lunes, 28 de diciembre de 2009

Envío Nº 105: MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO, PASTOR EDUCADOR

FUNDACIÓN PUEBLO INDIO DEL ECUADOR
Constituida por Mons. Leonidas Proaño
fpie@fundacionpuebloindio.org

CELEBRAMOS el JUBILEO de
Mons. LEONIDAS PROAÑO

MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO, PASTOR EDUCADOR

Cándido Padín
Obispo de Bauru, Brasil

Son muchas las facetas a través de las cuales podría ser apreciada la personalidad de mi carísimo hermano en el episcopado, Mons. Leonidas Proaño. Mi aporte para la celebración de sus 25 años de misión episcopal quiere ser solo un modesto esbozo de su figura de Pastor-educador que aprendí a admirar en los contactos que mantuvimos. Nuestra convivencia, desde los años del Concilio Vaticano II hasta las actividades comunes que tuvimos en los Departamentos del CELAM, me permitió conocer la firmeza del carácter de pastor y la visión de una pastoral renovada, que traslucía la persona de Mons. Proaño.

Creo que el principal mérito de su experiencia pastoral consistió en la opción conscientemente asumida por una acción más lenta y prolongada de educación popular, sustituyendo los objetivos más rápidos de sacramentalización que caracterizaban, en gran parte, la acción de la Iglesia en las épocas anteriores al Vaticano II. Lentitud sólo aparente, ya que una acción educadora, conducida metódicamente, es aceleradora del proceso de integración de la convivencia humana. Este resultado fue claramente observado en el análisis de la experiencia que hicimos los participantes del famoso “Encuentro de Riobamba”, en Agosto de 1976. La represión, tan poco inteligente, ejercida por el gobierno militar ecuatoriano contra los participantes de aquella reunión pastoral, tuvo, no obstante, el mérito de poner de relieve la eficacia de aquella forma de evangelización que llegaba a lo íntimo de la conciencia del pueblo, anteriormente marginado. La forma violenta de reacción de los aparatos de seguridad mostró que se sentían molestos con la transformación de aquella masa pasiva de campesinos en comunidades conscientes, que asumían su proyecto solidario de fraternidad en nombre de Jesucristo.

El aporte de Mons. Proaño fue fecundo para toda la Iglesia. Además de la realidad vivida en Riobamba, se nos ofreció una síntesis muy elaborada de las ideas centrales de este proceso de educación popular en la obra titulada “Concientización, Evangelización, Política”, publicada en España, en 1974 y traducida en 1976 en Italia. Considero este opúsculo como la mejor revelación del Obispo-Educador, especialmente adecuado a las necesidades de nuestros pueblos latinoamericanos.

Vale la pena indicar los principales aspectos de la síntesis, realmente innovadora en materia de acción pastoral. La primera renovación es sobre el concepto básico de concientización, corrompido por el indebido uso vulgar. Es preciso distinguirlo de los conceptos “sensibilización, mentalización y toma de conciencia”. La confusión en torno a estas ideas, tomadas como equivalentes, es culpable de gran parte de los debates y divergencias sin fundamento objetivo alguno. El concepto moderno de concientización constituye un progreso adquirido y ya común en las ciencias de la educación. Frecuentemente, no obstante, se observa que muchos lo desconocen, inclusive los profesores universitarios.
Mons. Proaño muestra en su obra que lo más frecuente es contentarse con un camino que lleva a la mentalización o, a lo más, a la toma de conciencia. Se lleva a las personas al conocimiento de ciertos principios doctrinarios o, tal vez, a alguna acción que termina en resultados inmediatos y aislados. Se puede llegar, incluso, a un activismo embriagante que genera una satisfacción ilusoria por el esfuerzo realizado y por la cantidad de pequeños resultados. Todo esto, sin embargo, no transforma la realidad y no impide que vuelvan a manifestarse los mismos males que se trató de corregir.

La concientización parte de una conciencia crítica que trata de generar un proceso permanente de “reflexión – acción y acción – reflexión”. Es el dinamismo de un cuestionamiento continuo que afronta la realidad para buscar sus causas y las respuestas de acción, dirigidas a las raíces de los problemas. Lleva a los hombres a preguntarse sobre su triple relación con Dios, su Creador; con el mundo en el cual existen; y con los demás hombres, sus hermanos. La concientización exige del hombre una toma de posición frente a estos problemas, exige un compromiso permanente en orden a una acción que no se contenta con denunciar las injusticias, sino que se encamina a los cambios estructurales de la sociedad, causa de las injusticias.

La actuación de Mons. Proaño como Pastor-educador fue coherente con esta orientación. Se dedicó pacientemente a la formación de las pequeñas comunidades eclesiales de base, principalmente entre los indígenas de su Iglesia de Riobamba. Ayudó a su pueblo a asumir esta concientización liberadora, que brota del Evangelio de Jesucristo. Prefirió aceptar el camino lento y paciente de quien quiere acompañar a su pueblo para hacerlo crecer como gente responsable, en su paso de la condición de marginado a la de sujeto de su propio desarrollo.

No es de extrañar que esta acción coherente y persistente no haya encontrado comprensión por parte de muchos. El despertar de un pueblo que pasa a ser agente transformador de la sociedad opresora, no puede dejar de perturbar la tranquilidad de los que se encuentran bien instalados. Es fácil acusar de subversivos y transgresores de las leyes a quienes defienden sus derechos fundamentales de personas humanas. No se tiene el coraje de cuestionarse si estas leyes son justas y su aplicación ofrece iguales oportunidades para todos.

Felizmente, las acusaciones superficiales o interesadas en contra de Mons. Proaño chocaron de frente con el firme coraje del Pastor y de su pueblo sencillo. Hubo, sin duda, mucho sufrimiento. Son los dolores que anuncian el nacimiento de un hombre nuevo, cristiano y ciudadano, libre y liberador.

Agradezco a Dios por haber dado a la Iglesia esta figura de Obispo-educador que nos anima a tener una firme confianza en la fuerza del Evangelio, como gracia renovadora de cada cristiano y transformadora de la sociedad en una comunidad más justa y fraterna.

Bauru, Brasil, mayo de 1.979