sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 54: SI QUIERES LA PAZ, TRABAJA POR LA JUSTICIA (II Parte)

SI QUIERES LA PAZ, TRABAJA POR LA JUSTICIA (II Parte)

3.- Reflexiones para unos y otros.- De ordinario quienes son los beneficiarios de esta situación de injusticia y de violencia institucionalizada defienden el sistema social imperante como si fuera lo mejor del mundo y de todos los tiempos y califican a los que critican esta situación de subversivos y comunistas. Parecen tener tan ciegos los ojos que no quieren ver lo grave y explosivo del problema que viven las multitudes. Dan también la impresión de ser personas de las cuales nada se puede esperar en cuanto a cambios. Sin embargo, el amor cristiano debe llevarnos a decirles la verdad con toda valentía. Eso mismo es lo que hicieron los Obispos reunidos en Medellín. Eso mismo es lo que ha hecho el Papa en repetidas ocasiones.


Los documentos de Medellín hacen este llamamiento a los ricos: "quisiéramos dirigir nuestro llamado, en primer lugar, a los que tienen una mayor participación en la riqueza, en la cultura o en el poder. Sabemos que hay en América Latina dirigentes que son sensibles a las necesidades y tratan de remediarlas. Estos mismos reconocen que los privilegiados en su conjunto, muchas veces, presionan a los gobernantes por todos los medios de que disponen, e impiden con ello los cambios necesarios. En algunas ocasiones, incluso, esta resistencia adopta formas drásticas con destrucción de vidas y bienes.

Por lo tanto, les hacemos un llamamiento urgente a fin de que no se valgan de la posición pacífica de la Iglesia para oponerse, pasiva o activamente a las transformaciones profundas que son necesarias. Si se retienen celosamente sus privilegios y, sobre todo, si los defienden empleando ellos mismos medios violentos, se hacen responsables ante la historia de provocar "las revoluciones explosivas de la desesperación". De su actitud depende, pues, en gran parte el porvenir pacífico de los países de América Latina". (La Paz, n. 17).

A quienes se muestran partidarias de rechazar la violencia institucionalizada por medio de la violencia armada y aún sangrienta, hay que hacer también reflexionar. Si la justicia es condición ineludible de la paz, como dicen los documentos de Medellín, la venganza no es propiamente realización de la justicia: es desquite de una situación cambiando simplemente de opresores y oprimidos, es decir, la violencia armada y sangrienta muchas veces pretende poner en condición de oprimidos a los actuales opresores convirtiéndose en opresores los actuales oprimidos. También hay que tomar en cuenta que la violencia de ordinario engendra más violencia y por lo mismo nuevas y peores injusticias. En este mismo sentido se expresan también los documentos de Medellín: "Si bien es verdad que la insurrección revolucionaria puede ser legítima en el caso" de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y damnificase peligrosamente el bien común del país", ya provenga de una persona ya de estructuras evidentemente injustas, también es cierto que la violencia o "revolución armada" generalmente "engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas": no se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor". (La Paz n. 19)

¿A qué nos quedamos entonces los cristianos? ¿Tenemos que contentarnos con denunciar las injusticias, con condenarlas de palabra, con expresar teóricamente una solidaridad inefectiva con los oprimidos? O ¿tenemos los cristianos la obligación de comprometernos con la insurrección revolucionaria, con miras a construir una paz hipotética sobre las ruinas del mundo actual?

4.- El Mensaje del Papa.- A responder estas angustiosas preguntas viene el Mensaje del Papa con ocasión del Año Nuevo. Por esto, es muy significativa la frase que él ha querido emplear: si quieres la paz, trabaja por la justicia". Los biblistas traducen actualmente la bienaventuranza predicada por el Señor que antes se expresaba diciendo "bienaventurados los pacíficos", diciendo "bienaventurados los que construyen la paz". Este es nuestro deber: ser constructores de la paz, incansables trabajadores por la paz, resueltos luchadores por la paz.

Dirigiéndose el Papa a los jóvenes les dice: "la paz no es un estado de estancamiento de la vida...: la vida es movimiento, es crecimiento, es trabajo, es esfuerzo, es conquista... ¿lo es también la paz? Sí, por la misma razón de que ella coincide con el bien supremo del hombre peregrino en el tiempo, y este bien jamás es conquistado totalmente, sino que está siempre en trance de nueva e inagotable posesión: la paz es, por lo tanto, la idea central y motora de la fogosidad más activa".

Refiriéndose al hecho de que los países "en vías de desarrollo" gritan en alta voz pidiendo justicia, el Papa hace este interrogante: "¿Por qué, convencidos como estamos de este clamor irreprimible, nos retrasamos tanto en dar a la paz una base que no sea la de la justicia?... ¿no queda por instaurar todavía una justicia más grande tanto en el seno de las comunidades nacionales, como en plano internacional?


¿Es justo, por ejemplo, que haya pueblos enteros a los que no les esté consentida la libre y normal expresión del más susceptible derecho del espíritu humano, el religioso...?

¿No forma parte de la justicia el deber de poner a todos los países en condiciones de promover su propio desarrollo dentro del marco de una cooperación inmune de cualquier intención o cálculo de dominio, tanto económico como político?

Después de todos estos interrogantes el Papa concluye: "Encomendamos esta nuestra invitación a los hermanos e hijos de nuestra Iglesia Católica: es necesario llevar a los hombres de hoy un mensaje de esperanza, a través de una fraternidad vivida y de un esfuerzo honesto y perseverante para una más grande, real justicia. Nuestra invitación se conecta lógicamente con las palabras que el reciente Sínodo de los Obispos ha proclamado sobre la justicia en el mundo; y se fortalece con la certeza de que "El, Cristo, es nuestra Paz".

5.- Constructores de la paz.- Después de pocas horas empezaremos a vivir un nuevo año. Cada año que termina es un sepultarse de cosas, de recuerdos, de acciones buenas o malas. Si hemos hecho esfuerzos por construir la paz, tendrá repercusiones en el año que comienza y es de desear entonces que los esfuerzos se intensifiquen para que haya una continuidad y un avance. Si no hemos hecho esfuerzo alguno, o, peor todavía, si hemos quebrantado la justicia y hemos aumentado la situación de violencia institucionalizada, es hora de reflexionar para enderezar nuestros pasos y transformar nuestras acciones en esfuerzos constructores de la paz.

Preguntémonos entonces: ¿qué debe cambiar en la provincia del Chimborazo y en la Diócesis de Riobamba? ¿Cuáles son las injusticias que constituyen en esta provincia y en esta diócesis la violencia institucionalizada? ¿Qué hay que cambiar en la ciudad de Riobamba, en las cabeceras cantonales, en las parroquias, en los barrios, en los anejos, en las familias, en cada uno de nosotros? Si queremos la paz trabajemos por la justicia.

Empecemos. ¿Cuáles son nuestras relaciones con Dios? ¿De qué manera conocemos y cumplimos los designios de Dios? ¿Es voluntad de Dios que en la provincia del Chimborazo sobrevivan orgullos de clase, privilegios de la sangre, enriquecimientos de unos pocos a costa de los demás?

¿Son humanas las condiciones de vida de los indígenas, de los habitantes en general de pueblos y caseríos?

¿Hay suficiente atención médica en todos los lugares habitados por los hombres? ¿En dónde se han concentrado hospitales y servicios?

¿Cuántas escuelas faltan y cuál es el número de maestros que, habiéndose preparado, sin embargo, no encuentran ocupación y oportunidad de ponerse al servicio de la población analfabeta? ¿Hay desigualdades visibles en la atención a los habitantes de la ciudad y a los habitantes del campo?

¿En qué condiciones económicas se desarrolla la población? ¿Cuántos son los que tienen trabajo y cuántos los desocupados? ¿Hay capitales guardados e improductivos, mientras una multitud se debate en la angustia por falta de trabajo?

¿Qué decir de la actitud de quienes se enfadan cuando hay hombres que se proponen hacer tomar conciencia a los oprimidos de su dignidad como personas humanas?...


No seamos más responsables de la injusticia. Lo son, no solo quienes infringen abiertamente los derechos de los demás, sino también "todos los que no actúan en favor de la justicia con los medios de que disponen, y permanecen pasivos por temor a los sacrificios y a los riesgos personales que implica toda acción audaz y verdaderamente eficaz. La justicia y, consiguiente¬mente, la paz se conquistan por una acción dinámica de concientización y de organización de los sectores populares, capaz de urgir a los poderes públicos, muchas veces impotentes en sus proyectos sociales sin el apoyo popular". (La Paz, n. 18)

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