jueves, 24 de septiembre de 2009

Envío Nº 66: VIERNES SANTO: REFLEXIONES

Programa radial HOY Y MAÑANA Riobamba, 31 marzo 1972

Mons. Leonidas E. Proaño

VIERNES SANTO: REFLEXIONES

1.- Dentro de la celebración de la Semana Santa, el día de hoy, viernes santo, es para la devoción popular el día cumbre: recordamos y conmemoramos la muerte en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

¿Cómo es este recuerdo y esta conmemoración?

¿Es algo puramente sentimental y pasajero?

¿Estamos sólo cumpliendo con unos ritos y costumbres que hemos heredado de nuestros antepasados?

¿Nos hemos preguntado alguna vez en serio qué sentido tiene la muerte de Jesús para nuestra vida personal, para la vida de nuestra familia, de nuestro pueblo, de nuestro mundo?

Después de tantos años transcurridos, ¿tiene todavía hoy qué decirnos la muerte de Cristo?

¿Qué nos dice a los riobambeños?

2.- ¿Por qué mataron a Jesús?

Cada uno de nosotros, reflexionando, podría encontrar una respuesta.

Veamos los motivos, que señala el Evangelio, de la muerte de Jesús:
Dice S. Juan en el capítulo 11, versículos 45-53, que con ocasión de la resurrección de Lázaro "creyeron en Jesús muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María y que vieron lo que Jesús hizo. Pero algunos de ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes se reunieron con la junta suprema y dijeron:

- ¿Qué vamos a hacer? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si le dejamos así, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.

Ustedes no saben nada, ni se dan cuenta de lo que es mejor para nosotros “conviene que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida. Pero Caifás no dijo esto por su propia cuenta; más bien, como era jefe de los sacerdotes ese año, dijo por inspiración de Dios que Jesús iba a morir por la nación judía; y no solamente por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos". Así que, desde ese día, las autoridades judías hicieron planes para matar a Jesús.

Este texto del Evangelio nos descubre dos clases de intenciones: por una parte, las de los fariseos y de los jefes de los sacerdotes: "este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si le dejamos así, todos van a creer en él..." consecuencia, no se le puede dejar así, hay que hacerlo desaparecer, hay que matarle.


Otras son las intenciones de Dios expresadas en estas palabras: "como Caifás era jefe de los sacerdotes ese año dijo por inspiración de Dios que Jesús...iba a morir por la nación judía; y no solamente por esa nación sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn. 11,49, 51-52).

Hermanos, aquí tenemos expresado el gran drama de la humanidad: el hombre con su maldad enfrentándose contra Dios y su bondad infinita.

El Hombre con su maldad, representado aquí por los fariseos y los jefes de los sacerdotes, orgullosos, muy pagados de su saber, de su prestigio, de su puesto relevante en el mismo pueblo judío, para no perder este puesto, cierran sus ojos a la luz y a la verdad y están dispuestos a matar a la misma Luz y a la misma Verdad: están dispuestos y matan a Cristo.

Para realizar su propósito, buscan pretextos: "vendrán las autoridades romanas y destruirán nuestro templo y nuestra nación" (Jn, 11,48)..." conviene que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida" (Jn. 11,50)

Esto les permite tranquilizar su conciencia: como se consideran los guías espirituales de su pueblo, ellos le van a asegurar la tranquilidad y la paz. Jesús representaba un peligro, era un perturbador de esta paz.

He dicho antes que la actitud de estos fariseos y sacerdotes es tipo e imagen del hombre y de su fondo de maldad o de pecado. Si somos de verdad sinceros, ¿no podríamos vernos retratados en estos fariseos, en muchas ocasiones de nuestra vida?

Cuando peligra un puesto, una cantidad de dinero, el prestigio, ¿nos preocupamos mucho del triunfo de la verdad, de la justicia, del amor y ayuda al hermano? ¿No hacemos como los fariseos: poner sombras, sembrar dudas y desconfianzas y aún aplastar al prójimo, con tal de triunfar nosotros?

Si ésta hubiese sido nuestra actitud o éste nuestro modo de proceder en alguna circunstancia de nuestra vida, hoy, Viernes Santo, conmemoración y actualización de la muerte redentora de Cristo, El mismo nos hace un llamado a la conversión: ¿en qué grupo queremos quedarnos: con los fariseos hipócritas, que anteponen sus privilegios al honor y aún a la vida de sus hermanos, o con el pequeño grupo de los discípulos que, a pesar de sus debilidades, se mantienen fieles en seguirle? ¿Somos capaces, hoy, los riobambeños de prometer esta fidelidad a Cristo?

3.- Las intenciones de Dios se revelan por estas palabras: "Caifás dijo por inspiración de Dios que Jesús iba a morir por la nación judía; y no solamente por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos”.

Lo primero en que hacen pensar estas palabras es en ¡cuán distinto es Dios de los hombres! Ante la acción criminal de los hombres que matan a su propio Hijo, Dios convierte el fruto de esta acción, la muerte de Cristo, en instrumento de vida y salvación de los mismos asesinos: Cristo muere para reunir en un solo pueblo, en una sola familia a todos los hijos, a los de la nación judía y a los de todas las demás naciones.

Ante esta acción formidable de Dios, ¿qué podemos responder los hombres? ¿Seguiremos pecando y matando a Cristo en la persona del pobre, del humillado, del aplastado por nuestro orgullo?

Hoy, viernes santo, Cristo espera de nosotros una respuesta de amor en correspondencia al amor que El nos ha manifestado...

4.- Ya dije que la devoción popular ha hecho del Viernes Santo el día cumbre de la Semana Santa. Pero reflexionemos un poco: ¿qué habría pasado si Cristo, después de haber muerto en la cruz y haber sido sepultado, se hubiese quedado ahí? ¿No habríamos dado la razón a los jefes de los sacerdotes que lo condenaron a muerte por haberse declarado Hijo de Dios? ¿Qué fuerza y qué garantía habrían tenido los apóstoles para predicar el mensaje de un condenado a muerte por las autoridades religiosas y civiles de su pueblo?

No, felizmente Jesucristo no se quedó en la muerte. Jesucristo resucitó. La muerte de Cristo fue obra de la maldad de los hombres. Su resurrección fue la respuesta y la obra de Dios. Así lo declara varias veces San Pedro en los Hechos de los Apóstoles. "Mataron ustedes al que da la vida. Pero Dios lo resucitó de la muerte, y de esto nosotros somos testigos" (Hechos 3, 15).

La cumbre de la Semana Santa no es, pues, el Viernes Santo, sino el Domingo de Resurrección, el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte. Y lo maravilloso de este misterio de muerte y resurrección de Cristo es que en El todos hemos participado de su victoria. Nos dice San Pablo: "Así como por un hombre empezó la muerte en el mundo también por un hombre empezó la resurrección de los muertos. Así como todos mueren por ser de Adán, así también todos tendrán vida por ser de Cristo" Cor. 15,21

Esta victoria de Cristo sobre la muerte ilumina con luz potente todo el misterio de su vida, de su pasión y de su misma muerte. Es la que le da sentido. La vida de Cristo sobre la tierra fue un caminar constante hacia la plenitud de la vida en Dios, pasando por el sufrimiento y por la muerte.

La resurrección de Jesucristo ilumina también y da sentido a la vida de todos los hombres, a nuestra propia vida. Cristo es el primogénito de la gran familia de Dios. En Cristo, Dios nos ha revelado la ley de la vida: un caminar hacia la plenitud de vida, pasando por el sufrimiento y por la muerte.

Pero ahora sabemos que nuestros sufrimientos y nuestra muerte tienen un sentido: NOS LLEVAN, CON CRISTO, A LA RESURRECCION, A LA VIDA ETERNA, A LA PLENITUD DEL GOZO DE LA VIDA DE DIOS MISMO.

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