sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 59: POSTURAS DIVERGENTES (II PARTE)

POSTURAS DIVERGENTES (II Parte)

3. Actitud de búsqueda.- Los interrogantes que acabo de plan¬tear nos llevan a hablar de esta actitud de búsqueda. Es condenable toda actitud de seguridad inconmovible, porque los hombres no podemos ser jamás los únicos poseedores de la verdad.

Actitud de búsqueda quiere decir sinceridad. La sinceri¬dad nos prohíbe tener segundas intenciones, tratar de llevar el agua a nuestro molino, satisfacer nuestros intereses por medio de maniobras habilidosas. La sinceridad reclama un despojo de las ideas y de los propósitos. Reclama un empobrecimiento. Sólo cuando nos sinta¬mos de verdad pobres nos pondremos en actitud de búsqueda.

Si un grupo de hombres perdido en la montaña siente hambre, todos se pondrán a buscar el alimento necesario. Pero si alguno, por haber comido de provisiones que llevó escondidas, se siente harto, no irá en busca de alimentos con el mismo interés de sus compañeros.

Todos los cristianos sienten en esta hora la necesidad de unirse. ¿Alrededor de quién o de qué quieren la unión los cristianos de la primera tendencia? ¿Alrededor de qué o de quién quieren la unión los de la segunda tendencia? Si es para desembocar en la organización de un partido político, ya se están poniendo en juego anhelos e intereses que quizá estarán en choque con otros anhelos e intereses. La unión se verá obstaculizada grandemente. Si lo que se pretende es una simple tranquilización de las conciencias a través de las relaciones directas con Dios, de igual modo lo que está en juego es la satisfacción de anhelos e intereses particulares.

En cambio, si se busca a Cristo, al Cristo total, cabeza y miembros; si se busca el equilibrio de relaciones con Dios, con los hombres, con el mundo, será mucho más fácil el encuen¬tro cordial, dentro del respeto a vocaciones múltiples, dentro de un sano pluralismo. No todos los hombres estamos llamados ni tenemos condiciones para una tarea exclusiva y excluyente. Hay una gran variedad de vocaciones y capacidades. Lo impor¬tante es abrir cauces para que todas esas vocaciones y capaci¬dades tengan su curso y contribuyan a la realización de la historia.

4. Repercusiones políticas de Cristo.- En la reunión que acaba de realizarse, en la casa de Santa Cruz, del 18 al 20 del presente mes sobre el tema "Realidad nacional y reflexión de fe", se puso a consideración de los participantes el texto de San Mateo sobre las tentaciones de Cristo. Se hizo hincapié en la tercera tentación.

"Otra vez el diablo lo llevó a un cerro muy alto y le mostró todos los países del mundo y la grandeza de ellos; y le dijo:
-Yo te daré todo esto, si de rodillas me adoras.
Entonces Jesús le dijo:
-Vete, Satanás, porque la Escritura dice: "Adora al Señor tu Dios, y sírvele a El solamente".

Esta tentación, se dijo, fue tentación política. Al empezar su vida pública, Cristo sufrió el atractivo de esta tentación. Convertirse en caudillo. Convertirse en conquista¬dor. Convertirse en un emperador o en un dominador de las naciones conocidas. Realizar así la salvación.

En mayor o menor medida, ésta es tentación de todos. Nos gusta mucho ser los jefes de algo, los conquistadores y triun¬fadores en nuestro propio ambiente, los dominadores de otros. Es la tentación del poder.

Cristo rechazó esta tentación. Esto quiere decir que voluntariamente rehusó convertirse en caudillo, en conquista¬dor de pueblos y en dominador de naciones. Esto quiere decir que no trajo al mundo la intención de organizar un partido político, la intención de captar el poder político, la inten¬ción de salvar a los hombres a través de una ideología y de unas acciones encuadradas en una estrategia y en unas tácti¬cas.

Lo dicho no significa tampoco que la presencia de Cristo en el mundo no haya tenido repercusiones políticas. Efectiva¬mente, desde su nacimiento hasta su muerte, lo que hizo y lo que dijo tuvo hondas repercusiones políticas. Cuando los Reyes Magos buscaron a Herodes para preguntarle en dónde había nacido el Rey de los Judíos, Herodes se sobresaltó de temor. La pregunta de los Reyes Magos planteaba la posibilidad de que un rey viniera a destruir sueños y ambiciones. La pregunta de los Reyes Magos junto con el temor contribuyeron a la concep¬ción en el corazón de Herodes de propósitos criminales: para librarse de la pesadilla que le venía inesperadamente, intentaría matar al recién nacido y para ello resolvería matar a todos los niños nacidos de dos años abajo. Aquí tenemos una repercu¬sión política.

La muerte de Cristo se debió en parte a acusaciones de que se había proclamado Rey de los Judíos, de acuerdo con el testimonio de falsos testigos. Pilatos, entre las preguntas que le hizo, le averiguó si era rey. El mismo Pilatos ordenó colocar un letrero en la cruz que dijera: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos". Aquí tenemos otra repercusión política.

La predicación de Cristo tuvo múltiples repercusiones políticas, sea en quienes detentaban el poder religioso-polí¬tico del pueblo, sea en los gobernantes representativos del Imperio Romano. De igual manera, las cosas que hizo tuvieron repercusiones políticas. Sería largo espigar en el Evangelio hechos y dichos de Nuestro Señor Jesucristo que tuvieron resonancias políticas.

¿Qué podemos deducir, de lo que llevo dicho, los que quere¬mos llamarnos y ser discípulos de Cristo?

5.- Praxis cristiana y política.- Ante todo, creo que debemos concluir que la fe cristiana trasciende la política. Cristo encarnado debe significar para sus discípulos un esfuerzo de asunción de todo lo humano, de todos los problemas que viven los hombres. Pero, por otra parte, la fe cristiana nos muestra a un Cristo resucitado y glorioso, a un Cristo trascendente, a un Cristo que vuelve al Padre y que nos prepara un lugar en la casa del mismo Padre. Esto quiere decir, en términos más concretos, que los cristianos no podemos desentendernos de la política; pero quiere decir también que no podemos pensar que la política está llamada a la realización en plenitud del hombre.

Es necesario repetir distinciones ya hechas. La Iglesia ha recibido el encargo de continuar la misión de Cristo. Como Cristo, la Iglesia ha padecido la tentación del poder y en muchas épocas ha caído en la tentación. Pero, la fidelidad a Cristo debe volverla en sí, para rechazar esa tentación de poder o ese pecado de poder. La Iglesia, como Cristo, quiéralo o no, cada vez que hable y cada vez que actúe, tendrá repercu¬siones que serán saludables o perjudiciales, en la medida en que rechace la tentación de poder o en la medida en que sucumba.

Los seglares, llamados como están a vivir su fe dentro de las realidades terrenas y a trabajar para que el Reino de Dios se acerque, están también llamados a hablar y a actuar de modo que sus palabras y sus acciones tengan repercusiones políticas. Pero también gozan de libertad para opciones diver¬sas, inclusive la de militar dentro de un partido político. Si tomamos en cuenta lo dicho relativo a la diversidad de voca¬ciones y de aptitudes, es lógico que entre los cristianos seglares existan vocaciones y aptitudes para actuar dentro de un movimiento o de un partido político. En este caso, su deber consiste en ser consecuentes con su vocación y en poner al servicio de la comunidad sus aptitudes. Debe estar bien enten¬dido que no puede haber una separación entre su fe cristiana y su acción política. Dicho de otro modo, los cristianos con vocación y aptitudes políticas deben actuar como cristianos.

Sobre este asunto, queda todavía pendiente una cuestión: ¿Puede un sacerdote inscribirse en algún partido político? El hombre que ha optado por ser un servidor del pueblo porque ha descubierto que ésta era su vocación y que para eso tenía aptitudes, ha optado al mismo tiempo por una visión universalista. El está al servicio de todos los hombres. Sus palabras y acciones, como vengo diciendo, tendrán repercusiones políti¬cas necesariamente. Si el sacerdote es fiel al Evangelio, las repercusiones serán beneficiosas. Inclusive, sus palabras y acciones podrán serle causa de persecuciones, de torturas y de muerte, como sucedió con Cristo. Esta vocación universalista está en completa oposición con la afiliación a un partido político. Toda afiliación partidista, en efecto, significa restricción, limitación de repercusión y de influencia en un sentido predeterminado. Toda militancia en un partido político siembra desconfianzas y muchas veces odios. Esas desconfianzas y odios pueden perjudicar, no sólo a un sacerdote concreto, sino a la misión misma de la Iglesia. Sin embargo, en casos enteramente excepcionales y cumplidas ciertas condiciones, algún sacerdote puede inscribirse en algún partido político. Las condiciones de que estoy hablando deben referirse a medi¬das nítidas y posturas claras que destruyan la posibilidad o el peligro de que la Iglesia sea juzgada, por este caso particu¬lar, como inmiscuida en un partido político determinado.

6.- Mi propia postura.- Quiero aprovechar de esta exposición, para definir mi propia postura.

Existen grupos y existen personas que me acusan de perte¬necer a partidos políticos de izquierda. Con la voz en alto, fruto de mi clara conciencia en este punto, declaro que me encuentro enteramente libre de cualquier atadura partidista. Profundamente siento que mi misión es mucho más trascendente que un simple papel de militancia en un partido político. Tengo un concepto del hombre, de su dignidad, de su vocación a la libertad que creo enteramente nacido del Evangelio. Por ese hombre lucho. Por esa dignidad humana trabajo. Para conquistar esa libertad pienso, hablo y actúo. Comprendo que esta postura mía necesariamente tiene repercusiones de carácter político. Comprendo que si hablo de justicia y si lucho por la justicia, quienes tienen intereses egoístas que defender se sientan disgustados y ofendidos.

Hay también personas y grupos cristianos y no cristianos que quisieran contar con mi nombre y con mis actuaciones para la realización de sus objetivos. A unos y otros les digo con toda claridad y respeto que soy muy celoso de mi libertad y de mi independencia. Todo lo que sea trabajar por la liberación auténtica del hombre encontrará en mí ecos profundos. Pero les ruego que no se hagan la ilusión de poder atarme a su propio carro.

Por esta actitud definida de mi parte, puede ser que algunos amigos se muestren insatisfechos y que me califiquen como espiritualista o idealista. Abierto a cualquiera revisión razonada, digo sin embargo que mi búsqueda va en el sentido de ser fiel a Cristo y al hombre concreto. Desde este mismo punto de vista, hago un llamamiento a todos los hombres sinceros a poner en el hombre nuestro interés y a trabajar por su auténtica liberación.

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