sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 27: LA SALIDA DE LAS RELIGIOSAS DE CHUNCHI

EN CHUNCHI...SALIDA DE LAS HERMANAS SALESIANAS

Por resolución de la Casa Generalicia de la Congregación de las Hermanas Salesianas, después de 60 años de labor en Chunchi al frente de una escuela, acaban de dejar este trabajo y la población las Religiosas de dicha Congregación. ¿Cuáles han sido los motivos de su salida? Según lo manifestado por las Superioras, el motivo ha sido la escasez de personal. Ni los pobladores de Chunchi ni yo esperábamos un acontecimiento semejante. Pero, ante la insistencia y las exposiciones de razones en que fundamentaron su propósito, hemos tenido que aceptar la situación, no sin antes agradecer la abnegada labor de las religiosas durante tantos años. Oportunamente, envié una comunicación dirigida a los dos sacerdotes que están trabajando en Chunchi, con miras a que su contenido fuera dado a conocer al pueblo.

Les decía así en esta carta:
“Para su información y la del pueblo de Chunchi, comunico a Uds. Lo siguiente:
A principios de vacaciones del presente año escolar, la Hna. Directora de Colegio “María Auxiliadora” de esta ciudad me comunicó, de parte de sus Superiores, que se había resuelto la supresión de la casa de Chunchi, porque la escasez de personal obligaba a la Congregación a ir cerrando casas. Por mi parte, opuse al propósito todas las objeciones que se me ocurrieron en ese instante y di largas al asunto.

La Congregación de Religiosas Salesianas insistió varias veces, por medio de representantes, en su propósito, argumentando que, en el caso de Chunchi, no podían mantener la casa en conciencia, pues, por una parte, las religiosas que estaban trabajando allí, por su edad, no estaban en condiciones de continuar con esa responsabilidad, y por otra, la Congregación no contaba con personal suficiente para reemplazar a las ancianitas. Ante la insistencia, tomando en consideración las razones en que la Congregación fundamentaba su propósito y luego de tener en mis manos una comunicación oficial, hace más o menos dos semanas, firmé el consentimiento de salida de Chunchi de las religiosas Salesianas, particular que, en la primera oportunidad, di a conocer verbalmente al P. José Delfín Tenesaca.

Estos son los hechos. Hago ahora algunas reflexiones. Ha sido resolución de la Congregación de Religiosas Salesianas la salida de Chunchi. Si las Superioras revisan su resolución y manifiestan que pueden continuar manteniendo la casa de Chunchi con personal suficiente y capacitado, ningún inconveniente tengo en aceptar esta revisión, antes bien, agradecería a la Congregación si así lo hiciera. En el caso de que la congregación se encuentre, como se me ha dicho insistentemente, en la imposibilidad de continuar atendiendo la casa de Chunchi, lo que nos corresponde es enfrentarnos serenamente con el problema. Ante todo, debemos tener presente que las congregaciones religiosas, como tantas otras instituciones de la Iglesia, se encuentran actualmente en crisis. Luego, debemos tener presente así mismo que, después del Concilio, la tarea de la educación cristiana ha tomado nuevas proporciones, o, como se dice hoy, nuevas dimensiones. Debemos tener presente, por último, que todos los bautizados tienen derecho a la educación cristiana y no sólo las clases sociales pudientes. Así lo dice el documento de Medellín sobre Educación: “La Iglesia, en cuanto a su misión específica, debe promover e impartir la educación cristiana a la que todos los bautizados tienen derecho, para que alcancen la madurez de la fe”. (9).

¿Qué podremos deducir, para la práctica, de todas estas reflexiones?... Que si las Religiosas Salesianas no pueden continuar en Chunchi, ¿se acaba allí para siempre la educación cristiana?... No. Por lo que a mí toca, me propongo buscar otra Congregación de Religiosas. He dado ya un primer paso en este sentido y espero de un día para otro la respuesta. Cualquiera que sea la Congregación de Religiosas o la Institución que quiera hacerse cargo de la casa de Chunchi, debemos orientar su labor de la manera siguiente:

a) Que tome la responsabilidad desde el principio de formar un pequeño equipo de planta de personas seglares;
b) Que mantenga la casa abierta, no sólo a las niñas, sino de preferencia a los jóvenes, a los campesinos, a los adultos, particularmente a los padres de familia, organizando con ellos grupos y tendiendo a la formación de comunidades eclesiales de base;
c) Que se imparta a todos una educación cristiana verdaderamente liberadora de complejos e injusticias y comprometedora en la construcción de un mundo nuevo.”

Hasta aquí mi carta fechada el 26 de agosto. El 1 de septiembre recibí una numerosa comisión de padres de familia. He tenido así la oportunidad de dialogar largamente a propósito del problema. Entre otras cosas, les he dicho que la escuela católica es sólo uno de tantos medios de que puede servirse la Iglesia para cumplir con su misión educadora; que cada día va apareciendo con mayor claridad que el grupo constituye un medio importantísimo, quizá el principal, de educar al niño, al joven, al adulto. Me rectifico: digo que el grupo es un medio muy eficaz para que los integrantes, niños, jóvenes o adultos, se eduquen.

¿Por qué motivos?

Porque el grupo permite el contacto personal que no permite la estructura de la escuela.

Porque el grupo permite, o mejor, exige, el método dialogal que la disciplina implantada en la escuela no tolera. Porque el grupo crea un clima propicio para el uso de la libertad y, por lo mismo, para la adquisición de la responsabilidad, que la escuela a veces mata.

Porque el grupo es capaz de desatar una dinámica en los integrantes que los transforma en seres activos y aptos para la iniciativa creadora, mientras que la escuela vuelve pasivos a los seres humanos y los estandariza.

Desde otros puntos de vista, el grupo como medio de educación ofrece también inmensas perspectivas. Por ejemplo: al frente de una escuela primaria están seis religiosa, enseñando, pero no educando... Si la tarea de la enseñanza fuera asumida por otras personas, esas seis Religiosas podrían dedicarse a tiempo completo al contacto con jóvenes, con adultos, tanto de los centros poblados como del campo y a reuniones en grupos con ellos. Aparece evidente que podrían así aspirar a multiplicar su labor de educadoras. Pero añadamos que si esta labor se dirigiera de un modo preferencial a los padres de familia, éstos llegarían a ser en la práctica lo que deben ser, esto es, los primeros educadores de sus hijos. De otro modo, la familia no educa y, cuando la familia no educa, es inútil, todo lo que se pueda hacer en la escuela, porque entonces la casa destruye lo que la escuela edifica.

De esta manera hemos dialogado y hemos llegado a entendernos perfectamente. De esta manera, los problemas de hoy son la víspera del amanecer de un nuevo día. Aspiramos a que mañana la educación en Chunchi y en la Diócesis de Riobamba sea democrática y liberadora.

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