martes, 11 de mayo de 2010

Envío 119: PACHAMAMA Y SUMAK KAWSAY Ponencia de Esperanza Martínez de Acción Ecológica - Ecuador en el Simposio Pueblos y Sumak Kawsay

PACHAMAMA Y SUMAK KAWSAY (I Parte)

Esperanza Martínez
Acción Ecológica

“Hijo, si como yo fecundo, quieres ser en la vida,
sé como yo, tierra y nada más que tierra,
sin vanas pretensiones, sin quejas, sin envidias.”
Leonidas Proaño


“Pero llegará un día
en que conquistaremos su corazón y su conciencia
y de este modo nuestra victoria será doble."
Martín Luther King

1. Concepción capitalista vs. concepciones originarias


Hubo una época en la historia de la humanidad, en que incluso en las tierras de los dominadores, la naturaleza tenía una condición distinta. Las construcciones respetaban la naturaleza, el arte se inspiraba en la naturaleza y la ciencia no era sino el grado de conocimiento que derivaba de ella.

Sin embargo progresivamente se impuso un modelo de explotación de personas y de naturaleza. La tendencia científica y cultural que llegó de Europa es la de Bacon (1561-1626) quien, considerado como uno de los padres del método experimental, escribió: “a la naturaleza se le deben arrancar sus secretos y si es preciso torturarla como se tortura a la mujer, para así dominarla y someterla”.

En las culturas indígenas, tanto agrícolas como recolectoras, la naturaleza mantiene comunicación con las sociedades humanas, cosa que no ocurre en aquellas sociedades que han roto su relación con la tierra. Los pueblos saben reconocer lo que puede o no hacerse, conocen los riesgos, reconocen los cambios. Mantienen una serie de rituales, restricciones, prohibiciones, que responden al conocimiento de los ciclos naturales de otras especies y a la comprensión de las leyes naturales. Para los colonizadores, en cambio la naturaleza fue un medio hostil que describían como zonas agrestes, llenas de peligros, que había que dominar. En las primeras los ecosistemas son respetados, intervenidos pero respetados para que perduren, en los segundos los ecosistemas son utilizados sin respeto alguno.

En las ciudades se cree que el agua viene del grifo…no se entiende que ésta existe por los procesos metabólicos de los árboles, o por el papel de los páramos. Que las nubes se forman por la respiración de las plantas. Que el clima depende de la estabilidad de los ciclos naturales. Que en los suelos sanos viven microorganismo, bacterias, hongos que ayudan a alimentarse a las plantas.

Son los pueblos originarios los que en la práctica y en el terreno han cuestionado el hecho de que se considere a la naturaleza como un objeto supeditado a las necesidades del capital.

En nombre del desarrollo y la modernidad capitalista, la cultura occidental ha tomado como base de su desarrollo el genocidio y el ecocidio, que para muchos pueblos ligados a la tierra es lo mismo.

Para los pueblos que aún mantienen este vínculo explícito y consciente con la tierra, la naturaleza representa a una madre, probablemente la más importante, pues es la madre de todo lo que crece en ella y a su vez hay una conciencia de ésta como parte de un sistema integral, como proveedora se le respeta, no es un objeto sino un sujeto que interactúa con el yo, no es alteridad absoluta ni se le ve como una oposición entre el ser que la habita y sus ideales de vida, sino como parte de ellos mismos. Para muchas cosmovisiones indígenas la madre tierra es el sujeto con el que se establecen diálogos permanentes de cuyo resultado, somos testigos, se construyen complejas construcciones culturales e identidades históricamente ecológicas; muestra de ello son los mitos creacionales o mitos fundacionales de las culturas indígenas que han sido repetidos miles de veces por cientos de generaciones a través del tiempo.

Para las culturas indígenas “no hay nada que no tenga corazón o principio de vida, es decir, todo vive”, y en una sociedad en la que todo vive las relaciones se hacen entre sujeto-sujeto y no entre sujeto-objeto.

De lo dicho se desprende una gran diferencia en cómo se aproxima a la naturaleza la sociedad capitalista y cómo lo hacen los indígenas. Para la primera se trata de fuente de riquezas y en el mejor de los casos de “medio ambiente” de las personas, para los segundos se trata de la “madre tierra” de la cual las personas son parte.

Los territorios amazónicos representan hoy el oxígeno, el agua y la supervivencia de un sin fin de seres vivos incluyendo los seres humanos y esto no es un tema local o nacional sino que tiene dimensiones globales. No podemos pensar que este problema es solamente de escala local, de las zonas conservadas dependerán también las ciudades y por extensión el conjunto del planeta.

Sólo en la medida en que, tanto las entidades históricas (pueblos indígenas) cuanto sus pensamientos sean incluidos en los espacios de decisión, en las políticas públicas y en el reconocimiento y fortalecimiento de sus propias autonomías territoriales, políticas, administrativas, culturales, etc., habremos dado los primeros pasos en la construcción de un modelo que ponga en práctica el principio de la convivencia de civilizaciones con la naturaleza.

En la actualidad, nadie puede desconocer los cambios que se han presentado por ignorar las restricciones que imponía la naturaleza y que fueron desoídas. Sólo hay diferencias en calificar la gravedad de ese deterioro.
“El capitalismo es frío, como es frío todo lo que es metálico. No le importan los hombres ni los pueblos. Le importan las ganancias. Y solamente le importan los hombres y los pueblos en la medida en que éstos le proporcionan ganancias. Para poder devorar ganancias, devora hombres y pueblos. Es frío no tiene corazón” diría Monseñor Proaño

Parafraseando a Monseñor Leónidas Proaño un indio vale más que una mina o que un pozo o, como dijo él, que una catedral.

2. Vida del planeta – planeta de vida: contaminación, modelo extractivista, cambio climático.

Las crisis ambientales ya no son especulación, ni pueden ser ignoradas. Los temas ambientales pasaron a ser parte consustancial de los sociales.

Las economías latinoamericanas, particularmente las de los países que contienen ecosistemas tropicales amazónicos están basadas en la explotación de las riquezas minerales, que existen justamente en estas regiones: minería, petróleo, madera y biodiversidad. Todos los reportes coinciden en que esa presión ha desencadenado un desastre ambiental, reduciendo la biodiversidad y poniendo en el límite de la sobrevivencia a los pueblos indígenas selváticos y generando contaminación.

Un modelo de extracción para el que la naturaleza es un objeto de propiedad en disputa, de un lado las transnacionales que ganaron con el neoliberalismo derechos territoriales a través de diversas modalidades contractuales, o propiedad de los Estados nacionales, que consideran éstas como sus fronteras para la explotación.

En la actualidad la amenaza de ampliación de la frontera petrolera se extiende hacia el resto del Yasuní, se anuncia ya la explotación del ITT y se, presenta distorsionando como siempre la información, el tema como si se tratará de los montos de petróleo o del tipo de contrato exclusivamente. Se desinforma sobre el hecho de que si son 700 millones los barriles de crudo que se extraerían, serían 10.000 millones los barriles de aguas de desecho que se descargarían al ambiente. Es decir que ahogaríamos en aguas salobres el área de mayor diversidad del mundo.

Lo mismo sucede con la minería, si tomamos en cuenta que para un anillo de oro de 6 gr. se producen 6 toneladas de desechos rocosos, se contaminan los ríos con productos tóxicos que van a perdurar en el ambiente más de 100 años.

Pero lo que sucede en la realidad, es que la minería y el petróleo continúan siendo la principal amenaza en la región.

3. Derechos a la tierra y territorio

Los temas ambientales y el derecho a la tierra y territorios han ido cobrando espacio en las agendas nacionales e internacionales.

1992 fue un año critico tanto en una perspectiva global como nacional. Se realizó la cumbre de la tierra y en ella se resaltaron dos problemas centrales: la destrucción de la biodiversidad y los cambios climáticos globales...

También fueron momentos importantes por la presencia que adquieren los pueblos indígenas: el convenio 169 de la OIT; la nueva Constitución del Brasil que reconoce a los pueblos indígenas; el levantamiento indígena en Ecuador; la marcha indígena de Bolivia (de hecho Bolivia descubrió a los pueblos indígenas -1990); en Colombia se reconocen los derechos colectivos en 1991; en Perú son años de crudas matanzas a pueblos indígenas. Sin embargo en 1990, en Ecuador, recibimos un doble golpe de realidad. El primer levantamiento indígena, nos permitió mirarnos frente a frente con nuestro país, reconocernos y, desde entonces, identificar claramente quienes habrían de liderar el movimiento social del país; la noticia de que por primera vez un censo revelaba que la población urbana era mayor, con el 55,4%, frente a la rural, que quedaba reducida a un 44,6%, refleja el proceso de abandono del campo.

Fue como reconocernos quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos en el momento límite. Sobre todo si consideramos que Ecuador es un país que por sus características ecológicas posee una gran diversidad tanto agrícola como silvestre. Es un país con abundante agua dulce, con sol 365 días al año, sin condiciones climáticas extremas, con una memoria aun presente de haber contribuido a la domesticación de muchos de los productos agrícolas más importantes (papa, cacao, yuca, incluso el maíz) es decir que tiene las mejores condiciones posibles para un país agrícola.

Sin embargo a partir de reconocer que la mayoría de gente vive en condiciones urbanas se justifican las más diversas agresiones al campo, que van del abandono hasta la destrucción de las tierras y los territorios.

Esta guerra contra el campo tiene sus explicaciones en el modelo neoliberal. De las pocas cosas cruelmente inteligentes pregonadas por el presidente de los Estados Unidos en el 2001 fue afirmar “¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura americana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional” . Implícito queda la estrategia del imperio de subordinar al resto de países arrancándoles su capacidad soberana de producir y consumir sus alimentos.

El desarrollo de la identidad urbana del país ha cultivado un desprecio casi religioso a la tierra. Hoy cuando se habla de proyectos de extracción de recursos, que tendrán impactos ambientales y sobre los pueblos, por ejemplo los amazónicos, dirigentes del gobierno se escudan en el interés nacional y por lo tanto se acude a la figura de la insensibilidad de “unas pocas familias” frente a millones de necesitados.

Nuestros gobiernos aun situándose por fuera del neoliberalismo no están dispuestos o preparados para dar el salto al Sumak Kawsay que por condición es en armonía con la naturaleza y, en lugar de frenar fronteras y recuperar territorios perdidos, se lanzan por facilidad, por debilidad o por necesidad, a nuevos territorios para explotarlos.

En Ecuador, de un área de 400.000 hectáreas en producción se pasó a 6 millones de hectáreas concesionadas. En minería de 5% a 16,7% entre 2000 y 2004, equivalente a unos 45.513 km2 (según la Dirección Nacional de Minería, Gestión de Seguimiento y Gestión Minera, Estadística de Áreas y Hectáreas, 1991 – 2004). Cabe mencionar que las solicitudes de concesiones cubrían el 69% del país en 2000 y el 84,5% en 2004. El Banco Mundial tiene un catastro minero del Ecuador cuantificado en un 20% del territorio ecuatoriano, es decir, de los 27 millones de hectáreas totales, 5 millones de hectáreas.

Perú y Brasil son los países donde más ha aumentado el número de concesiones para la exploración y explotación de hidrocarburos. En el primer país, el número total de lotes concedidos pasó de 6 en el año 2000, hasta 51 en el 2006. Mientras que en Brasil este avance pasó de 3 a 60 lotes, para el mismo periodo. En el 2008 este número subió a 170 bloques. Así, en el año 2002 el número total de lotes en Perú era 30, habiéndose multiplicado por 5, pasando a la elevada cifra de 151 lotes en el 2006. Es importante resaltar que la mayoría de los lotes que operan en la Amazonía, se encuentran en etapa de exploración: el 67% en el 2000, y el 89% en el 2006 y que si bien en Perú existe un menor número de concesiones, los lotes poseen una mayor extensión, por lo que actualmente cubren más del 70% de la parte amazónica del país. También la minería creció en ese país del 1,49% a 8,2% entre 1991 al 2006 (105.504 km2).

Las áreas de interés petrolero en Bolivia abarcan un 47,3 % de la superficie del país (520.000 km2). Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). La nueva frontera es justamente la Amazonia, allí se pretende impulsar la exploración.

En el caso de Colombia, ha habido sucesivas rondas petroleras. En el 2008 se entregaron 50 bloques de una licitación de 102 bloques y para el 2010 se anuncian 170 bloques nuevos, es decir todo el país.

Actualmente se cuenta aproximadamente con más de 44 millones de hectáreas concesionadas en la Amazonía; de las cuales un 85% se encuentran en etapa de exploración; mientras que el 15% restante se encuentra en etapa de producción.

El 80 por ciento de la biodiversidad en América Latina se encuentra en territorio de los pueblos indígenas, según estudios de la UICN.

Esta situación es similar en todo el continente. En cada uno de estos lugares se han presentado importantes procesos de resistencia que han sido reprimidos en unos casos, en otros desestimados.

Las antiguas y nuevas disputas por el territorio responden en esencia a la pregunta de a quién entregamos el control del territorio. En las nuevas figuras de concesiones, están las reservas privadas o privatizadas, en las que las decisiones sobre la tierra y sus recursos ya no son las comunidades sino empresas, ONGs, o centros de investigación.

A esto se suma que dado que poseemos los tres recursos más estratégicos para la industria: petróleo, agua y biodiversidad estamos en la mira de las transnacionales que aspiran a controlar esos recursos.

Necesitamos asumir, hacernos conscientes, de esta sistemática destrucción del campo, ya sea por destrucción deliberada, por delegación de funciones a empresas privadas o sencillamente por abandono.