sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 36: HOMILIA DE MONSEÑOR PROAÑO DURANTE LA MISA CELEBRADA EN SANGOLQUÍ

HOMILIA DE MONSEÑOR PROAÑO DURANTE LA MISA CELEBRADA EN SANGOLQUÍ A DONDE FUE INVITADO COMO CANDIDATO A PREMIO NÓBEL DE LA PAZ EL 19 DE ENERO DE 1986


Queridos sacerdotes y a todos los cristianos que han tenido la bondad de darme esta cariñosa acogida, que el Señor le bendiga a todos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Queridos hermanos: Vamos a dedicar unos minutos a la reflexión, hemos escuchado dos lecturas de la palabra de Dios, esa palabra de Dios siempre está orientada a buscar nuestra conversión, a buscar nuestro cambio.

En la primera lectura tomada de la carta de San Pablo a los Corintios nos habla de la diversidad de dones. Creo que con un poquito de observación, todos nosotros podemos comprobar que esos dones han sido repartidos aún en medio de las personas que llamamos pobres y humildes y, quizá con mayor abundancia en medio de la gente pobre y humilde; ¿quién no conoce en el barrio, en la población, en el campo, gente que está siempre disponible para prestar un servicio al prójimo, quién no conoce a otras personas que gozan de la capacidad de organizar cualquier acto, una minga, una fiesta y todo al servicio de la comunidad? ¿quién no conocerá a otro tipo de personas que viven una vida ejemplar, dan testimo¬nio de guardar los mandamientos en toda circunstancia y así se hacen acreedores de la confianza de muchos pobladores los cuales van a consultarles en casos de conflicto, en casos de crisis, en casos de sufrimiento? Y así, por ese estilo entre nosotros, no solamente entre los miembros de la iglesia de Corintio, sino entre nosotros mismos podemos encontrar una multiplicidad de dones. Ahora mismo nos han conducido en la alabanza al Señor mediante la música y el canto; este también es un servicio, un servicio precioso, un don que Dios ha otorgado a quienes demuestran tener capacidad para ejecutar la música y para cantar unas canciones; todos estos son dones de Dios, ¿para qué? no son otorgados por Dios para el servicio individual, para satisfaccio¬nes egoístas, esos dones han sido otorgados y distribuidos por Dios para que los pongamos al servicio de los demás, al creci¬miento de la comunidad; cualquier don que hayamos recibido esta orientado por Dios a que lo pongamos al servicio de la comuni¬dad, de allí nace lo que llamamos el compromiso cristiano. Volvamos a ver el trozo de la carta de San Pablo y veamos que allí nos dice que uno ha recibido el don de sabiduría, otro el don de hablar con inteligencia, según el mismo espíritu; otros reciben el don de la fe, de una fe viva, otros reciben el don de curar, otros el don de hacer milagros, otros el don de profetizar. Esta es la enumeración que hace San Pablo y repito que en nuestras comunidades, con un poquito de observación y de cuidado, podemos encontrar precisamente dones parecidos.

El Evangelio nos cuenta algo extraordinario: se celebra un matrimonio, una boda, probablemente se trata de gente pobre, han gastado todo lo que han podido, todo lo que han tenido para atender a los invitados; han comprado comida y han comprado vino para ese mismo objetivo, pero ¿qué resulta? Resulta que no había todavía visos de que se termine la fiesta y ya el vino falta, y allí aparece María con una característica propia de la mujer, con una característica muy femenina; esta característica es el espíritu de observación, la mujer entra muy fácilmente en los pormenores de la vida, y ella se da cuenta que van han pasar vergüenza los novios, que ya no tienen vino; y así mismo con otra característi¬ca propia de la mujer, se acerca al Señor, a su Hijo, para pedirle que haga un milagro, no lo dice, pero es esa la intención, la frase de María es: no tienen vino, como si le dijera hazte cargo, el grave bochorno que van a pasar ahora estos novios que están celebrando su boda, no es posible que les dejemos caer en ese bochorno, todo el mundo les va a criticar, Jesús se hace el que protesta: “todavía no ha llegado mi hora, le dice, mujer”, pero enseguida da órdenes y María segura como estaba de que su intersección iba a obtener los resultados apetecidos, va enseguida a los criados a decirles; hagan lo El les indique, y Jesús ordena que llenen de agua unas tinajas de piedra existentes allí en el patio de la casa; (quisieran decirme cuantas tinajas habían?, a ver si estuvieron atentos a la lectura, cuántas? seis dijo? entonces vamos a hacer unas cuentas, dice que cada tinaja contenía cien litros, cuantos litros les entregó el Señor con este milagro, ¿bastante no? ¿Quisieran ustedes tener este ratito seiscientos litros de vino? para todos ¿no? bien, un gran don que les hace el Señor seiscientos litros de vino. Bien he recordado el relato para unir con la primera lectura, he hablado de que el cristiano y el pueblo cristiano que recibe dones de Dios están en la obligación de poner esos dones al servicio del prójimo, al servicio de los demás. María nos da ejemplo en el relato evangélico, no dice como dicen muchas personas: yo qué tengo que ver, a mi no me corresponde solucionar ese problema, cada uno que vea cómo resuelve sus problemas; este es el lenguaje del egoísmo, de la indiferencia, es el lenguaje inclusive de la cobardía, para no tener problemas muchísima gente opta por vivir su vida, sin preocuparse por los demás; pero esto no es cristiano, esto esta totalmente en oposición al auténtico espíritu cristiano; María nos está dando ejemplo, ella se preocupa por los invitantes, por los novios, se hace cargo de la vergüenza que van a pasar y dice no, esto no es posible y, empieza a actuar, se acerca al Señor, le dice que ya no tienen vino, habla con los criados, allí aparece lo que he llamado el Compromiso Cristiano.

Queridos hermanos, vivimos en un mundo en el que mucha gente padece de hambre, muchísima gente; vivimos en un mundo en donde muchísima gente carece de trabajo para poder sostener su vida, para poder ganarse el pan de cada día; vivimos en un mundo en donde mucha gente se dedica a explotar al más pobre, sea en las relaciones de trabajo, sea en las relaciones de comercio, explotan unos hombres a otros hombres; vivimos en un mundo en el que, inclusive, se atenta no sólo contra los bienes personales, sino también contra la vida; se va perdiendo el sentido de respeto a la vida; se va perdiendo el sentido de respeto a lo que se llaman los derechos fundamentales del hombre: el derecho a la vida, el derecho a la educación, el derecho al trabajo, el derecho a reunirse, a organizarse, el derecho a decir su pensa¬miento, a decir su palabra, el derecho inclusive a reclamar cuando las injusticias son ya insostenibles ¿Cuántos cristianos están comprometidos con esta causa? ¿Cuántos cristianos se preocupan de ayudar al prójimo a que salga de un clima de ignorancia y de inconcien¬cia ¿Cuántos cristianos se preocupan de buscan el pan para los hambrientos, el vestido para los desnudos y no solamente en una ocasión pasajera sino atacando las causas mismas que producen el hambre y la miseria? ¿Cuántos cristianos se preocupan de salir al frente en defensa de los derechos fundamentales del hombre? Sí hay en el Ecuador. Sí hay jóvenes, sí hay corazones que tratan de y responden a este llamado, a este compromiso de fe, pero hace falta todavía un acrecentamiento de jóvenes, de mujeres, de adultos que lleguen al compromiso cristiano: que empiecen a preocuparse del prójimo que empiecen a abrir los ojos acerca de tantas causas que provocan este estado de guerra y de inestabilidad permanente. Estamos en el año internacional de la Paz ¿pasará este año sin dejar ninguna huella? ¿pasará este año sin que no demos pasos encaminados a conseguir esa paz, en efectivo? Depende de nosotros, depende de la disposición que tengamos para comprometernos así sea a un nivel pequeño. Si se multiplican agrupaciones de jóvenes, de mujeres, de adultos, de obreros, de campesinos que con un sentido cristiano, con un sentido de amor al prójimo, tal como nos lo manda el Señor; empiezan a construir la paz primero en su misma casa, a buscar esa armonía en la propia casa, a buscar que reine el amor en la propia casa, la comprensión, las buenas relaciones entre esposos y entre padres e hijos. Sí de allí se parte hacia afuera, no contentarse solamente con trabajar al interior de la familia; la familia cristiana está llamada a proyectarse hacia afuera, hacia los demás; y decía abrir los ojos a la realidad, abrir el corazón al sufrimiento de tantos hermanos nuestros, y luego actuar. Y decía también que no importa que en un primer momento este trabajo se realice a un nivel pequeñito, reducido; nuestro mismo corazón se irá ensanchando día a día y podremos dar poco a poco más de nuestro ser, más de nuestra preocupación, más de nuestra acción para ir adelante en la construcción de esa paz.

Permítanme que me dirija de una manera muy particular a los jóvenes. No sé si fue ayer, no más o anteayer, máximo, que en una conversación sencilla, en primer lugar decía yo que estaba notando una especie de fenómeno: que me buscaban muchos jóvenes para plantearme sus inquietudes, inquietudes profundas, inquietu¬des de carácter social, una búsqueda de compromiso y de como cumplir ese compromiso; y, la otra persona con la cual conversaba me dijo; quizá el fruto que podemos aspirar a que sea permanente después de este año internacional de la paz, es el de que los jóvenes consoliden un verdadero movimiento de juventud a nivel nacional, jóvenes que estén dispuestos a ir entregando todo lo generoso que tiene su corazón a causas grandes, a la causa del evangelio, a la causa del amor al prójimo, a transformar una sociedad que produce tantas miserias, que produce tanta hambre, que produce tanta pobreza. Los jóvenes están en el empuje de la edad de un hombre, de un ser humano; la sangre está borbotando en sus venas, hay muchas inquietudes en ellos; que sepan entonces orientar todas esas inquietudes con un gran amor, con una gran generosidad; a los adultos nos corresponde colaborar, estimular, muchas veces aclarar, el joven es impulsivo, al joven le hace falta experiencia; démosle la serenidad que quizá hemos conquistado los que ya hemos llegado a una edad adulta, aportemos así mismo la claridad y las enseñanzas que nos ha dejado la vida, a veces a costa de mucho sufrimiento. Eso les hará bien les dará una ponderación en su acción, en el cumplimiento de su compromi¬so y así podemos esperar días mejores para la iglesia y para la patria.

Queridos jóvenes, yo quisiera hacer vibrar lo íntimo del corazón de ustedes por estas causas grandes, consagrarse al servicio de los pobres, consagrarse por la causa de la justicia, por la causa de la libertad, por la causa del amor fraterno entre los hombres, por la causa de la vida defendiéndola de tanta falta de respeto que ahora vemos, por la causa de la paz; porque cuando luchamos por la justicia, cuando luchamos por la justicia con amor, cuando luchamos por la libertad, con ese mismo amor, cuando luchamos por la vida estamos trabajando por la paz. Jóvenes, tenéis un camino grande, largo pero brillante que recorrer movidos por amor a Cristo, a la iglesia que El fundó y movidos por el amor a nuestros hermanos compatriotas esparcidos por un territorio que llamamos Ecuador; que el Señor nos bendiga a todos, que bendiga de una manera muy particular a los niños y jóvenes que forman la gran mayoría de la población en el Ecuador y que por lo mismo constituyen, con estas condiciones, una base de esperanza para un futuro mejor y, en este sentido vamos a elevar nuestras oraciones a Dios durante esta celebración eucarística.

No hay comentarios:

Publicar un comentario