sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 65: MISIÓN POPULAR Y PROCESO DE CAMBIO (II PARTE)

MISION POPULAR Y PROCESO DE CAMBIO (II Parte)

5.- Peligros del conflicto.- Para reflexionar mejor, pongamos en escena realidades muy cercanas a nosotros. El domingo pasado se clausuró la novena celebrada en la iglesia de los PP. Franciscanos con una procesión, según se me ha dicho, verdaderamente multitudinaria. El próximo domingo se empezará la predicación de otra novena, a la que acudirán también, como en años pasados, multitudes imponentes de cristianos. Esta novena se clausurará también con numerosas confesiones y comuniones y con la ya tradicional procesión de martes santo. El viernes pasado, en mi comentario, dije ya que estas novenas no cambian el ritmo conocido de la vida, que siguen las mismas injusticias, las mismas divisiones, el mismo deporte de quienes practican la calumnia.

Por su parte los grupos existentes ya en la ciudad cuestionan estas formas de expresarse del catolicismo popular. El cuestionamiento es a veces duro y trae sus consecuencias. Por esto, es necesario descubrir los peligros del conflicto.

Me parece que el peligro que se presenta de bulto es el de la radicalización en sus propias posturas: el catolicismo popular se afianza más en sus costumbres y las defiende como si fueran expresiones de fe auténtica, los pequeños grupos que buscan la renovación se afianzan también en su propia postura. ¿Hay posibilidades de entendimiento? Es evidente que si continúan radicalizándose más y más también la posibilidad de entendimiento mutuo se aleja más y más: se abre una brecha que se va ensanchando día a día.

Otro peligro que se hace presente como consecuencia de la radicalización es la casi imposibilidad de una renovación conjunta y auténtica. Es sabido que la Iglesia está llamada a ser signo de salvación para todos los hombres. La mejor expresión de este signo es la unidad en el amor: "en esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros" Jn. 13, 35.

Por último, quiero señalar otro peligro: el de caer en un nuevo farisaísmo. Este peligro amenaza a unos y a otros, cada vez que cada grupo piensa ser el poseedor exclusivo de la verdad y del recto camino.

No quiero decir con lo que antecede que debemos adoptar unos y otros una actitud complaciente y ambigua. El Evangelio tiene exigencias radicales. Por esta razón, el mismo Cristo previene a sus discípulos diciéndoles que el discípulo no ha de ser de mejor condición que el Maestro y que si al maestro le han perseguido también perseguirán a los discípulos. El problema está en buscar la máxima fidelidad a las exigencias del Evangelio. Y el camino para resolver este problema ha de consistir en hacer la verdad en la caridad, como enseña San Pablo.

Por esto tengamos presentes algunos de los principios teológicos y algunas por lo menos de las recomendaciones pastorales del documento de Medellín sobre pastoral popular.

Los principio teológicos dicen entre otras cosas: "La fe, y por consiguiente la Iglesia, se siembran y crecen en la religiosidad culturalmente diversificada de los pueblos. Esta fe, aunque imperfecta, puede hallarse aún en los niveles culturales más bajos. Corresponden precisamente a la tarea evangelizadora de la Iglesia descubrir en esa religiosidad la "secreta presencia de Dios", el "destello de verdad que ilumina a todos", la luz del Verbo, presente ya antes de la encarnación o de la predicación apostólica, y hacer fructificar esa simiente. Sin romper la caña quebrada y sin extinguir la mecha humeante, la Iglesia acepta con gozo y respeto, purifica e incorpora al orden de la fe, los diversos "elementos religiosos y humanos" que se encuentran ocultos en esa religiosidad como "semillas del Verbo", y que constituyen o pueden constituir una "preparación evangélica".

Los hombres se adhieren a la fe y participan en la Iglesia en diversos niveles. No se ha de suponer fácilmente la existencia de la fe detrás de cualquier expresión religiosa aparentemente cristiana. Tampoco ha de negarse arbitrariamente el carácter de verdadera adhesión creyente y de participación eclesial real, aún cuando débil, a toda expresión que manifieste elementos espurios o motivaciones temporales, aún egoístas. En efecto, la fe, como acto de una humanidad peregrina en el tiempo, se ve mezclada en la imperfección de motivaciones mixtas.

Es igualmente propio de la fe, aún incipiente y débil, un dinamismo y una exigencia que la llevan a superar constantemente sus motivaciones no auténticas para afirmarse en otras más auténticas. Pertenece, pues, al acto de fe, bajo el impulso del Espíritu Santo, aquel dinamismo interior por el que tiende constantemente a perfeccionar el momento de apropiación salvífica convirtiéndolo en acto de donación y entrega absoluta de sí.

Por consiguiente, la Iglesia de América Latina, lejos de quedar tranquila con la idea de que el pueblo en su conjunto posee ya la fe, y de estar satisfecha con la tarea de conservar la fe del pueblo en sus niveles inferiores, débiles y amenazados, se propone y establece seguir una línea de pedagogía pastoral que:

a) asegure una seria re-evangelización de las diversas áreas humanas del continente;
b) promueva constantemente una reconversión y una educación de nuestro pueblo en la fe a niveles cada vez más profundos y maduros, siguiendo el criterio de una pastoral dinámica, que en consonancia con la naturaleza de la fe, impulse al pueblo creyente hacia la doble dimensión personalizada y comunitaria".

Las recomendaciones pastorales se expresan de la siguiente manera: "Que se impregnen las manifestaciones populares, como romerías, peregrinaciones, devociones diversas, de la Palabra evangélica. Que se revisen muchas de las devociones a los santos para que no sean tomados sólo como intercesores sino también como modelos de vida de imitación de Cristo. Que las devociones y los sacramentales no lleven al hombre a una aceptación semifatalista sino que lo eduquen para ser co-creador y gestor con Dios de su destino. Que se procure la formación del mayor número de comunidades eclesiales en las parroquias, especialmente rurales o de marginados urbanos. Comunidades que deben basarse en la Palabra de Dios y realizarse, en cuanto sea posible, en la celebración eucarística, siempre en comunión con el Obispo y bajo su dependencia. La pastoral popular deberá tender a una exigencia cada vez mayor para lograr una personalización y vida comunitaria, de modo pedagógico, respetando las etapas diversas en el caminar hacia Dios. Respeto que no significa aceptación e inmovilismo, sino llamado repetido a una vivencia más plena del Evangelio, y a una conversión reiterada..." (Pastoral Popular 12, 13 y 15).

6.- Camino de solución.- Teniendo presentes los mencionados peligros que surgen del conflicto antes descrito y teniendo también presente este proceso acelerado de cambios en el mundo y en la Iglesia, me permito sugerir como camino de solución el siguiente:

Tomando en cuenta la parábola del fermento, pienso que hay necesidad de un trabajo adecuado para las masas populares. Efectivamente, no se pone el fermento en un montón de harina: es indispensable que esta harina sea convertida en masa, es decir, es indispensable que se produzca cierta homogeneidad, cierta unión, cierta receptividad. Las frases del documento de Medellín que he citado hablan de una seria re-evangelización, de una constante reconversión y de una educación de nuestro pueblo en la fe.

Las misiones, pues, deben cumplir esta tarea re-evangelizadora. La predicación de novenas tiene que orientarse igualmente hacia una re-evangelización profunda. Y toda esta tarea debe cumplirse siguiendo fielmente el Evangelio y, después del Concilio y de la Conferencia de Medellín, siguiendo las indicaciones pastorales y renovadoras de los documentos emanados del Concilio y de la Conferencia. Piense que así el pueblo se dispone poco a poco a comprender y a aceptar los cambios de la Iglesia que quieren ser respuesta a los cambios del mundo.

Los pequeños grupos, por su parte, están llamados a cumplir el papel del fermento, esto es, a ir ganando gradualmente la multitud para dinamizarla, para compenetrarla de Evangelio, para vitalizarla, sin resistencia. Así se cumplirá lo que Nuestro Señor Jesucristo dice en su parábola: "hasta que fue fermentada toda la masa".

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