sábado, 5 de septiembre de 2009

Envío Nº 13 REVOLUCIÓN CRISTIANA

Revolución cristiana

A la luz de la fe cristiana, la situación antes descrita y calificada como situación de dependencia o de esclavitud es una situación de pecado. Medellín dice: "al hablar de una situación de injusticia nos referimos a aquellas realidades que expresan una situación de pecado..." (Paz n 1).

En el fondo, lo que hay es una sustitución que unos hombres hacen de Dios por sí mismos en sus vidas: ellos se constituyen en el centro de todo y al pretender constituirse en el centro de todo, a su vez se vuelven esclavos del dinero, el nuevo ídolo, el nuevo Becerro de Oro, ante el cual ellos mismos se sacrifican y sacrifican a otros hombres y todos los valores. El egoísmo, en lenguaje cristiano, es pecado. El orgullo es pecado. La venganza es pecado. El odio es la muerte misma. Y es esto lo que en el fondo del ser humano y en las entrañas mismas de la sociedad espera como motor, como guía, como criterio. Esto es lo que se llama mentalidad de pecado. Estas son las estructuras mentales que hay que cambiar. Estas estructuras mentales producen necesariamente estructuras sociales. Estas estructuras sociales necesitan también ser cambiadas. Es ilógico pretender cambiar solamente las estructuras mentales dejando intactas las estructuras sociales y políticas. Todo cambio auténtico de mentalidad lleva necesariamente a la búsqueda de un cambio de estructuras. De otra manera, el cambio de mentalidad no sería auténtico y degeneraría en un simple espiritualismo alienante. Pero tampoco se puede pensar en el solo cambio de estructuras sociales y políticas, sin un cambio del hombre mismo, es decir, de sus estructuras mentales.

Para la fe cristiana, la revolución es así un cambio global del hombre en todas sus facultades y de la sociedad en todas sus estructuras. Es un cambio radical porque llega a las entrañas mismas del mal, a la raíz que genera la ambición, la opresión, la injusticia.

Así se entiende por qué Cristo es el Liberador del hombre y de su pueblo. Cristo penetra con sus criterios salvadores en el interior mismo del hombre y esos criterios repercuten inevitablemente en su comportamiento social. El hombre individuo no puede permanecer solo en su descubrimiento existencial de Cristo Liberador: busca otros para ponerlos en condición de liberarse de la misma manera. Entonces, el hombre procede comunitariamente, como fermento, con miras a la constitución orgánica de un pueblo que aprende a ponerse en marcha hacia la liberación.

En este sentido, el cristianismo auténtico no puede dejar de ser revolucionario. En efecto, si ha descubierto que él es orgulloso, que se guía por criterios de superioridad en sus relaciones con los demás hombres, si desprecia a estos hombres, si los domina, si los utiliza, si los esclaviza, si, en suma, vive en una situación de pecado, y acepta los criterios del Evangelio, querrá decir que sustituye los criterios de orgullo y de superioridad por criterios de verdad, es decir, de auténtica humildad, y entonces dejará de despreciar al prójimo, de tratarlo con injusticia, de oprimirlo, de utilizarlo para su provecho. Y si esos criterios de orgullo y superioridad le llevaron a constituir mecanismos y estructuras de dominación, inclusive leyes, su conversión le llevará a destruir esas estructuras, a transformar esas leyes, habrá entonces justicia en sentido bíblico, es decir, habrá una ubicación, la que les corresponde, para todos los hombres y para todas las cosas. Sobre todo, imperará la ley del amor que es la ley suprema del cristiano.

¿Es la hora de la revolución?

Por el territorio latinoamericano corren vientos huracanados. Equivocada o acertadamente, se habla de revolución en todos los tonos y en todos los medios sociales. Inclusive estos vientos han llegado hasta los campesinos que aún viven apartados de la civilización moderna, pero no tan apartados como para que no les llegue la información, el discurso, la incitación, a través de la radio o en ocasiones en las que viajan de un lugar a otro.

¿Es ésta la hora de la revolución para América Latina? Este es un grave interrogante. No podemos contestarlo de una manera terminante. Es preferible hacernos nuevos interrogantes. ¿Ha adquirido el pueblo latinoamericano conciencia de la situación en que vive? ¿Ha adquirido el pueblo latinoamericano conciencia de la dignidad de la persona humana? ¿Ha adquirido el pueblo latinoamericano conciencia de los planes de Dios? ¿Ha comprendido lo que es una revolución auténticamente cristiana?

He hablado de toma de conciencia. Es diferente y más difícil hablar de concientización. ¿Está suficientemente concientizado el pueblo latinoamericano?

Si el pueblo ecuatoriano llegara a estar satisfecho únicamente con los cambios de personas, con la vigilancia ejercida contra contrabandistas y contra los alteradores de precios... sería una señal evidente de que no ha adquirido conciencia profunda de su situación, y sería señal también evidente de que para el pueblo ecuatoriano no ha llegado todavía la hora de una revolución auténtica.

¿Cómo están los pueblos de los demás países latinoamericanos? No me atrevo a emitir un juicio, pero pienso que, exceptuadas ciertas situaciones, la mayoría de los pueblos se encuentran así mismo todavía lejos de una clara toma de conciencia y más lejos aún de una concientización para convertirse en actores de su propia historia.

Pero también es cierto que junto con los aires de revolución van recorriendo el territorio latinoamericano impulsos y ensayos de concientización. Este, a mi modo de ver, es un signo de los tiempos, anunciador de nuevas épocas para la vida de estos pueblos. Es necesario comprenderlo. Es necesario creer que Dios quiere la liberación de estos pueblos de las terribles opresiones e injusticias de que son víctimas. Y que esa voluntad ha empezado a hacerse efectiva desde el momento en que ha empezado también el pueblo a elevar su clamor hasta el cielo, como el pueblo israelita oprimido por los faraones de Egipto.

No faltan quienes se angustian porque piensan que la concientización es un método que lleva tiempo. Es verdad que lleva tiempo, pero siempre será mucho menor que el que llevaría la continuación de cambios parciales, incompletos, egoístas, vengativos, anticristianos. Caeríamos en lo que señala el Papa: "en nueva tiranía". En cambio, si tomamos como un deber la concientización, la organización, la personalización, la clarificación de objetivos en base a la clarificación de la situación de dependencia en que vivimos, nos pondremos en camino de que la hora de la liberación empiece.


LA REVOLUCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS. Comentario radiofónico sobre el nuevo gobierno militar, emitido en Riobamba en el programa radial "Hoy y mañana" el 24 de febrero de 1972. La respuesta no tardaría en llegar al ser reprimidos campesinos, sacerdotes y catequistas y el mismo obispo en los años siguientes. Roma envió a un Visitador Apostólico en 1973 y la dictadura reprimió duramente a los campesinos en Toctezinin, en 1974, asesinando a Lázaro Condo. (EL PROFETA DEL PUEBLO)

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