jueves, 24 de septiembre de 2009

Envío Nº 69: EL DESPRESTIGIO DE LA POLÍTICA (II Parte)

EL DESPRESTIGIO Y SENTIDO DE LA POLÍTICA (II Parte)
Tomado del libro
Concientización, Evangelización y Política

4. Análisis

Haciendo un breve análisis de estas realidades, podemos conocerlas con más profundidad.
Preguntémonos, por ejemplo: ¿cuál es el objetivo de una política semejante? Claramente se constata que es el interés personal, el egoísmo, más patentes en los niveles inferiores. En niveles superiores, ese egoísmo puede ocultarse detrás del biombo de un nacionalismo o de un partido político. En todo caso queda claro que el objetivo es egoísta.
Podemos preguntarnos: ¿cuáles son los medios que se utilizan? La respuesta a esta pregunta también es fácil y clara. Los medios que se utilizan son: la mentira, el engaño, el abuso, el envilecimiento de las personas por la compra de sus voluntades.
Otra pregunta: ¿cuál es la ideología que anima y dirige esos medios hacia esos objetivos? Los principios que mueven todo este mecanismo son: la ganancia, así sea indebida; la producción, así sea en perjuicio de la dignidad del hombre; la competencia desleal, así sea para traer como consecuencia el aplastamiento de la mayoría de los hombres por la fuerza de unos pocos. Se habla mucho de libertad, pero la libertad no existe en la práctica y, si existe, es un abuso a favor de los poderosos: éstos pueden hacer lo que quieren, hasta comprar conciencias, con tal de conquistar sus objetivos. La democracia es así una palabra vana. Basta reflexionar en el hecho de que las clases populares poca o ninguna participación tienen en las decisiones políticas: quienes deciden en definitiva son los que se encuentran arriba.

5. Política en sentido verdadero

Si la política ha venido tan a menos, es menester hacer todo lo posible por restaurarla. Y, para esto, es menester aclarar las ideas. Las ideas tienen una influencia innegable en las actitudes y en las acciones.
Frente al concepto de que la política es una lucha desigual por repartirse el mayor cúmulo de bienes y disfrutarlos egoístamente, hay que restaurar el verdadero sentido de la política. Por siglos se ha afirmado que el objetivo de la política es el bien común. Esto quiere decir que todos debemos trabajar por conseguir el bien que beneficie a todos. Las tareas pueden ser múltiples y variadas, pero todos tenemos la obligación de trabajar por el bien común. La conquista del poder en este caso no es la conquista de un puesto de dominación opresora, sino la conquista de un puesto de servicio, puesto de servicio que trae consigo un cúmulo de responsabilidades.
Si la política deteriorada ha echado y sigue echando mano de medios indebidos, la restauración de la verdadera política tiene que resucitar el uso de medios honestos. A la mentira hay que contraponer la verdad. Al engaño hay que contraponer la lealtad. Al abuso hay que contraponer la legalidad concebida como un respeto a los derechos de todos los hombres. Al envilecimiento de las personas por la compra de sus conciencias, hay que oponer un gran respeto a la dignidad de la persona humana. Y como muchísima gente se encuentra en una situación de inconsciencia, fruto del aplastamiento producido por el sistema, hay que contraponer a esta inconsciencia todo un trabajo de educación liberadora que lleve a los hombres a adquirir una conciencia crítica y de superación de los problemas. Es fundamental educar al pueblo. Es indispensable que esta educación no siga siendo lo que ha sido hasta ahora, una domesticación, sino una promoción del hombre en todas sus capacidades.
Si la ideología de la política depravada ha consistido en buscar la ganancia, hay que sacar a flote que lo que cuenta como valor central no es el dinero sino el hombre. Si se ha concebido la competencia como una lucha a muerte de la que resultan necesariamente vencedores y vencidos, hay que oponer el espíritu comunitario que busca en la acción mancomunada el estímulo para que sean todos los hombres quienes crezcan y se beneficien de su trabajo.
Entendiendo así la política, fácilmente se comprende que todos los hombres estamos llamados a hacer política. Los apolíticos en este sentido vendrían a ser como los zánganos en una colmena. Desde este mismo punto de vista, hay necesidad de una educación para la política. Desde el más humilde labriego hasta el más genial ministro de economía están llamados a contribuir, desde sus respectivos puestos, al bien común de todo el pueblo. Así entendida la política, no puede ser campo vedado para militares, para extranjeros o para sacerdotes.

6. Ideologías y partidos

Lo que puede pasar y pasa de hecho es que, teniendo por delante un mismo objetivo, en este caso el bien común, puede producirse sin embargo una divergencia en la aceptación de los principios que llevan al logro de dicho objetivo.
Por esta razón, nacen diversas ideologías. Por esta misma razón, nacen los partidos políticos.
Hay necesidad de una visión filosófica del hombre. Hay necesidad de una visión filosófica del mundo. Hay necesidad, en consecuencia, de una visión filosófica de la sociedad. Visiones diversas producen ideologías diversas. Ideologías diversas engendran partidos diversos y aun opuestos. Esto es inevitable y hasta necesario. Lo que hace falta es proceder con nobleza de sentimientos, con altura de miras, para que estas divergencias no conduzcan a los hombres a la destrucción y a la ruina causadas por unos en contra de otros. Aquí es en donde debe ponerse en práctica el respeto a la persona humana, el sentido de solidaridad comunitaria, la generosidad para olvidar perdonando los posibles rozamientos que se han producido en el calor de la lucha.
Desde este mismo punto de vista, comprendiendo la existencia de ideologías diversas y formadoras de partidos políticos diversos, se comprende que la política adquiera un sentido más restringido. En este punto, los hombres deben gozar de una gran libertad para poder optar por la ideología y por el partido político que su conciencia les muestre como mejores.
También debemos añadir que, en este punto, no es obligatorio que los hombres se afilien necesariamente a un partido político. Puede darse el caso y se da de hecho de que existan hombres que contribuyen al bien común sin necesidad de militar en un partido político. Las restricciones legales, a que hemos hecho referencia, en relación con el clero y con los militares, adquieren un sentido cuando esas restricciones se refieren a la prohibición de militancia en un partido político.


7. Elementos de la política

Haciendo una síntesis de todo lo dicho, podemos concluir que una tarea de restauración de la política debe llevarnos:
- al convencimiento de que todos debemos trabajar por el bien común público;
- a que los principios que constituyen la ideología y que están llamados a orientar la acción hacia la consecución del objetivo pueden ser diversos, de acuerdo a la visión que se tenga del hombre, del mundo y de la sociedad;
- a que los sujetos de participación en la política somos todos los miembros de la comunidad, en distintos niveles, por lo que mira a la consecución del bien común; pero por lo que mira a la elección de una ideología, los sujetos pueden optar libremente por una ideología o por otra, por un partido político o por otro, y aún pueden optar por actuar lejos de cualquier ideología y lejos de cualquier partido político
- a que entre los medios de realización del bien común hay que contar como uno de los principales con la captación del poder. Pero el poder debe ser concebido como un servicio que canalice las aspiraciones de todos para el bien de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario