sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 40: PROBLEMAS DE IDENTIDAD DEL CRISTIANO (II PARTE)

PROBLEMAS DE INDENTIDAD
DEL CRISTIANO* II Parte

Prácticas sin compromiso

Si existen numerosos hombres que se llaman cristianos sólo de nombre y que viven su vida al margen de toda práctica religiosa y de todo compromiso con sentido cristiano, existen también multitudes de hombres que practican, pero que se han vuelto incapaces de adquirir cualquier compromiso que lleve al cambio de su propia vida y de las estructuras sociales de explotación y de injusticia.

Estos cristianos concurren dominicalmente a la misa. Puede ser que inclusive vayan a la misa todos los días y que comulguen con muchísimo frecuencia. Imposible imaginar que estos cristianos puedan alargar más de ocho días el bautismo de sus hijos después de nacidos. Imposible imaginar que permitan que sus hijos no reciban el sacramento de la confirmación, sobre todo cuando están en peligro de muerte. Imposible imaginar que no se preocupen de que sus hijos hagan la primera comunión en una edad temprana. Imposible imaginar que puedan permitir que algún hijo o hija puedan vivir con una mujer o con un hombre sin el matrimonio eclesiástico. Participan en todas las procesiones, en todas las fiestas, en todas las manifestaciones religiosas. Se confiesan cristianos delante de quien quiera con una valentía impresionante. Sufren lo indecible frente a la presencia de sectas o de doctrinas extrañas. Piensan con toda convicción que llega ya el fin del mudo, cada vez que contemplan que la Iglesia misma está dentro de un proceso de cambio. Su frase predilecta de queja es: "nos están quitando la fe".

Pero, como ya dije antes, no tienen la menor idea de que esa misma fe, cuando es la auténtica fe que engendra el Evangelio, lleva necesariamente a la conversión, al cambio, al compromiso. Esto no entra en su cabeza. Esto es meterse indebidamente en política.

Signos de identificación

Desde el punto de vista psico-sociológico, todo hombre siente una profunda necesidad de identificarse. Esta necesidad quiere decir que el hombre anhela saber quién es él mismo, qué es lo que puede hacer, cual es su puesto en la sociedad y hacerse la idea que es una persona importante, de que lo que hace tiene una gran importancia y de que el puesto que ocupa es tan importante que difícilmente puede ser ocupado por otro con la misma eficiencia. De ahí también la necesidad de que otros hombres le comuniquen esta impresión, o sea, de ahí la necesidad de un grupo, llámese éste club deportivo, colegio, sindicato, cooperativa, partido político...

Estas necesidades deben traducirse de alguna manera en signos que la expresen. El club deportivo adopta unos estatutos, elige una directiva, entrena de acuerdo a las capacidades de cada uno, escoge los colores de su uniforme y los colores de su bandera. Cuando los miembros de un club deportivo se preparan para una competencia, se repiten a sí mismos que van a defender sus colores. En el mismo sentido hablan los jóvenes pertenecientes a un colegio. En el mismo sentido actúan los miembros de un sindicato, de una cooperativa, de un partido político.

Así, los hombres se han definido. Esto quiere decir que han adoptado unos objetivos, dentro de una agrupación compuesta por otros hombres que alimentan idénticos anhelos. Esto quiere decir que han adoptado también una especie de ideología o de principios que gobiernan sus acciones. Esto quiere decir que han limitado su radio de pensamiento y de acción. Y, cuando digo esto, es porque se han definido y con los cuales, o bien se producirán enfrentamientos, o bien se mantendrán ciertas relaciones limitadas, o bien se establecerá una laguna de indiferencia porque no interesan para nada los objetivos que estos grupos se han propuesto conquistar.

Desde el punto de vista religioso, sucede lo mismo. Los hombres sienten la necesidad psico-sociológica de identificarse adoptando una religión, un dios, una ideología religiosa, unas prácticas, unos signos que sean la expresión de sus aspiraciones. Esos signos pueden ser un templo, una asociación, unos ritos, unas costumbres religiosas.
En pueblos cristianos como el nuestro, desde este mismo punto de vista psico-sociológico, los hombres sienten la necesidad de definirse adoptando unos grupos especiales, una ideología, unas prácticas, unas formas de culto religioso, unas costumbres. Lo malo es que, como sólo la estructura social se llama cristiana, se equivocan cuando identifican los signos con el contenido de esa fe cristiana, o mejor dicho, cuando suprimen el contenido de la fe cristiana y se quedan solamente con los signos.

De esta manera, si se pretende introducir un cambio en esos signos, estos hombres que se llaman cristianos experimentan una perturbación muy grande y piensan que se les está quitando la fe: han suprimido el contenido de la fe y se han quedado con los signos. No es propiamente la fe lo que defienden, sino los signos a través de los cuales se identifican como cristianos.

También puede suceder que estos mismos hombres que se llaman cristianos hayan cambiado el contenido de la fe y reemplazado ese contenido por motivaciones paganas o supersticiosas. Así mismo, puede suceder que existan cristianos que hayan aceptado ciertos cambios exteriores que son como signos de expresión de si mismos, pero que no hayan logrado penetrar en el sentido profundo y auténtico del cambio. En este caso, no han hecho otra cosa que cambiar de signos y se han quedado vacíos de contenido de la fe cristiana.

Lo dicho puede aclararse con un ejemplo. En la ciudad de Riobamba, muchísimas personas han aceptado ya, y con gusto, los cambios en la liturgia. Están contentos de que la misa se diga en castellano y de cara al pueblo. Los novios aceptan con agradecimiento que se les dicte un curso de preparación al matrimonio; algunos padres de familia miran también con beneplácito que se les prepare en los cursos prebautismales para la realización de la ceremonia del bautismo de sus hijos. Pero existe el peligro de un simple cambio de expresiones o de signos de su vida religiosa y que no hayan penetrado en el significado de todos esos cambios, en las exigencias del Evangelio.

Lo característico del cristiano

Al final, podemos preguntarnos: ¿Entonces, qué es lo característico del cristiano?

Como Cristo, el cristiano debe aspirar a ser el hombre que sobrepasa los límites estrechos de los signos, a ser el hombre que aspira a amar a todos los hombres, a ser el hombre que construye el hoy abierto a la construcción del mañana. En este sentido, el cristiano es el hombre universal. Si es posible hablar de una definición, ésta está constituida por la caridad de Cristo.

Los signos para el cristiano son algo secundario y mudable, son necesarios, porque somos hombres, pero no deben endurecerse de tal manera que constituyan una especie de caparazón irrompible dentro del cual nos encerremos, porque ese encerramiento puede significar esterilidad y muerte.

Este es el peligro de los grupos cristianos: a fuerza de identificarse con unos signos, pueden cerrarse de tal manera que se vuelvan infecundos. Se han identificado exageradamente. Les hace falta la caridad de Cristo que impele a caminar hacia un más allá, es decir, hacia otros hombres y hacia la construcción de la Iglesia que está siempre haciéndose.

Esta apertura de la que he hablado tampoco ha de confundirse con un anonimato que diluya lo característico del cristiano. Jesucristo mismo nos ha dicho: "en esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros como yo os he amado". Jesucristo mismo celebró la cena pascual con sus discípulos, como expresión de unidad y de apertura. Fue alrededor de la celebración de la cena pascual cuando Jesucristo elevó al Padre su oración pidiéndole que seamos uno, a fin de darnos a entender que la celebración eucarística estaba llamada a ser ese signo de unidad por medio del Cristo con el Padre y con los hermanos. Con todos nosotros.

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