sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 29: NUEVOS CAMPOS DE ACCIÓN MISIONERA (II PARTE)

LOS EQUIPOS MISIONEROS DIOCESANOS Y LAS COMUNIDADES DE BASE II Parte

3.- Objetivo de la labor misionera.- Otra vez, estuve en Penipe el domingo pasado, para tomar parte en la reunión semanal de líderes. Estos concurrieron en mayor número que el domingo anterior: eran unos setenta y cinco.

La víspera, es decir el sábado, nos reunimos quienes iríamos a participar en esta reunión, para prepararla. Resolvimos distribuir así el tiempo: a las diez de la mañana, mientras van llegando, repasamos cantos; luego, nos reunimos en grupos organizados con los líderes de comunidades vecinas, hasta las once de la mañana; luego, una asamblea plenaria, en la que se vayan tratando temas de interés común: para este domingo y los que sean necesarios, resolvimos estudiar el tema: ¿Cómo dirigir una reunión? Inmediatamente después de la reunión plenaria, la celebración de la Misa.

Pues bien, en la reunión el último domingo, a más de intercambiar experiencias en los grupos, se empezó a tratar el tema: ¿Cómo dirigir las reuniones de un grupo?... El diálogo estuvo muy interesante. Alguien dijo, el líder de Yuibug me parece, que, antes de hablar de la dirección de reuniones, debíamos plantearnos la cuestión de qué hacer para contar con un grupo, pues de nada sirve saber cómo se dirige una reunión si no hay con quién reunirse. Y entonces se dijo: que el líder o los líderes deben dar ante todo testimonio de cambio de vida que los líderes deben aprender a fomentar una auténtica y profunda amistad entre vecinos, pues cuando somos amigos nos gusta reunirnos y buscamos las ocasiones de reunirnos; que uno de los medios para fomentar la amistad es la preocupación por servir desinteresadamente al prójimo, que hay que mostrarse solidarios con los demás, tanto en las alegrías como en las penas, pero sobre todo en las penas; que la oración cuando se realiza en ese clima de solidaridad y de amistad, se hace también gustosa y une mucho a los amigos. Se habló de la necesidad de cultivar la puntualidad y de que, en esto, el líder debe ser un modelo, que él debe estar con algunos minutos de anticipación en el lugar de la reunión, no sólo para dar ejemplo, sino también para ir creando un ambiente de amistad y de confianza, conforme van llegando los miembros del grupo. El saludo, la acogida cariñosa, el interés por las personas son, efectivamente, algo muy valioso para la creación de ese ambiente de confianza. Se habló también de que el líder no debe empezar imponiendo sus gustos o sus criterios. Por ejemplo, si se quiere empezar la reunión con algún canto, el líder debe preguntar a los asistentes: ¿Quieren que cantemos?... ¿Qué cantamos ahora?...

De esta manera transcurrió rápidamente el tiempo; pero todos salimos muy contentos y enriquecidos con los aportes y sugerencias hechas en el diálogo.

¿Qué tiene que ver todo esto con las misiones de que estábamos hablando?... Tiene mucho que ver. Ya lo dije en otra oportunidad: las misiones hoy día no tienen como objetivo solamente pegar una sacudida para que la gente se acuerde de tarde en tarde que hay un Dios, que tenemos que morir, que hay un cielo, que hay un infierno, y después siga viviendo como antes. No. Las misiones hoy día buscan que la gente cambie de vida y ponen los cimientos inclusive para un cambio de estructuras. Ya hice memoria de lo resuelto por la Conferencia Episcopal sobre la organización de equipos misioneros diocesanos o regionales. Ahora digo que la misma Conferencia Episcopal, primero en la Declaración Programática publicada en junio de 1967, y luego en la misma reunión de 1969, hizo encargo a la Comisión de Evangelización y Catequesis de ir formando las comunidades eclesiales de base. Este es el objetivo con el que estamos trabajando. Las misiones no son un fin en sí mismas. Las misiones son el primer paso hacia la comunidad eclesial de base. Por esta razón, se ha procedido a la elección de líderes en cada comunidad humana. Por esta razón, se está dando especial atención a la formación de los líderes que están esforzándose por reunir una o dos veces por semana sus respectivos grupos. Pretendemos así llegar a la formación de comunidades eclesiales. El simple hecho de tener por delante este objetivo nos dinamiza a todos y la misión prolonga su actividad indefinidamente. Pero, además, el hecho de tener por delante este objetivo nos obliga a todos a buscar la Palabra de Dios, a dejarnos interrogar por Ella, a convertirse constantemente, a comprometernos más y más en acciones evangelizadoras y liberadoras, nos lleva a ir construyendo la Iglesia de Cristo. Con todo esto quiere decir que la misión y todo cuanto vamos haciendo después de la misión nos lleva a cambiar de vida personalmente y nos lleva también al cambio de estructuras tales como la parroquia concebida como un territorio y como un conjunto numeroso de individuos más o menos aglomerados, más o menos dispersos.

Pero, ¿qué es la comunidad eclesial de base?... Por ahora, me contento con leer lo que dicen los documentos de Medellín a este respecto: “Es el primero y fundamental núcleo eclesial que debe en su propio nivel responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo.- Elemento capital para la existencia de comunidades cristianas de base son sus líderes o dirigentes... Es de desear que pertenezcan a la comunidad por ellos animada. La detección y formación de líderes deberán ser objeto preferente de la preocupación de párrocos y obispos, quienes tendrán siempre que la madurez espiritual y moral depende en gran medida de la asunción de responsabilidades en un clima de autonomía.- Los miembros de estas comunidades “viviendo conforme a la vocación a que han sido llamados, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado, sacerdotal, profética y real”, y hagan así de su comunidad “un signo de la presencia de Dios en el mundo”.

Una vez más: éste es nuestro objetivo: la formación de comunidades eclesiales de base. Las misiones que se van realizando y las que se realizarán más tarde, están encaminadas a este mismo objetivo. La tarea será dura y larga, pero está cargada de esperanzas.


Hoy, las misiones, aquí, allá, por todas partes, y la formación de líderes por la acción y la reflexión combinadas. Mañana, un florecimiento de la Iglesia en una multitud de comunidades eclesiales de base, en una auténtica vida comunitaria de fe, de amor y de alabanza.

4.- Preparación, realización, revisión.- Dije ya que nos reunimos el sábado pasado para preparar la reunión del domingo siguiente. Luego, hemos tratado de poner en práctica lo que habíamos preparado. Después de la reunión, con ocasión del almuerzo, nos pusimos a intercambiar impresiones y observaciones sobre el desarrollo de la reunión que acababa de terminarse.

Esto mismo que hemos hecho para una sola reunión, aspiramos a que se haga para cada misión, con mayor detenimiento que para una simple reunión y tratando de aprovechar cada vez de las experiencias que se van logrando.

a. Preparación. Es necesaria una preparación de los mismos misioneros. Es menester que entre todos los misioneros sientan profundamente el anhelo de alcanzar el objetivo. De otra manera, su colaboración puede estar desorientada o puede quedarse corta. Es menester que entre todos los misioneros vaya naciendo un auténtico espíritu de equipo. Es menester que todos los misioneros estén de acuerdo con puntos doctrinarios fundamentales. Y todo esto significa que tienen necesidad de prepararse. Algo más: es menester que todos los misioneros sean portadores de Cristo, porque el Mensaje que llevan a la gente no es sólo un conjunto de palabras y de pensamientos, sino que es el mismo Cristo, pues El es la Buena Nueva.

Es necesaria una preparación de las gentes para quienes va dirigida la misión. Que tengan noticia anticipadamente. De ser posible, que conozcan antes por lo menos a uno o dos de los misioneros. Que los mismos misioneros tengan noticia anticipadamente de las costumbres, de los problemas de la misión, que pudieran conocer por sí mismos las realidades de la población desde sus diversos ángulos.

b. Realización.- Sería una gran cosa que la realización de una misión, cuidadosamente preparada, fuera la respuesta lo más cabal posible para los designios amorosos de Dios y a las necesidades sentidas de la gente.

Tenemos que reflexionar y que orar mucho para descubrir cuáles son en concreto los designios de Dios sobre una población, sobre un conjunto de familias, sobre un determinado número de personas o sobre cada una de las personas que componen un anejo o una parroquia. ¿Quiere Dios, por ejemplo, que las gentes continúen dando culto a tantas imágenes y de la manera como lo hacen? ¿Queda Dios satisfecho con actos exteriores, con presentación de ofrendas, inclusive con confesiones y comuniones, si no hay cambio de vida?... Es necesario darnos respuesta a éstas y a similares preguntas, para que podamos hacernos un juicio acertado sobre lo que hemos llamado las necesidades sentidas de la gente. Porque, si la voluntad de Dios es otra distinta de lo que a veces es tan deseado por la gente, la respuesta será hacer todos los esfuerzos para que la gente caiga en cuenta de que lo que ellos quieren no es del agrado de Dios. El misionero tiene que ser por eso un profeta, aunque por otra parte tenga que hacer uso de mucha paciencia y de mucha prudencia.

c. Revisión.- La revisión pone a prueba nuestra capacidad de vivir la pobreza evangélica. Sin sentirlo, nos apegamos frecuentemente a nuestros criterios, a nuestro método de trabajo, a nuestros planes. Y, a través de una revisión seria, Dios puede darnos a conocer que “nuestros planes no son sus planes”.

Por esto, la revisión tiene como uno de sus frutos la corrección a tiempo de errores inculpables o de desviaciones culpables. Puede, por ejemplo, ser un error de técnica en la elección de líderes atenernos a nuestro criterio sin contar con el del pueblo, y puede ser éste un error inculpable, porque desconocemos los caminos que enseña la sociología para la detección de líderes. En todo caso, puede ser un error que perjudique al objetivo de la misión. Y puede que, en la misma elección de líderes, primen motivos de pura simpatía personal o motivos de interés de prestigio de los mismos líderes que nosotros queramos favorecer: en esto puede haber un porcentaje mayor o menor de culpabilidad que, asimismo, hay que corregir, para no perjudicar al objetivo.

Otro de los frutos de la revisión es el progreso. Nos damos cuenta de que determinados pasos dan excelentes resultados. Esto nos alienta y nos anima a seguirlos empleando y perfeccionarlos.

Hoy, hemos empezado a realizar un nuevo estilo de misiones populares, y hemos empezado a experimentar métodos de elección y de formación de líderes. Mañana, bien puede ser que cambiemos la misma palabra “líderes” por otra más expresiva y más nuestra. Mañana, bien puede suceder que estos hombres a quienes llamamos “líderes”, que podrían llamarse “promotores” de comunidades eclesiales de base, se transformaran en diáconos o en presbíteros. Mañana, ¿por qué no podríamos contar con todo un conjunto de experiencias con la pastoral de grupo o pastoral de fermento?

Programa emitido por “Escuelas Radiofónicas Populares” el día 10 de septiembre/71

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