sábado, 5 de septiembre de 2009

Envío Nº 7 TRES IMÁGENES DE IGLESIA II

Tres imágenes de Iglesia

Comparaciones

No es la primera vez que voy a utilizar las comparaciones que siguen. Pero, aun a riesgo de repetirme, las comparaciones podrán aclarar mucho el pensamiento.

En el seno de la Iglesia, hay muchísimos que de ella tienen la siguiente imagen: un edificio grandioso, hecho de piedra, destinado a desafiar los siglos y las tormentas. Sería fácil espigar entre los discursos de los más famosos oradores de los últimos siglos y podríamos comprobar la existencia de esta imagen. Puede ser que nosotros mismos hayamos aprendido de nuestros maestros y de los libros de teología o de apologética que hemos estudiado y leído, a hacernos de la Iglesia una imagen semejante. Las personas que hemos tenido oportunidad de conocer la Basílica de San Pedro en Roma podemos sentirnos tentados a utilizar este templo multisecular, maravilloso, desafiante, armonioso, inmenso, sólido, como la imagen de la Iglesia de Cristo. Pero sería una imagen inmovilista.

Siguiendo con el mismo recuerdo de la Basílica de San Pedro y añadiendo las edificaciones del Vaticano, podemos encontrar la imagen de la Iglesia que se moderniza. Efectivamente, en el interior del Vaticano se han hecho construcciones y adaptaciones para la instalación de Radio Vaticano, de oficinas de correo, de talleres de imprenta, de garajes donde se guardan muchos vehículos. Hasta se ha construido una vía férrea para el Vaticano. ¿Y no trajo la prensa la noticia de que se habían gastado diez millones de dólares en la construcción de una sala de audiencias públicas? ¿No se hicieron cuantiosos gastos para la instalación de graderías, asientos, reclinatorios, micrófonos, máquinas electrónicas, para la celebración del Concilio Vaticano II, en el interior de la Basílica de San Pedro?... Todos estos aditamentos y estas adecuaciones pueden ofrecernos un símbolo de otra imagen de la Iglesia: la imagen de la Iglesia modernizada.

El documento conciliar Lumen Gentium nos habla de las diversas imágenes de la Iglesia: grey , campo, viña, edificación de Dios, Jerusalén de arriba, esposa inmaculada del cordero, cuerpo místico de Cristo,... pero el Concilio dedicó el capítulo 2º del mencionado documento para describir a la Iglesia como el nuevo Pueblo de Dios, pueblo que tiene por cabeza a Cristo, por ley el mandamiento del amor, como misión dilatar el Reino de Dios; pueblo que, como el pueblo de Israel, peregrina a través del desierto, se hace sacramento visible de unidad salutífera, que en medio de tentaciones y tribulaciones es confortado por el poder de la gracia de Dios y, bajo la acción del Espíritu Santo, no cesa de renovarse hasta llegar a la luz que no conoce ocaso. Puesto que ha sido hecho reino y sacerdotes para el Padre, orgánicamente estructurado como comunidad alrededor de Cristo, enriquecido y fortalecido con la fuerza del Espíritu Santo, participante de la misión profética de Cristo, para dar testimonio de vida de fe y caridad, de verdad y de justicia, de autenticidad y fortaleza... Fácilmente podemos concluir que esta imagen es muy diversa de las anteriores. No son imágenes opuestas. El mismo San Pablo habla de la Iglesia como de una construcción, pero no debemos olvidar que habla también de "piedras vivas".

La primera imagen de Iglesia

La Iglesia está compuesta por hombres y llega a tomar las características que le damos los mismos hombres. No se trata, pues, aquí de las señales o características fundamentales dadas por Cristo a su Iglesia. Somos los hombres quienes, imaginándonos a la Iglesia como un edificio pétreo, le hemos dado las características de triunfalismo, de poder, de prestigio, de intocabilidad, de magnificencia, de riqueza. Para que esas características perduren, los hombres hemos construido, como los antiguos señores feudales, unos fosos defensivos, unos castillos con almenas para el mismo objeto, y hemos organizado unos ejércitos que salen a pelear contra los enemigos.

Este giro empezó a dar la Iglesia con el favoritismo del emperador Constantino. ¡Qué distintas son las imágenes de la Iglesia de las catacumbas y de los mártires, y la que se dibujó a partir de Constantino! Las subvenciones económicas, las exenciones fiscales, los privilegios de toda clase para los clérigos, la edificación de iglesias y de fastuosas basílicas, reemplazan a la pobreza, a la encarnación en medio de los hombres de todas las clases sociales, aun de las más abyectas, a la celebración del misterio eucarístico en casas familiares y en las catacumbas y a las persecuciones por el nombre de Cristo.

Un autor dice, comentando estos hechos: "El Imperio Romano se consideraba, no sin cierta ilusión, como una monarquía universal; el monoteísmo cristiano venía a prestar a esta idea una cierta interpretación natural, una legitimación teológica: Un solo Dios, un solo Logos, un solo Emperador dueño del mundo. (CONCILIUM, N.67, págs. 60 y 61).

Dentro de esta visión de Iglesia, se trabaja y se trabaja mucho. Pero el trabajo tiende más a la conservación que a la expansión: la apologética se constituye en defensora del depósito de la fe; la predicación se consagra a la proclamación de principios moralizantes, para la conservación del orden; la administración de sacramentos se multiplica para asegurar efectos casi mágicos en la vida cristiana. Cuando decimos vida cristiana, en este caso estamos hablando de prácticas religiosas. Hasta hace poco el católico modelo era el católico práctico, es decir, el hombre que comulgaba todos los primeros viernes, que asistía a misa todos los domingos, que no dejaba sin el sacramento del bautismo a sus hijos más allá de 8 días de nacidos, que era generoso para entregar unas limosnas.

Pero detengámonos de una manera particular en las actividades que nos pertenecen dentro del área de Evangelización y Crecimiento en la Fe. Si mantuviéramos la primera imagen de Iglesia, ¿sentiríamos la urgente necesidad de una re-evangelización para una re-implantación de la fe cristiana en el Ecuador y en los demás países de América Latina? Juan XXIII y Pablo VI han utilizado estas palabras: "re-evangelización" y "re-implantación". ¿Las hemos comprendido? ¿Constituye nuestra preocupación procurar que estudiantes, trabajadores, hombres y mujeres adultos de cualquier clase social realicen su primer encuentro personal con Cristo? Si no se realiza este encuentro ¿cómo podemos identificar la Iglesia de Cristo? Me atrevo a afirmar que la Catequesis, la Liturgia, las actividades llamadas apostólicas están vacías de sentido si antes no se ha realizado este encuentro y no se ha producido una fe como conversión y compromiso. ¿No es que estamos convencidos, tal vez erróneamente, pero convencidos, de que nuestro país es casi totalmente cristiano? ¿No quiere decir esto que tenemos una visión de Iglesia ya consolidada, ya hecha, inmovilista, instalada? En este caso, la Catequesis que damos ¿no tiene como finalidad la de conservar la fe de los niños y de los adolescentes hijos de familias católicas, frente a la amenaza de doctrinas erróneas facilitadas por la vigencia del laicismo? ¿No organizamos la Catequesis, formamos catequistas y dictamos clases, con la secreta intención de conservar la fe de nuestros mayores y la imagen de una Iglesia granítica? ¿No estamos orgullosos de contar con un número crecido de escuelas y colegios católicos como una demostración de nuestro poder y de la capacidad de una Iglesia todavía triunfalista? Y por lo que toca a la Liturgia, en el caso de que tengamos esta imagen monolítica de la Iglesia, ¿no es por esto que ha asombrado a muchos el cambio de orientación que ha querido dar el Concilio? ¿Por qué muchas gentes, sacerdotes, religiosas, seglares católicos han echado de menos las renovaciones en cuanto a uso de lengua vernácula, de supresión de imágenes, de simplificación de Iglesias?

(* Exposición realizada en Quito el 22 de noviembre de 1971 al empezar la III Semana Nacional de Evangelio, Catequesis y Liturgia.)

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