sábado, 5 de septiembre de 2009

Envío Nº 8 TRES IMÁGENES DE IGLESIA III

…La segunda imagen de Iglesia

También en este caso somos los hombres quienes podemos dar características muy humanas y a veces muy equivocadas a la imagen de la Iglesia. Tal vez con el mejor deseo de responder a los afanes de renovación, no acabamos de comprender el secreto de esa renovación y la hacemos consistir en toda una gama de superficialidad. Si a la imagen anterior de Iglesia hemos podido calificar de conservadora, ya hecha, inmovilista, instalada, a esta otra imagen podemos seguir calificándola de conservadora, ya hecha, inmovilista, instalada, pero tenemos que añadir los calificativos de modernizada, adecuada, a veces superficial, mundana.

Empecemos por lo peor. Creen algunos que la renovación que ha traído el Concilio Vaticano II consiste en una verdadera mundanización de la Iglesia: libertad para tomar parte en bailes y borracheras, en pasatiempos y diversiones de moralidad dudosa, en rebeldías y desconocimiento de todo concepto de autoridad. Con una imagen semejante es incalculable el daño que se hace a la Iglesia.

Dentro de esta imagen modernizada de la Iglesia, cabe una segunda categoría y es la de aquellos que ponen todo el acento en los cambios superficiales, dibujos modernos para la explicación del Catecismo, instalación de micrófonos en las Iglesias, celebración de misas a toda orquesta, utilización de nombres raros y rimbombantes para la designación de organizaciones juveniles...

Una tercera categoría podría ser la de quienes conciben la renovación como una modernización o puesta al día de los métodos de trabajo o instrumentos y material didáctico. Contar con una iglesia renovada sería entonces estar al tanto de los avances en cuanto a metodología, en cuanto a dinámica de grupos, en cuanto a utilización del llamado lenguaje total, en cuanto al uso de diapositivas, películas, discos...

Por último, creo que también se han quedado en una modernizada imagen de Iglesia quienes pretenden destacar o revalorizar hoy en la Iglesia la pobreza, el espíritu de servicio, el sentido democrático en la vivencia de lo que el Concilio llamó colegialidad, en la práctica del ecumenismo, en la apertura a los ateos y marxistas. Confieso que esto se acerca mucho a lo que parece ser el verdadero secreto de la renovación, pero se han quedado todavía afuera. La pobreza está llamada a ser evangélica. Lo mismo debemos decir del espíritu de servicio. Del sentido democrático y de la apertura a otros hombres. Pero muchas veces estos valores se quedan neutros y desde este punto de vista dejan al mundo una imagen de Iglesia puramente modernizada pero no auténticamente cristiana.

Examinemos nuestras propias actividades como agentes del área de Evangelización y Crecimiento en la Fe. No creo, de un modo general que nos corresponda la primera categoría. No defendemos la mundanización como renovación de la Iglesia. Más bien, la condenamos y nos duele que se produzca en el seno de la Iglesia. Pero, ¿no habrá el peligro de limitarnos a una modernización superficial, cuando hacemos consistir el cambio en la utilización de dibujitos modernos, en la instalación de sensibles micrófonos, en la celebración de misas a go-go? ¿No estaremos en peligro de poner toda la importancia únicamente en la renovación de metodologías de trabajo, en el aprendizaje de organización de grupos y en la utilización de los más modernos instrumentos de comunicación? ¿No hemos caído en las sutiles redes de hablar de pobreza, de servicio al prójimo, de colegialidad, de ecumenismo, de colaboración con los marxistas, omitiendo intencionadamente el nombre y la presencia misma de Cristo? ¿Irradiamos a Cristo y llevamos a El los amigos que conquistamos, o nos quedamos nosotros con la posesión de esas amistades? ¿No hemos desplazado por lo mismo, al menos de manera explícita, a Quién es la piedra fundamental de la Iglesia?

La tercera imagen de Iglesia

Ya hablé de la importancia que dio el Concilio al Pueblo de Dios en marcha, peregrinante, abierto a la aventura y el riesgo. Lo fundamental e irremplazable en esta imagen de Iglesia es la figura de Cristo. Alrededor de El, por la fe y el amor, se va construyendo la Iglesia. Esta no está hecha, está haciéndose todos los días. Por lo mismo, deja de lado todo triunfalismo; está consciente de su gran pobreza. Sabe que ha recibido la revelación de los secretos del Padre por medio de Jesucristo, pero sabe también que hay una evolución en la comprensión y aplicación de las realidades reveladas.

Está convencida de que no es una finalidad en sí misma, sino que ha sido fundada por Jesucristo para ser un signo de salvación en medio del mundo: como su fundador, ella tiene la misión de salvar al mundo.

Como no se cree ya hecha, desata permanentemente un gran dinamismo en su interior, está abierta a todos los cambios. Todos estos valores se originan directamente de Cristo y de la fe en El.

En el libro "Pastoral de conjunto y comunidades de base. Iglesia en conversión" el padre Edgar Beltrán expone acertadas ideas acerca de esta Iglesia cimentada en Cristo. "Sin apegos, dice, a posiciones ni a escuelas ni a tendencias. Siempre dispuestos a descubrir la voz del Señor. Como una Iglesia desnuda de caprichos y de terquedades. Lista a ser vestida con la Verdad del Señor cada día más actual y más visible... No le basta aceptar que los tiempos son malos, ni que la evangelización no se realiza, ni que a la liturgia acude cada vez menos gente, ni que carece de laicos constructores de un mundo. Debe oír qué le dice el Señor en todo eso, y responder con hechos, con posiciones, con opciones precisas y concretas... La tentación del calculismo es muy fuerte, es cierto. Dan ganas de demorar la opción haciendo cálculos humanos, pequeños. Pero al calculista Dios no le habla. ¡Cuántas veces la demora hace que la respuesta dada ya no valga, que el proyecto haya pasado mal resuelto, que la obra de Dios haya quedado frustrada! Para una Iglesia que acompaña al hombre, la prontitud de su respuesta a Dios es intrínseca a su fidelidad. No excluye esto la verdadera prudencia del espíritu, o mejor del Espíritu, porque es Dios quien la da. Pero sabemos bien que esta prudencia de ninguna manera es demora, ni es tardanza, ni es indecisión... No es una respuesta que se queda en el plano de lo individual y aun de lo secreto. El sí que Dios pide es el sí de su pueblo. Su compromiso es con su pueblo, y de su pueblo pide su cumplimiento, el sí de las grandes reformas ha de ser dicho y realizado por la comunidad... Hay que dejar lo que se palpa, cuando el Señor lo pide e irnos a lo desconocido que El nos mostrará. Es siempre el riesgo de la fe, el riesgo de la esperanza, el riesgo del amor. Esto es todo lo contrario del calculismo, del "segurismo"...

Conclusión

Las conclusiones serán sacadas por todos los participantes en a celebración de esta III Semana Nacional de Evangelización, Catequesis y Liturgia. Pero yo quiero concluir mi exposición diciendo:

- Que en cada una de las visiones de la Iglesia descritas hay objetivos diversos: la conservación, la modernización, la conversión. Por esto se producen serias divergencias.
- Las motivaciones son también diversas: la seguridad, la apariencia, la fidelidad. Esto es causa de división, porque hay de una parte criterios que podríamos llamar del mundo, y de otra, hay criterios del Evangelio. Y Cristo ha venido a sembrar la división en este sentido.
- Los medios que utilizamos son los mismos en uno y otro caso; pero son diversamente aprovechados de acuerdo con el objetivo y con las motivaciones.
- La intención de Cristo al fundar su Iglesia es la de que tengamos todos un mismo objetivo, unas mismas motivaciones, es decir un mismo espíritu, pero que trabajemos respetando la pluralidad de funciones. Recordemos a este respecto la doctrina de San Pablo.
- Mirando a este objetivo e identificándonos con las mismas motivaciones sacadas del Evangelio, nuestro trabajo en esta semana debe esforzarse por ubicar en el puesto que les corresponde a la Evangelización, a la Catequesis como educación de la fe y a la Liturgia, como celebración del acontecimiento salvífico.


(* Exposición realizada en Quito el 22 de noviembre de 1971 al empezar la III Semana Nacional de Evangelio, Catequesis y Liturgia.)
Publicada en el libro “EL PROFETA DEL PUEBLO” Selección de sus textos Mons. Leonidas Proaño

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