sin embargo si queremos responder a los problemas que viven los hombres del mundo de hoy, ya no podemos quedarnos tranquilos, solamente en actitud defensiva y conservadora, o en actitud de adaptación a las nuevas corrientes descubiertas por la ciencia y la técnica, sino que tenemos que aprender a interpretar los signos de los tiempos, a mostrarnos abiertos a las realidades continuamente cambiantes y a inventar por medio de la reflexión los caminos nuevos para una Iglesia siempre joven.

¿Para qué estamos trabajando? ¿Cuál es el sentido de nuestras actividades? ¿Nos hemos preguntado alguna vez a dónde vamos, cuál es nuestro objetivo? Pensamos que esta clase de preguntas debemos hacernos con frecuencia.