viernes, 21 de agosto de 2009

Envío 2º La Iglesia y la Política I

FUNDACIÓN PUEBLO INDIO DEL ECUADOR
Constituida por Mons. Leonidas Proaño
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CELEBRAMOS el XX ANIVERSARIO de la Pascua de Mons. PROAÑO


18. LA IGLESIA Y LA POLÍTICA

1. Hechos

La iglesia jerárquica se ha pronunciado, en diversas ocasiones, sobre asuntos que necesariamente entran en el contenido de la política. Las encíclicas papales escritas desde León XIII hasta Pablo VI sobre cuestiones sociales son una comprobación de lo que estoy afirmando. Muchos de los documentos aprobados en el concilio Vaticano II son otra comprobación de lo afirmado. Por último y para no extenderme demasiado, los documentos de la II Conferencia episcopal latinoamericana, aprobados por la santa sede, constituyen una nueva comprobación.
Basta abrir cualquiera de esos documentos para advertir que los papas, que la Asamblea de los obispos de todo el mundo, que la Asamblea de obispos representativos de los episcopados latinoamericanos han enfocado temas políticos, tales como el problema del trabajo, del salario, de la propiedad privada, de la familia, de la igualdad esencial entre los hombres y la justicia social, de la dignidad de la persona humana, de la situación de la cultura en el mundo moderno, del desarrollo económico, del destino de los bienes de la tierra, de la paz y de la guerra, de la edificación del mundo. Todos estos temas y otros que no están citados entran de lleno en el concepto de política. Desde este punto de vista, la iglesia jerárquica ha participado del hecho en la política. Este es un primer hecho que luego analizaremos.
Otro hecho es que la misma iglesia jerárquica, aun en los tiempos modernos, ha optado por estar de acuerdo con lo que se llama el orden establecido. Muchas veces, la iglesia jerárquica ha hecho declaraciones en este sentido. También es necesario señalar que en otras ocasiones, esta misma iglesia jerárquica ha guardado "un prudente silencio", para no perturbar la paz, frente a hechos injustos y dolorosos. Por estas razones, de diversas partes, se la ha acusado de encontrarse aliada con los poderes de este mundo, entre ellos con el poder político.
En nuestro país, durante un largo período de su historia, la iglesia jerárquica, con algunas excepciones, se ha mostrado fuertemente uncida a gobiernos y partidos políticos que se han denominado "católicos". Todavía podemos recordar cómo obispos y sacerdotes, de manera abierta o disimulada, tomaban parte en campañas políticas electorales a favor de determinados candidatos llamados de derecha. Por fortuna, esta alianza ha ido desapareciendo y la iglesia jerárquica se ha ido liberando de toda esta clase de compromisos. Pero, con lo dicho queda señalado otro hecho para ser analizado.
Hay actualmente otro fenómeno en relación con la política. Sacerdotes, religiosos, religiosas y aun algunos obispos se han mostrado frente al mundo abiertamente comprometidos con las clases sociales dominadas, en oposición a las clases dominantes y a veces, tomando parte activa junto a movimientos políticos determinados. ¿Quién no recuerda el nombre de Camilo Torres? ¿Quién no ha oído hablar de sacerdotes que han ingresado en las guerrillas? ¿Quién no se ha asombrado al conocer por las publicaciones de la prensa que algunas religiosas se ha comprometido con movimientos revolucionarios? ¿Quién no tiene presente la reunión realizada en Santiago de Chile y organizada por sacerdotes con el título de "Cristianos por el socialismo"? Este es otro hecho digno de tomarse en cuenta para una reflexión tranquila y descubridora de las líneas evangélicas que deben guiarnos al respecto.

2. Análisis de estos hechos

Algunas personas critican a la iglesia jerárquica en el sentido de que se acomoda a las circunstancias por pura conveniencia. Dicen que si en una época de la historia tienen éxito determinadas ideologías y determinados políticos, la iglesia se muestra de acuerdo con las ideologías y partidos que tienen garantía de éxito en el mundo.
Hablando sinceramente, como debemos hacerlo siempre, hay casos tal vez numerosos en los cuales elementos jerárquicos de la iglesia han actuado por pura conveniencia. En estos casos se ha hecho uso de la política en un sentido deteriorado. En estos casos, quienes han actuado de esta manera han ingresado en el grupo de los llamados "vivos" por el pueblo.
¿Cómo explicarnos estas desviaciones? Es difícil decir de un modo absoluto por qué se ha actuado de esta manera. En algunos casos puede haber habido un sincero interés por el bien de la iglesia, pero no se ha tenido una visión clara y exacta acerca del verdadero bien de la iglesia. En una palabra, en estos casos, se ha actuado equivocadamente. En otros casos, puede haber motivado una actuación semejante el interés personal, la ambición de prestigio, de poder, de aprovechamiento.
En cada caso, es necesario analizar el hecho, sus circunstancias, las motivaciones, para no caer en una actitud absolutista y condenatoria. Debemos tener presente que la iglesia está llamada a encarnarse en las realidades de este mundo y que es difícil estar en el mundo y no ser del mundo. Fácilmente la iglesia puede caer en uno de estos dos extremos: o bien espiritualizarse tanto que no es respuesta a los problemas que viven los hombres, o bien exagerar tanto su encarnación hasta perder el sentido trascendente de su misión y mundanizarse. Apliquemos lo dicho a la política. Al fin y al cabo, la iglesia está formada por hombres y los hombres sin excepción somos proclives a caer en errores consciente o inconscientemente. La asistencia del Espíritu a la iglesia aparece con toda evidencia precisamente porque esta iglesia está formada por hombres pecadores.
Con sus documentos sociales, la iglesia ha pretendido contribuir al bien común. Así se explica la misma evolución del pensamiento social de los papas y el marcado avance dado a su pensamiento por el concilio Vaticano II y por los documentos de Medellín. Así se entiende que la constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo moderno empiece declarando:

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.

Lo dicho demuestra que la iglesia ha participado y participa en política, pero participa, desde este punto de vista, en la promoción del bien común. Si todos los miembros de la comunidad humana, en cualquier nivel en que nos encontremos, estamos llamados a trabajar por el bien común, es normal que la iglesia realice todo lo que esté en su mano por la consecución de su objetivo.
En cambio, cuando la iglesia ha optado por una ideología política y por un partido político, cuando la iglesia ha defendido de alguna manera un orden social injusto, cuando se ha uncido al carro de un poder político concreto y determinado, cuando ha callado por miedo o por falsa prudencia hechos evidentemente denunciables, se ha parcializado, ha renunciado a ser la mensajera del evangelio a todos los hombres y se ha esclavizado. Más grave todavía ha sido su actuación cuando ha abusado de su ascendiente sobre el pueblo para influir en el triunfo de determinados candidatos y de determinados partidos políticos. ¿Qué decir cuando esos partidos políticos y esos candidatos han sido opresores del pueblo?

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