martes, 6 de octubre de 2009

Envío Nº 91. CONCIENTIZACIÓN ( I Parte)

CONCIENTIZACION (I Parte)

1. Toma de conciencia.- Entre las palabras subrepticias que he mencionado está “la toma de conciencia”. Le llamo subrepticia a esta frase, porque muchos la emplean indistintamente queriendo significar la conciencientización. Sin embargo, no es lo mismo “toma de conciencia” que concientización.

En efecto, la toma de conciencia es la facultad espontánea que tiene todo hombre, por el simple hecho de ser hombre, de percibir la realidad que le rodea, de darse cuenta de la existencia de las cosas, de los hombres y de sí mismo.

La frase “toma de conciencia” tiene mucha afinidad con la sensibilización y no es, sin embargo, la pura sensibilización. La afinidad proviene de que la percepción se realiza por los sentidos y llega hasta la sensibilidad. La diferencia consiste en que la toma de conciencia lleva consigo cierta dosis de raciocinio en búsqueda de causas y consecuencias más bien inmediatas.

Desde este punto de vista, la “toma de conciencia” tiene afinidad con la mentalización. Hay una diferencia y es que la mentalización mantiene trunco el proceso, es decir, no lleva al hombre de la acción. La toma de conciencia lleva a realizar ciertas acciones sin objetivo y sin coordinación: por esta razón, la toma de conciencia puede fácilmente desembocar en activismo, muy elogiado por quienes tienen una mentalidad desarrollista.

Por lo dicho y de lo que diré en adelante se deducirá fácilmente la diferencia que hay entre toma de conciencia y concientización.

2. El hombre, un problema.- Los hombres en general vivimos envueltos en una cantidad incontable de problemas. Hay escalas y escalas de problemas. Para unos hombres, los problemas más arduos están en la vida económica. Para otros hombres, los problemas más arduos y más interesantes se encuentran en el mundo de la ciencia. Cito dos ejemplos extremos, para que se puedan situar otras escalas entre esos dos extremos. Efectivamente, hay problemas de orden social, de orden cultural, de orden político, de orden religioso... Lo que para unos hombres constituye un problema de vida o muerte, para otros hombres es apenas una dificultad ridícula.


Profundizando un poco, podemos llegar a ver al hombre algo así como un ser abandonado en medio de un inmenso desierto: con hambre, con sed, expuesto a las inclemencias del tiempo, caminando sin rumbo, porque no encuentra como orientarse: no sabe con exactitud de dónde partió ni hacia donde camina. Sus pasos se dirigen ya hacia un lado ya hacia otro. Dentro de esta imagen caben todos los problemas ya enunciados arriba y otros muchos más que no han sido enunciados. Así se comprende que cuando un hombre determinado “toma conciencia” de la realidad que le rodea y de su propia situación, cae fácilmente en una especie de desesperación y de locura. ¿No conocemos muchos hombres que se entregan a la locura del activismo? La explicación de esta forma de entrega a la locura es la falta de orientación. Para no caer en una desesperación absoluta, se busca una válvula de escape y esta es el atolondramiento por la acción incontrolada. No se ha descubierto para qué existimos ni para qué trabajamos. Se siente el vacío, se siente la soledad, se siente el tedio y entonces se busca la acción por la acción para aturdirse y olvidar esos grandes interrogantes que plantea la existencia.

“Cuanto más el hombre se conoce a sí mismo -dice Rafael Ávila-, y cuanto más reflexiona sobre su existencia, se descubre progresivamente como pregunta, como problema, como misterio. El hombre encuentra ser él una pregunta formulada, un problema planteado, una incógnita lanzada a la existencia. Podríamos afirmar que todas las preguntas y todos los problemas que el hombre se formula o plantea no son otra cosa que una formulación refleja inadecuada y una toma de conciencia parcial de la pregunta que él mismo es, del problema que él mismo es. Y diríamos también que al preguntarse y al problematizarse sobre cualquier cosa, así sea diferente de él, está en el fondo tratando de responderse a sí mismo, de solucionarse a sí mismos” (Elementos para una evangelización liberadora).

El Concilio Vaticano II, en al Constitución sobre la Iglesia en el mundo moderno, describe así esta situación del hombre - problema: “Afuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y renunciar. Más aún como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad. Son muchísimos los que, tarados en vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a conmiserarlo. Muchos piensan hallar su descanso en una interpretación de la realidad propuesta de múltiples maneras. Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro reino del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos. Y no faltan, por otra parte, quines, desesperando de poder dar a la vida un sentido exacto, alaban la insolencia de quienes piensan que la existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo. Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido de dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?” G.S.n 10

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