lunes, 1 de noviembre de 2010

Envío 131: EL ECUADOR DE HOY A LA LUZ DEL PENSAMIENTO DE MONSEÑOR PROAÑO EL OBISPO DE LOS INDIOS (I Parte)

EL ECUADOR DE HOY A LA LUZ DEL PENSAMIENTO DE MONSEÑOR PROAÑO EL OBISPO DE LOS INDIO (I Parte)
François Houtart

Es un privilegio estar en este lugar donde Monseñor Proaño actuó como el “Obispo de los Indios” y poder participar en el homenaje a este pastor y profeta que he conocido y admirado.
Para abordar el tópico elegido empezaré por un breve recuerdo del método utilizado por Monseñor Proaño y después abordaré la situación del Ecuador, a la luz de su pensamiento.

- Ver, juzgar, actuar:

En un ensayo sobre el tema, él explicaba así este método: “Ver la realidad en profundidad, analizar preguntándonos las posibles consecuencias… juzgar esa realidad a la luz de lo que debe ser… asumir compromisos de cambio” (Bellini, 96). Toda su vida de educador se basó en esta metodología, herencia de la JOC (Juventud Obrera Cristiana). Su segundo eje fue la perspectiva de Paulo Freire: “la educación es interaprendizaje… compartir con el campesino, el indígena, el obrero” (ibídem). Se trata de “un proceso de concientización” (Bellini, 99). La liberación de su pueblo fue su preocupación fundamental.

- Una lectura actual:

Era muy claro para Monseñor Proaño que la situación del país que el conocía estaba caracterizada por un estado de “pecado social” (Gavilanes del Castillo, 284), es decir la explotación de los trabajadores, entre ellos los indígenas en las haciendas (Gavilanes del Castillo, 285), y la dominación imperial del gran capital, en particular norte-americano (Bellini, 96). Un proceso de liberación era necesario. Como cristiano y obispo, él definía su posición dentro de una teología de la liberación, es decir una lectura de la realidad con los ojos de la fe. Siguiendo el método del ver, juzgar, actuar, podemos abordar la situación actual del Ecuador, especialmente con los eventos del 30 de septiembre pasado.

En los últimos años, se creó en el Ecuador una situación nueva, iniciada por las resistencias populares y que desembocó en avances sociales reales y un proceso de transformación, caracterizado tanto por el mejoramiento de la vida de los más vulnerables de la sociedad, como por la afirmación de la soberanía nacional. La expresión de esta realización fue la Constitución, con orientaciones fundamentales de justicia social, de plurinacionalidad y de protección del entorno, de la madre tierra.

La Revolución ciudadana obtuvo logros importantes, lo que explica que fuerzas de la derecha, del interior como del exterior, quieren pararla; sin embargo, está solamente en su inicio. Como todo proceso social y político, éste se realiza de manera dialéctica y no lineal, es decir con avances y retrocesos, con transformaciones de situaciones socialmente inaceptables y también con la construcción de nuevas contradicciones. Se trata de un camino largo y difícil y no de un paraíso regalado. Por eso, los eventos de septiembre ofrecen la oportunidad de repensar los objetivos de la Revolución ciudadana, de revisar críticamente los métodos y de redefinir el camino a seguir.

- 1. Repensar los objetivos

Humanizar el capitalismo es una ilusión, como lo evidencia la multiplicidad de las crisis que vivimos hoy. No se trata solamente de una crisis financiera que además afecta los fundamentos de la economía: el empleo, los precios de los recursos, los intercambios comerciales, sino también de una crisis alimentaria, energética, climática. Todas tienen un origen común, el dogma del mercado capitalista con sus dos principios: la tasa de ganancia y la acumulación del capital como motores de la economía y la ignorancia de las externalidades, es decir lo que no entra en el cálculo económico, los daños ecológicos y sociales, que son pagados por la sociedad o por los individuos, pero no por el capital.

Los discursos que el presidente Rafael Correa pronunció en las Naciones Unidas y en varias universidades son claros en este sentido: construir el “socialismo del siglo XXI” significa cambiar el sistema y no solamente proponer reformas superficiales. Sin embargo, el camino es largo. Es la razón de una reflexión elaborada. Salir de la lógica del capitalismo significa mucho más que la reapropiación de los recursos naturales, aún si esto es un paso indispensable. Eso significa una reorientación de la economía en función de las necesidades locales (privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio). Exige otra actitud frente a la naturaleza, pasando de la explotación al respeto. Pide una democratización generalizada de todas las relaciones sociales y un Estado participativo. No puede realizarse sin una interculturalidad, implicando la participación de todas las culturas, saberes, religiones, en el proceso.

Ciertos objetivos de la Revolución ciudadana se aproximan a lo que Monseñor Proaño llamaba la liberación. Pero no se puede transigir sobre sus fines. Al contrario, la reflexión debe profundizarlos y las realizaciones concretas deben corresponder a sus cumplimientos. Dentro del pensamiento del obispo de los Indios, eso es una exigencia de los valores del Reino de Dios, la justicia, la igualdad entre los seres humanos, el amor. Él afirmó también que los objetivos no pueden ser “prefabricados” (Bellini, 98), porque todos los seres humanos son actores (Gavilanes del Castillo, 290). Por eso, para el, la educación liberadora era central: “construir una nación nueva con todos sus hijos” (Bellini 172), lo que nos lleva a abordar los medios.

2. Revisar críticamente los medios

Es obvio que varios pasos importantes se realizaron en el Ecuador para cumplir con tales objetivos. La Revolución ciudadana tiene una serie impresionante de logros, pero también de fallas y de contradicciones que deben ser analizadas para no perder de vista la construcción de las metas.

1. Además del diálogo directo con el pueblo no-organizado, como lo afirma Boaventura de Souza Santos, es necesario reanimar y ampliar el diálogo con el pueblo organizado, es decir las organizaciones y los movimientos sociales. En verdad ellos tienen sus debilidades y sus ambigüedades, pero existen con legitimidad y tienen un peso político, que la derecha no ignora. Por eso ésta aprovecha de las tensiones internas y de los conflictos con el sector político.

En verdad, los sindicatos tienden a ser corporativistas, es una ley social, pero sin ellos no se elabora una política social. El movimiento indígena, que ha jugado un papel histórico en los últimos años, fue políticamente ingenuo y a veces aún equivocado, pero es portador de valores fundamentales en la lucha anticapitalista y en la construcción del postcapitalismo: el “buen vivir” como definición de la meta de la economía, la madre tierra como simbiosis con la naturaleza, la cultura como factor central de la construcción social. Si varios miembros de las comunidades indígenas se dejaron influir por el neo-liberalismo y si otros adoptaron un discurso que solo mira al pasado, eso corresponde a la realidad de todos los procesos sociales, que nunca son lineales. Sin embargo, en el Ecuador, ningún futuro político liberador puede ser elaborado sin ellos, y menos todavía contra ellos.

Los movimientos ecologistas adoptan fácilmente posiciones exclusivas, porque son conscientes de la catástrofe ambiental que amenaza el planeta, pero sus aportes hoy son esenciales, ya que muchas especies vivas desaparecen, que los glaciales disminuyen rápidamente de tamaño, que el agua y los suelos son contaminados. La contribución política de este sector ha sido de gran valor, como se comprueba en el caso del Yasuní, que ha puesto al Ecuador en la cumbre de la defensa del clima. Intelectuales de izquierda desarrollan a menudo un pensamiento teórico, sin bases sociales y políticamente irresponsable, pero sus análisis son indispensables para evitar las derivas de los procesos sociales y políticos.

Después de los eventos de septiembre del año 2010, será evidentemente difícil establecer un diálogo con los grupos políticos y con la izquierda radical que se unieron de hecho a la tentativa de golpe. A lo mejor se trata de darles el tiempo de reflexionar para reconocer su equivocación política. Sin embargo, con los otros, un mecanismo de contacto es necesario. Despreciarlos o promover organismos paralelos no conduce a la dinámica social popular indispensable para lograr los objetivos.