sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 52: MENSAJE NAVIDEÑO

MENSAJE NAVIDEÑO

Al tratar de enviar un mensaje de Navidad a los amigos, a las comunidades cristianas, tanto de la Diócesis, como del Ecuador, de América Latina e inclusive, a los amigos de Europa y de otras partes del mundo, estoy pensando en una cantidad de cosas.
Pienso en que ha habido muchos hechos dolorosos en este año, como en años anteriores.
Pienso en los trabajadores de AZTRA que murieron dolorosamente porque reclamaban sus derechos a mejorar de vida… está fresco el recuerdo de esta matanza.
Pienso en el líder campesino Humberto Marcatoma que fue bárbaramente golpeado, por consecuencia de lo cual estuvo al borde de la muerte.
Pienso en las luchas de los campesinos de Quimiag, de Chambo, por la tierra; en la cárcel que tuvieron que padecer, en las torturas, en los peligros que actualmente aún se ciernen sobre su existencia.
Pienso, saliendo ya de las fronteras, en amigos como el P. Rutilio Grande, sacerdote jesuita que fue asesinado junto con dos campesinos en una parroquia de El Salvador.
Pienso en nuestro amigo Adolfo Pérez Esquivel de nacionalidad argentina, un luchador por la paz, que sin embargo ha sido apresado durante ya largos meses, no tenemos todavía noticias de él.
Pienso en el obispo católico del Brasil, secuestrado, golpeado, abandonado desnudo al lado de un camino
Pienso en tantos sacerdotes, en tantos campesinos, en tantos obispos, en tantos seglares que han sufrido las consecuencias de una verdadera persecución porque están buscando la justicia, porque están predicando con su vida y con su palabra ese mensaje liberador de Cristo que tanto molesta a los poderosos.
…Y me digo ¿cómo tiene que ser entonces un Mensaje de Navidad?
Mi imaginación me lleva también a pensar en el ruido, en la actividad agitada de las ciudades: de Riobamba, de Quito, de Guayaquil, de otras ciudades del Ecuador, de las grandes ciudades que están en América Latina ¡Cuánto ruido, cuánta búsqueda de evasión! ¡Cómo funcionan los comercios, cómo funcionan los medios de comunicación social, haciendo una propaganda técnica de los productos para un mejor negocio!
Ciertamente que están las calles adornadas, los almacenes adornados con muchas luces, con muchos oropeles. Pero… debajo de todo esto, detrás de todo esto ¿Qué hay de fundamental, qué hay de estable?… ¿Cómo podemos extraer de allí alguna esperanza? ¿Cómo extraer de allí el contenido del misterio del Nacimiento de Cristo Salvador del mundo?
Y vuelvo mi pensamiento a las comunidades, a los pequeños grupos de cristianos de acá y de allá, quiero decir de la Diócesis de Riobamba, como de tantos otros lugares del Ecuador y el continente Latinoamericano. Pequeños grupos de cristianos humildes, sencillos, en la mayor parte de las veces, alejados del bullicio, de las tentaciones de esta sociedad de consumo.
Ellos, me parece verlos, se reúnen para extraer del mensaje evangélico, el mensaje de Navidad; extraer este mensaje para vivirlo, para comprometerse, para unirse a Cristo por la fe, para unirse a sus hermano por el amor y por la esperanza… Pequeñas acciones las que realizan, pequeñas en relación, en comparación con este montaje inmenso, gigantesco de esta sociedad que nos absorbe y que nos ahoga.
Pero allí me parece ver la luz, la luz que ilumina en medio de las tinieblas, la luz del pesebre; de ese Hijo de Dios que quiso hacerse niño, que quiso nacer en un pesebre lejos del bullicio, en medio de animales en el silencio y en el frío de una noche.
Y me parece ver allí de nuevo el Nacimiento. El nacimiento de ese Cristo Liberador de ese Cristo que nos salva, de ese Cristo que no necesitó de grandes aparatos, de grandes luminarias, de grandes discursos, de grandes organizaciones, para realizar la obra más grande, la única verdaderamente grande que se ha realizado en la historia en la humanidad: la salvación de los hombres..
A esta realidad se acoge mi corazón, allí se aferra mi esperanza.
Y desde allí quiero lanzar este mensaje de Navidad a todos los amigos. Que no nos dejemos emborrachar por tanta propaganda, por tanta luminosidad, por tanto oropel, por tanto ruido, por tanto poder; y que depositemos nuestra confianza allí en ese Jesús Salvador que está naciendo en América Latina para ser el salvador y el liberador del pueblo Latinoamericano y quien sabe si no también el salvador de los pueblos que están en continentes llamados superdesarrollados.
Para todos, una Feliz Navidad en el sentido que me ha parecido ver a través de la existencia y funcionamiento de pequeñas comunidades cristianas en la diócesis, en el país, en el continente Latinoamericano y en otras partes del mundo.

CRISTO, NUESTRO SALVADOR

Riobamba, Ecuador. Navidad de 1977

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