viernes, 21 de agosto de 2009

Envío 3º La Iglesia y la Política II

3. La verdadera posición de la iglesia

Hay necesidad de un verdadero desmenuzamiento para buscar el acierto en este escabroso tema. Por esta razón, voy a ir distinguiendo la posición de la iglesia en general y la posición de los hombres que formamos parte de esta iglesia. Empiezo por buscar cuál debe ser la posición de la iglesia en general.
La iglesia ha recibido de su fundador la misión de predicar el evangelio, esto es, de proclamar la buena nueva de salvación a todos los hombres. Este simple recuerdo nos hace ver claramente que la iglesia no puede comprometerse con una ideología. Aun en el caso que una ideología política se hubiese inspirado en la doctrina del evangelio, siempre entran muchos elementos humanos, sea en la elección de principios, sea en la elección de medios y de tácticas. Así puede darse el caso de que dos o más partidos políticos hayan buscado inspiración en el evangelio y sin embargo se muestren diferentes y hasta opuestos en determinados principios, en el uso de determinados medios y en la utilización de diversas tácticas. Lo firme es Cristo. El evangelio nos ha sido dado para que el hombre encuentre a Cristo. La misión de la iglesia es mostrar a este Cristo que no se ha comprometido con ninguna corriente política. La iglesia debe tener una libertad tal que pueda señalar errores y denunciar injusticias en donde quiera que se produzcan. Desde este punto de vista, tiene vigencia permanente el principio de que la iglesia debe permanecer por encima y fuera de todo partido político.
Además, si la iglesia en general se aliara con un partido político, por ese mismo hecho se incapacitaría para predicar el evangelio a todos los hombres.
Quede, entonces, muy claro que la iglesia en general no puede abanderizarse por un partido político y que debe ser, en consecuencia, muy celosa de su independencia. No quiere decir esto, como lo ha proclamado el liberalismo, que a la iglesia únicamente le corresponde tratar de los asuntos espirituales. El texto citado antes del concilio nos demuestra claramente que la iglesia debe interesarse por todos los problemas que atañen al hombre.

4. La liberación

Después del concilio Vaticano II y, en América latina, después de la II Conferencia general de Medellín, frente a actitudes consecuentes con los documentos emitidos, hay mucha gente que acusa y dice que el obispo y el sacerdote están llamados a trabajar por los ricos y por los pobres. ¿Por qué -se dice- obispos y sacerdotes están dando preferencia a los pobres? ¿Acaso los ricos no tienen que ser también salvados? ¿Acaso los ricos no son más pobres que los pobres desde este punto de vista?
La respuesta a estas quejas y acusaciones se encuentran en el evangelio. Leamos este pasaje:

Entonces Jesús fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. En el día de descanso, entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaías; y cuando lo abrió, encontró el lugar donde estaba escrito así: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para dar buenas noticias a los pobres; me ha mandado para sanar a los afligidos de corazón, para anunciar la liberación a los oprimidos y dar vista a los ciegos; para poner en libertad a los maltratados; para anunciar el tiempo favorable del Señor". Entonces Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Como todos los que estaban en la sinagoga le seguían mirando, él comenzó a hablar y dijo: Hoy mismo se ha cumplido esta escritura delante de vosotros (Lc 4, 16-21).

Este y otros textos del evangelio nos indican que Cristo optó por los pobres. La iglesia, continuadora de la misión de Cristo, está constituida por los pobres. Por esta razón, ya no se admite la expresión "la iglesia de los pobres", sino que se habla de la iglesia pobre. Esta es la iglesia de Cristo.
En relación con los ricos, esto quiere decir que los pobres están llamados a evangelizar a los ricos. ¿Cómo? La respuesta es difícil, porque los ricos no aceptan a los pobres, porque los ricos no quieren reunirse con los pobres, porque los ricos se creen más cristianos que los pobres, porque los ricos utilizan el evangelio y a la misma iglesia para mantenerse en su situación de privilegiados de la fortuna.
Entonces ¿cómo podrán ser evangelizados y cómo podrán salvarse los ricos? Me parece que hay un solo camino y es el de que los ricos se vuelvan pobres.
Cuando Jesús se encontró con Zaqueo y Zaqueo descubrió en Jesús al salvador, se operó una conversión: este hombre rico resolvió hacerse pobre, devolver todo lo que había robado y repartir la mayor parte de sus riquezas entre los pobres.
En conclusión, la liberación traída por Cristo y la buena nueva proclamada por él son para los pobres, para los oprimidos. Esta es opción absolutamente necesaria para la iglesia. Desde este punto de vista, esta opción por los pobres es opción política. No se puede servir a dos señores, porque o se está con el primero en contra del segundo o se está con el segundo en contra del primero. Así habla el evangelio. Esta es la política de Cristo.

5. El sacerdote y la política

Lo dicho en relación con la posición de la iglesia se aplica naturalmente al sacerdote frente a la política. Pero el hecho es que, como ya lo recordé, hay sacerdotes que actualmente se enrolan en movimientos concretos de liberación, inclusive en acciones guerrilleras. ¿Qué pensar de todo esto?
El sacerdote es un hombre y un cristiano. Como hombre y como cristiano está llamado a aportar al bien común de la sociedad. Como hombre cristiano tiene derecho a optar por una ideología política y por un partido político. Pero entonces surgen algunas dificultades, las mismas que he señalado antes, cuando he dicho que la iglesia no puede abanderizarse con un partido político. Por esta razón, sin negar el derecho que un sacerdote tiene a optar por un partido político, pienso que en este caso el sacerdote debe actuar de tal manera que no se interprete que su opción es opción oficial de la iglesia. En concreto, este deslindamiento puede expresarse de diversas maneras, de acuerdo a cada caso.

6. El seglar y la política

Es necesario repetir que todo hombre está llamado a prestar su colaboración en la realización del bien común. Es necesario repetir que la fe cristiana lleva al compromiso político en este sentido y que todo lo que se llama fe cristiana y no lleva a este compromiso es inauténtico. Si el evangelio habla de liberación de los pobres es porque hay necesidad de trabajar y de luchar por la liberación de esclavitudes concretas. Es necesario repetir que estas esclavitudes constituyen la situación de pecado de que habla Medellín o el pecado social de que habló el último sínodo de obispos. Es inconcebible, entonces, que un cristiano se comprometa con el evangelio y no se comprometa al mismo tiempo con la liberación que proclama el evangelio.
Sin embargo, el compromiso puede diversificarse. En unos casos, puede ser el compromiso con un partido político. Para esta opción, el cristiano debe seguir los dictámenes de su conciencia iluminada por el evangelio. Entonces, su conciencia le dirá cuál es el partido político que más garantías le ofrece de que su participación contribuya eficazmente a la liberación de los hombres. En otros casos, el cristiano podrá optar por otros compromisos que no sean precisamente los de la elección de un partido. Por ejemplo, puede optar por un compromiso que le lleve a entregarse a tareas de una educación popular liberadora o explícitamente a tareas de evangelización liberadora.

7. Las comunidades cristianas y la política

El problema de la participación en la política se plantea también para las comunidades cristianas. En relación con la opción por un partido o movimiento político determinado, lo correcto es que las comunidades cristianas como tales no se comprometan con ellos, pues esto significaría restringir su campo de actividades y comprometer a la misma iglesia.
Dentro de una comunidad cristiana, como respuesta a los problemas de la comunidad más grande, sea a nivel local, sea a nivel provincial o nacional, los miembros son libres para escoger su propio compromiso. En una comunidad cristiana pueden comprobarse diversos carismas. Es necesario descubrirlos, formarlos y respetarlos. Mientras a unos miembros de la comunidad puede apasionarles la militancia en un partido político, a otros esto puede repugnarles y, en cambio, atraerles otras actividades orientadas al bien común. Sería injusto obligar a todos a encarrilarse por un partido político.

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