sábado, 5 de septiembre de 2009

Envío Nº 6 TRES IMÁGENES DE IGLESIA

TRES IMÁGENES DE IGLESIA*

Sentido de Iglesia

Es indudable que en los últimos años se ha avivado en muchísimos cristianos el sentido de Iglesia. Poco a poco se va perdiendo el criterio de que la Iglesia estaba compuesta principalmente, si no exclusivamente, por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y religiosas. Hoy más y más cristianos seglares se sienten Iglesia.

Con mayor razón, obispos, sacerdotes y religiosos, vamos viviendo con mayor fuerza el sentido de Iglesia. Y vamos comprendiendo que la Iglesia no puede permanecer mutilada, que tiene que estar integrada por los seglares y que obispos y sacerdotes somos los servidores del pueblo de Dios reunido alrededor de Cristo.

El sentido de Iglesia puede tener diversas expresiones. La primera es la de pertenencia. Para comprenderlo bien, tengamos presente lo que sucede en una sociedad cualquiera, en pequeño: los sesenta u ochenta miembros de una cooperativa, de un sindicato o de cualquiera otra entidad se sienten miembros de su organización con esta dimensión de pertenecientes. De igual manera hay muchísimos miembros de la Iglesia que se saben pertenecer a esta Iglesia: "Nosotros somos católicos. Nosotros pertenecemos a la Iglesia". Es este un primer grado de sentido de Iglesia.

A primera vista, se comprende que es un sentido pasivo de Iglesia: no se sienten corresponsables y por lo mismo no se sienten activos.

En un grado más perfecto, sentido de Iglesia significa no solamente esta dimensión de pertenencia pasiva, sino también de corresponsabilidad y, por lo mismo, de actividad. Los cristianos que han llegado a este grado dedican toda su vida o parte de ella al cumplimiento de sus actividades requeridas por la vida misma de la Iglesia. Ya no se trata sólo de cumplir ciertos preceptos, o de recibir cientos sacramentos, o de escuchar las predicaciones. Se trata de comprender y de hacer comprender la Palabra de Dios, la vivencia de la fe como respuesta a la Palabra de Dios, el significado de los sacramentos y de la vida litúrgica, el alcance comunitario de todas estas actividades.

Todos los que nos hemos reunido aquí tenemos agudo el sentido de Iglesia, porque estamos muy contentos de haber sido llamados por Cristo a reunirnos alrededor de El y porque estamos también muy contentos de poder realizar múltiples actividades para la edificación del Reino de Dios en la tierra.

Nuestras actividades

¿Cuáles son nuestras actividades en el seno de la Iglesia?

Clasifiquemos un poco nuestras actividades. Aquí estamos sacerdotes, religiosos, religiosas y algunos seglares. Desde el punto de vista de las funciones que desempeñamos, estamos aquí obispos, párrocos, tal vez algunos asesores, educadores, catequistas, misioneros. Haciendo presente a tantos hermanos nuestros, es decir a otros obispos que no han podido venir, a tantísimos sacerdotes que dedican su vida a múltiples tareas, a miles de religiosos y religiosas entregados a misiones, a la atención en los hospitales, a la enseñanza en escuelas y colegios, a la organización y dirección de grupos los más variados, vamos a pensar en nuestras actividades.

Poco a poco nos vamos acercando así a una visión de una exuberancia de actividades realmente asombrosa. No podemos inculpar a los miembros activos de la Iglesia de ociosidad o de indolencia. Efectivamente, si lleváramos estadísticas de nuestras actividades, podríamos quedar asustados de la cantidad de misas que celebramos, de bendiciones que impartimos, de sacramentos que administramos, de oraciones que recitamos, de sermones que predicamos, de novenas y procesiones que organizamos, de peregrinos que atendemos en nuestros santuarios, de reuniones que organizamos o en las que participamos, de iglesias, casas parroquiales, fachadas, torres, caminos que construimos, de alimentos, vestidos y medicinas que repartimos, de sindicatos, cooperativas, clubes, cuadros deportivos que dirigimos, de pobres y enfermos que atendemos... Si lleváramos estadísticas de las horas anuales de clase que dictamos, del número de reuniones con los padres de familia que convocamos, del número de exalumnos y exalumnas que han salido de nuestras escuelas y colegios, de las iniciativas que hemos tomado para reunir fondos a fin de cubrir tantas necesidades, de las visitas que hemos hecho a personajes y familias de incuestionable influencia socioeconómica y política... podríamos tener un cuadro admirable y comprobatorio de nuestra actividad incansable y múltiple.

¿Pero qué sentido tienen estas actividades?

Con esta pregunta pretendo plantear el problema que se relaciona con el tema: TRES IMÁGENES DE IGLESIA. La pregunta equivale a esta otra: ¿para qué trabajamos?

Para algunos puede parecer inútil este cuestionamiento. Ya se sabe que estamos trabajando por la Iglesia, para la Iglesia, para la salvación de los hombres.

De acuerdo en que todos nosotros trabajamos por estas finalidades. Pero la pregunta quiere obligarnos a responder más concretamente: ¿qué pretendemos conseguir con nuestras actividades? ¿Queremos conservar la fe? ¿Queremos modernizar nuestros métodos de trabajo? ¿Pretendemos dar una respuesta a los problemas de los hombres?

Volvamos sobre las mismas preguntas. Si decimos que pretendemos conservar la fe, debe ser porque estamos seguros de que hay fe en nuestro pueblo, y de que nuestra misión debe caracterizarse por una labor de mantenimiento.

Si queremos modernizar nuestros métodos, quiere decir todavía que estamos convencidos de la fe de nuestro pueblo y de que sólo hace falta presentarle el mensaje de manera más atractiva, de acuerdo con los avances de la metodología moderna. Sin embargo si queremos responder a los problemas que viven los hombres del mundo de hoy, ya no podemos quedarnos tranquilos, solamente en actitud defensiva y conservadora, o en actitud de adaptación a las nuevas corrientes descubiertas por la ciencia y la técnica, sino que tenemos que aprender a interpretar los signos de los tiempos, a mostrarnos abiertos a las realidades continuamente cambiantes y a inventar por medio de la reflexión los caminos nuevos para una Iglesia siempre joven.

¿Para qué estamos trabajando? ¿Cuál es el sentido de nuestras actividades? ¿Nos hemos preguntado alguna vez a dónde vamos, cuál es nuestro objetivo? Pensamos que esta clase de preguntas debemos hacernos con frecuencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario