sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 34 DISCURSO EN PIMAMPIRO

Discurso en Pimampiro
21 de septiembre de 1985

Estimadas autoridades aquí presentes, queridos campesinos, queridos pobladores de Pimampiro, queridos jóvenes de Juventud en Marcha. Quisiera darles un mensaje detenido, en esta tarde, pero tengo el temor de que ya se sientan cansados, después de larga espera, y luego de este simpático programa. Por eso les pregunto: ¿podrían aguantarme hablar durante unos 20, 25, 30 minutos?, - Sííí!. ¿No están cansados? - Nooo!. Por allá no dicen nada. Quienes están sufriendo del sol, están cansados. Voy a tratar de ser corto, pero quisiera también, al mismo tiempo, ser muy claro, de modo que me entiendan todos el mensaje que quiero dejarles en esta tarde.

El Concilio Vaticano II que se realizó en los años 1962 a 1965, expresó en uno de sus Documentos, que nada humano: tristezas o alegrías, temores o esperanzas de los hombres, es ajeno a la Iglesia. Basándose en ese principio sentado por el Concilio, la Iglesia que está en América Latina realizó dos grandes conferencias: La Conferencia de Medellín en el año 1968 y la Conferencia de Puebla en el año de 1979. En ambas Conferencias se empieza haciendo una especie de diagnóstico de la realidad. Como si dijéramos, tomando el pulso del pueblo Latinoamericano y declarando que en este Continente, y por consiguiente en nuestro País, el Ecuador, la realidad es muy dolorosa. Realidad de analfabetismo, de ignorancia; realidad de pobreza, de miseria, de hambre, de enfermedades; realidad de injusticias, de dominaciones y esclavitudes; realidad de lucha para salir de esa situación, una lucha dolorosa. Teniendo en cuenta esa realidad y buscando cómo dar una respuesta a esa dura realidad de nuestro pueblo, la Iglesia Latinoamericana declaró en Puebla que optaba por los pobres y por los jóvenes. Solemnemente declaró esta opción por los pobres y esta otra opción por los jóvenes. Las grandes mayorías de habitantes de América Latina, la gran mayoría de habitantes del Ecuador, están compuestas de pobres, de gente que se debate para ganar el pan de cada día; de gente, sin embargo, creyente en Dios, que ha depositado su fe y su confianza en el Dios de los pobres y por eso lucha con esperanza, lucha con confianza en ese Dios:
Indígenas: alrededor de tres millones de indígenas en el Ecuador.
Morenos: exactamente no sé el número, pero que viven también en condiciones muy difíciles, tanto en esta Provincia de Imbabura como en la Provincia de Esmeraldas y un poco en otras Provincias como la de Loja.
Obreros, campesinos en general, ésta es la composición mayoritaria del pueblo ecuatoriano.

Por este pueblo ha hecho, la Iglesia, su opción, por los pobres. Y en esta opción no ha hecho otra cosa, la Iglesia, sino seguir lo que Dios mismo ha hecho a lo largo de la Historia de la humanidad. Los pobres son la porción predilecta del Señor. El Señor se ha manifestado defensor de los pobres en toda circunstancia.

Ciertamente hemos hecho esa opción en la Diócesis de Riobamba, por los pobres. Quizá la hicimos antes de que se reunieran en Concilio y antes de que se reunieran las dos Conferencias a que he hecho alusión. Por eso, porque he encontrado en los pobres, en los pobres de la Diócesis de Riobamba, en los pobres de otras Diócesis del Ecuador, he encontrado esa fe en Dios, esa esperanza, esa confianza en Él. Porque el pobre, he encontrado y ha encontrado la Iglesia, que es más capaz de descubrir el secreto del Evangelio, el secreto de la esperanza en la vivencia de la Palabra de Dios. Por eso pienso que esta candidatura al Premio Nobel de la Paz, que se ha cristalizado tomando mi nombre, no es propiamente una candidatura de Leonidas Eduardo Proaño Villalba, es la candidatura de este pueblo del Ecuador, de este pueblo pobre. Por esta razón me hago presente en los lugares a donde se me ha invitado, para ir repitiendo y reafirmando en el pueblo del Ecuador, esta confianza en Dios, este espíritu de lucha que no declina porque sabe que Dios está con el pueblo.

Pero ahora quiero dirigirme de una manera particular a los jóvenes, a los jóvenes de Juventud en Marcha, pero también a todos los jóvenes del Cantón Pimampiro, a todos los jóvenes aquí presentes, hayan nacido en la ciudad o hayan nacido en el campo; cualquiera que sea su situación social o su situación cultural. Ya me colocaron este brazalete en mi brazo. También me han sumado así a Juventud en Marcha, a fuerza de cariño y, empiezo diciendo, entonces, a los jóvenes que precisamente creo yo, que los jóvenes sienten una simpatía grande por un humilde Obispo. Cuando me hablan como de una gran personalidad, me siento confundido y me siento, hasta cierto punto, con malestar. Yo no me creo una gran personalidad, yo me creo y me he creído siempre un hijo del pueblo pobre. Me he creído y me siento un hermano de los pobres en todo el Ecuador. Me siento un hermano de ustedes, un hermano de todos los que luchan por la justicia y por los pobres en este País y en América Latina. Y quería decir que, seguramente, los jóvenes experimentan una simpatía, no tanto por mi persona, no tanto por lo que soy yo, sino por la causa. Estamos viviendo en un mundo en el cual hay cada vez mayor número de jóvenes que sienten como en carne propia el sufrimiento del pueblo; que sienten como en carne propia la aspiración a un mundo mejor, a un mundo justo, a un mundo humano, a un mundo fraterno en el cual todos podamos vivir alegremente en medio de la práctica de la justicia y en medio de la práctica del amor y de la libertad. Esta es la causa, ésta es la bandera de los jóvenes y allí nos fusionamos, allí nos encontramos. Por eso he aceptado este brazalete. Por eso siento, también, una profunda simpatía por los jóvenes y por eso el mensaje que quiero dejarles, quisiera que se grave en su corazón, en su vida, para futuro de la Patria, para el futuro de América Latina, para el futuro de la Iglesia en este País nuestro, el Ecuador.

¿Quiénes se llaman jóvenes? Se llaman jóvenes, hombres y mujeres que han nacido hace unos 20 años, más o menos: 15, 18, 20, 22, 24 años, son los jóvenes. Reflexionemos, jóvenes. Después de 15 años llegaremos al año 2000, año de expectativas. Después de 15 años, ustedes que tienen más o menos 20 años ahora, tendrán más o menos 35 años. Serán hombres hechos, mujeres hechas. Depende de lo que sueñen ahora. Depende de esa causa que he querido diseñar anteriormente, de la profundidad con que hagan suya esa causa de una sociedad nueva, de un mundo nuevo, de un hombre nuevo, dependerá que en el año 2000 ustedes hayan podido, y estén en condiciones de contribuir, a que nazca y crezca y se fortalezca ese mundo nuevo, ese hombre nuevo, ese hombre hecho en la justicia, en la fraternidad, en el amor, en la libertad, en el respeto a los Derechos Fundamentales del Hombre. Depende de ustedes. La responsabilidad de ese mundo, cercano ya, del año 2000, cae sobre vuestros hombros.

Queridos jóvenes. Hay otra realidad que también tiene que hacernos reflexionar. En el año 1952 se realizó el primer censo de población del País, y entonces éramos apenas 3'200.000 habitantes en el Ecuador. En el año 1957, América Latina contaba con 160'000.000 de habitantes. Hoy el Ecuador pasa de los ocho millones y medio de habitantes. Hoy América Latina pasa de 330 millones de habitantes. ¿Qué significa esto? Significa que Ecuador, significa que América Latina, son Países con una enorme juventud, con una juventud mayoritaria. Con razón se llama a América Latina el Continente joven. Con razón el Papa Juan Pablo II, hablando de América Latina, dijo que era el Continente de la esperanza. Podemos decir, también del Ecuador, lo mismo; porque toda esa población nueva es joven y está llena de esperanzas, está llena de ilusiones. En el discurso inicial pronunciado por quien representó a Juventud en Marcha, oímos decir que tienen sus metas y que ningún obstáculo les hará retroceder para conseguir esas metas, para conseguir esos objetivos. Esa es la juventud, una juventud pujante, una juventud valiente, una juventud que no retrocede ante las dificultades.

Pues bien ¿para qué traigo a cuento todos esos números, todas esas estadísticas? Es para comparar, queridos jóvenes. Yo acabo de venir de unas reuniones en Europa. En Europa he estado varias veces. Europa, desde este punto de vista, es un continente envejecido. Hay jóvenes, ciertamente, pero en reducido número. Es un Continente que envejece también en el espíritu. Es un Continente que se acostumbró al bienestar, a la comodidad Es un Continente que va perdiendo la fe en Dios, que se descristianiza rápidamente, que pierde la ilusión de vivir. ¿Cuál es, entonces, queridos jóvenes, cual es la misión de esta juventud del Continente Latinoamericano? ¿Cuál es la misión de esta juventud del Ecuador? ¿Cual es la misión de esta juventud de Pimampiro? ¿Cuál es la misión de la juventud de la Provincia de Imbabura? ¿Cuál es? Es una misión grande, una misión trascendente, es una misión constructora. Estáis llamados a construir ese nuevo mundo al que estoy haciendo referencia. Fundamentado en Dios, en la fe en Dios. Fundamentado en el Evangelio, en la vivencia Cristiana. Esa es vuestra misión, para luego, desde aquí, desde esta construcción de una sociedad nueva, de una sociedad justa, de una sociedad fraterna, de una sociedad libre podáis, también, decir vuestra palabra, dar vuestro testimonio a los países, a las Naciones, que en épocas anteriores nos dieron el Evangelio: España y otros países más de Europa. Tenemos la obligación, tenéis vosotros la obligación y la misión de llevar esta bandera, esta bandera preciosa de la renovación del mundo, de la renovación de la Iglesia. Por eso empecé diciendo que quisiera que este mensaje se grabara profundamente en vuestro corazón, que se grabara profundamente en vuestra memoria y que, este mensaje, procurarías llevarle a la práctica. Hay una misión muy grande, tremendamente grande, que se os ofrece a vosotros, que tenéis que tomarla en vuestras manos. Voy a terminar agradeciendo de todo corazón estos momentos de alegría, estos momentos de esperanza, estos momentos de entusiasmo, estos momentos de contagio de vitalidad. Jóvenes y campesinos y pobres: vosotros me contagiáis vitalidad. Voy caminando a los 76 años de edad, pero contagiado por vuestra vitalidad, quiero también sumarme a todo el empuje, a todo el empeño del pueblo y de los jóvenes a seguir trabajando por ese mundo nuevo, por ese hombre nuevo, por esa sociedad nueva, por esos grandes valores del Evangelio: la vida, el amor, la justicia, la libertad, la paz.

Gracias.

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