sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 53: SI QUIERES LA PAZ, TRABAJA POR LA JUSTICIA (I PARTE)

SI QUIERES LA PAZ, TRABAJA POR LA JUSTICIA

1.- Un próspero año nuevo!.- En mi exposición por Navidad, hice presente que estaba recibiendo tarjetas de salutación. Hoy hago presente lo mismo. He recibido un montón de tarjetas. Con algunas variantes, el pensamiento que se expresa en todas ellas es ya clásico: "Feliz Navidad y próspero Año Nuevo". En un de las esquinas de la tarjeta, está escrito el año 1971 con la fecha 25 de Diciembre. En la otra esquina, está escrito el año 1972 con la fecha 1º de Enero.

Todo el mundo se saluda en estas fechas, de una u otra manera, y es para desearse mutuamente felicidad, paz y prosperidad. Se establece así una corriente de fraternidad que, cruzando por los espacios, llega a muchas latitudes. También el Papa envía su saludo por Navidad y Año Nuevo, no solamente a los que tiene más cercanos en la ciudad de Roma, sino a todos sus hermanos e hijos esparcidos por el mundo entero. A los Obispos nos pide que hagamos conocer su Mensaje de año nuevo. Es el Papa quien ha escogido la frase con la que he titulado esta exposición: "Si quieres la Paz, trabaja por la Justicia".

En cumplimiento de este deseo del Papa y en cumplimiento de las exigencias de mi propio corazón, envío también a todos los hermanos y amigos de la Diócesis de Riobamba y de otros lugares mi Mensaje de Año Nuevo que pretende ser una traducción del Mensaje de Paz de Cristo y del Papa.

2.- La violencia institucionalizada.- Dije hace un momento que el envío de mensajes por Navidad y Año Nuevo crea una corriente de fraternidad que recorre el mundo. Digo ahora que es una lástima que esa corriente muera muy pronto y que la situación de injusticia continúe ejerciendo su influjo de opresión y de odio. De esta manera parece que hasta los deseos más sinceros resultan ineficaces. ¿Para qué entonces expresar unos deseos que no se cumplen?

No nos dejemos llevar del pesimismo. Pero empecemos por ser realistas. Vivimos en medio de una sociedad organizada de manera tal que se ha dado carta de ciudadanía a la injusticia. Es grave cosa no habernos dado cuenta de esta situación. Pero es hora ya de empezar a tomar conciencia. El lenguaje que se emplea ordinariamente para defender esta situación es más o menos el siguiente: "hay que salvaguardar el orden establecido", "hay que defender el orden legal".

De otro lado, se reacciona en contra de este orden establecido y se hace un llamamiento a la revolución. En boca de muchos jóvenes está la palabra revolución. Es evidente el anhelo de cambiar todo este estado de cosas, si es menester por medios hasta sangrientos. De ahí, que se están produciendo con más o menos frecuencia actos que perturban y amedrentan, tales como la colocación de bombas explosivas, la realización de paros y de huelgas, las salidas a las calles en manifestación de reclamo o de rechazo, la exhibición de carteles con frases explosivas. ¿Qué debemos pensar de todo esto?

Tratemos de mirar despacio y serenamente las realidades y de juzgarlas luego con sentido cristiano. No podemos hacer una descripción completa de esas realidades. Por esto, nos contentaremos con presentar algunos ejemplos que demuestren la existencia de una violencia institucionalizada.


1.- El derecho de ciudadanía. La ley del Ecuador establece que para ser ciudadano, entre otras condiciones hay que llenar la de saber leer y escribir. Está muy bien. Seguramente, ha habido la intención de estimular así a todo hombre o mujer nacidos en el Ecuador a ingresar en la escuela para aprender a leer y escribir. Pero el caso es que la intención, por más buena que sea, si no se le favorece con los condicionamientos adecuados, se queda en intención pura. Y esto es lo que está pasando en el Ecuador. Para que los hombres y mujeres que han nacido en el territorio ecuatoriano puedan cumplir con el requisito legal, es condición indispensable que el Estado cree suficiente número de escuelas, forme suficiente número de maestros y distribuya esas escuelas y maestros por todo el territorio habitado del país.

La dolorosa realidad es que, por falta de una distribución justa de las rentas del Estado, o por falta de una jerarquización de valores en los altos dirigentes de la política, en el Ecuador hay un número elevado de hombres y mujeres que están en la imposibilidad de ser ciudadanos. Esto quiere decir que estos hombres y mujeres, por lo menos la tercera parte de los habitantes del Ecuador, están incapacitados radicalmente para tomar parte en las decisiones por el bien común. Quiere decir que si se elige presidente de la República, alrededor de dos millones de habitantes del Ecuador están obligados a aceptar aquel que han elegido otros compatriotas. Quiere decir que si se eligen diputados y senadores al Congreso, encargados como es sabido de elaborar las leyes con las cuales ha de gobernarse el país, esos dos millones de nacidos en el Ecuador tienen que aceptar que sean otros quienes elijan a esos legisladores. Pero esos mismos dos millones de habitantes estarán en la obligación de cumplir al pie de la letra las leyes que han elaborado hombres que ellos no eligieron.

He aquí una violencia institucionalizada puesta al descubierto. Todo el mundo acepta la disposición constitucional de que para ser ciudadano es necesario saber leer y escribir. Pero casi nadie piensa en que, no cumpliéndose las condiciones por parte del Estado que favorezcan el aprendizaje, muchísimas personas se quedan en situación de inferioridad, padeciendo una tremenda injusticia.

2.- Los programas oficiales de estudio. Si para ser ciudadano y poder ejercer el derecho al voto es menester saber leer y escribir, para poder ejercer una profesión dentro del sistema social vigente, es absolutamente necesario y exigido por la ley y por la tradición el aprendizaje en colegios, institutos y universidades. Después de haber obtenido el certificado de haber terminado los estudios de primaria, hay derecho para ingresar en la secundaria. Solamente quienes han obtenido el título de bachilleres tienen derecho a ingresar en institutos y en facultades universitarias. Solamente quienes han obtenido los títulos de doctor en medicina o en leyes, de ingeniero electricista o constructor, de economista o de sociólogo son reconocidos como capaces para ejercer una profesión y ocupar un puesto de importancia en el desenvolvimiento de las actividades sociales, culturales, sanitarias, económicas. Todavía más: quienes han obtenido estos títulos de privilegio, por la misma estructuración de la sociedad, no pueden ejercer su profesión si no es en beneficio del mismo orden establecido, o sea de la misma violencia institucionalizada. Entran en la complicación de la maquinaria de explotación y son explotados ellos mismos por los creadores y mantenedores de esa maquinaria.

¿Por qué no pueden prepararse de otra manera los hombres que han nacido en el país para ejercer una función constructora del mundo y de la sociedad, sin necesidad de tantos programas oficiales y de tantos títulos? He aquí otro ejemplo de violencia institucionalizada.


3.- El libre comercio y la libre competencia. Vivimos bajo un régimen liberal que proclama la libertad de comercio y de competencia. (qué ironía! Se habla de libertad, pero no es más que para conculcarla en las grandes mayorías. El libre comercio, la libre competencia quieren decir libertad para que los más vivos exploten a los más ingenuos. Quiere decir libertad para que los más ricos se enriquezcan más a costilla del trabajo de los más pobres. Quiere decir libertad para que los más vivos y los más ricos se privilegien con los instrumentos de culturización y tecnificación que, en fuerza de los ejemplos de violencia institucionalizada anteriormente descritos, las grandes mayorías no pueden alcanzar. Quiere decir libertad para que unos pocos monopolicen los grandes capitales, las grandes empresas, las grandes casas de comercio, las grandes explotaciones mineras, el uso de los medios de comunicación social y, en suma el poder formidable de la política, entendida no como arte y ciencia de realizar el bien común, sino como el arte y la ciencia de afianzarse en su situación de dominadores.

De esta violencia institucionalizada nacen consecuencias catastróficas. ¿Por qué la alimentación de la gran mayoría del pueblo ecuatoriano es deficiente? ¿Qué significa que en el Ecuador el promedio de vida sea el de 40 años? ¿No significa esto que en el Ecuador hay mucha gente que se muere de hambre o de enfermedad antes de hora? ¿Por qué la supervivencia de condiciones sanitarias vergonzosas, de enfermedades endémicas ya extirpadas en otros países? ¿Por qué la población activa del Ecuador es tan escasa, mientras un porcentaje alto de ecuatorianos o no tienen trabajo o si lo tienen es como si no lo tuvieran? ¿Qué es lo que los sociólogos llaman subempleo? ¿No es el ejercicio de un trabajo esporádico o insuficiente para el mantenimiento de la vida? ¿Por qué tanta falta de vivienda y tanta vivienda inadecuada? ¿Por qué tanta miseria física y moral, tanta falta de honradez, tanta ociosidad, tanta evasión, tanto engaño, tanta indisciplina, tanta desorganización, tanta comercialización de los más altos valores humanos y de las mismas personas?...Todas estas y otras más son consecuencias de la violencia institucionalizada.

Con razón la Conferencia Episcopal de Medellín se expresó de esta manera: "Si el cristiano cree en la fecundidad de la paz para llegar a la justicia, cree también que la justicia es una condición ineludible para la paz. No deja de ver que América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada, cuando, por defecto de las estructuras de la empresa industrial y agrícola, de la economía nacional e internacional, de la vida cultural y política poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política", violándose así derechos fundamentales. Tal situación exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras. No debe, pues, extrañarnos que nazca en América Latina "la tentación de la violencia". No hay que abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante años una condición que difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia de los derechos humanos". (La Paz, N. 16)

2 comentarios:

  1. AL LEER EL PENSAMIENTO DEL OBISPO DE LOS POBRES, ME PONGO A PENSAR QUE A 22 AÑOS DE SU PARTIDA, ESTE SIGUE SIENDO ACTUAL PORQUE LAMENTABLEMENTE LA SITUACIÓN DE LOS POBRES SIGUE DE MAL EN PEOR Y SEGUIMOS VIVIENDO DE SUEÑOS, DE PROMESAS Y ESA AMÉRICA LATINA SIN VIOLENCIA, SIN PROBREZA ES TODAVÍA UNA UTOPÍA.

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  2. Para entrar en diálogo, es bueno saber con quién lo hacemos... Por favor, si te parece ¿te puedes identificar?

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