martes, 6 de octubre de 2009

Envío Nº 87. CARTA A LOS SACERDOTES DE RIOBAMBA (III Parte)

CARTA A LOS SACERDOTES DE RIOBAMBA* (III Parte)

Equipos de base funcionales

a) En la Iglesia de Riobamba, por lo pronto, serán dos: de Educadores y de Asesores del Apostolado de los laicos. El de Educadores estará integrado por dos representantes del personal docente de cada uno de los colegios católicos; el de Asesores, simplemente por los sacerdotes que desempeñan esta misión en la Diócesis.

b) Para la elección y nombramiento de responsables de los equipos, tesoreros y secretarios, deben proceder de la misma forma que los equipos territoriales.

c) Es deseable que los componentes del equipo de asesores lleven vida común.

d) La misión del equipo de Educadores y la de los Asesores es fundamentalmente la misma: formar en Cristo. La diferencia está en los medios: para los primeros es el colegio, para los segundos la asociación. Será muy útil, por consiguiente, que estos equipos busquen el acuerdo, no sólo en la doctrina, sino también en los métodos, en las metas, etc.

e) Mientras sea necesario y posible, la Diócesis sufragará los gastos de mantenimiento y de actividades del equipo de asesores; pero debe aspirarse a que sean las mismas organizaciones de apostolado laical las que contribuyan con estos gastos.

f) No olviden uno y otro equipo que su objetivo es formar cristianos laicos comprometidos con Cristo, dirigentes de comunidades cristianas vivientes, diáconos, y que de la sinceridad de su trabajo depende en mucho la proliferación de vocaciones que se consagren al servicio de Dios y de los hombres, en el sacerdocio ministerial y en la vida religiosa.

g) Las funciones de los presidentes serán: convocar y presidir las reuniones; traer como delegados al consejo de Presbiterio las inquietudes, problemas y experiencias de sus equipos; llevarles las orientaciones de la Iglesia universal y de la Iglesia local; coordinar el trabajo y responsabilidades de las realizaciones.

Conforme la reflexión y la experiencia vayan haciendo luz, estas disposiciones podrán modificarse o completarse en el futuro.

De la organización y funciones de la administración temporal, de las funciones específicas de las vicarías y departamentos, de la organización y funcionamiento del Consejo Diocesano de Religiosas, del Consejo Diocesano de Laicos y del Consejo Diocesano de Pastoral, me ocuparé, en una próxima vez, con más detenimiento, y, en su oportunidad, de las comisiones permanentes y transitorias.

Cambio de metas, de métodos de trabajo y de estilo de vida

Después de haber tratado del cambio de estructuras, vengo a decir pocas palabras acerca del cambio de metas, de métodos de trabajo y de estilo de vida.

Hasta ahora, las metas de nuestro ministerio sacerdotal han sido principalmente la sacramentalización, la conservación de grupos minúsculos y cerrados, en congregaciones piadosas y devociones de espiritualidad individualista, el centralismo funcionalista de despacho.

De ahora en adelante, las metas pastorales serán: antes de sacramentar, evangelizar, ir en busca de las 99 ovejas perdidas, sin descuidar la atención a la única que ha quedado en el redil; formar y educar las comunidades cristianas allí donde existen comunidades naturales o en donde puedan nacer, para organizar vitalmente la comunidad parroquial, para estructurar la comunidad diocesana, para vincular la comunidad eclesial universal.

Hasta ahora, los métodos de trabajo han sido: llamar y esperar que vengan; amenazar a los que no vienen e insistir en una pastoral de mero cumplimiento del precepto dominical, del precepto pascual, de la recepción de sacramentos; favorecer una esperanza de lotería, inculcando el azaroso deseo de alcanzar una buena muerte antes de la firme voluntad de conquistar diariamente una buena vida.

En adelante, sin dejar de llamar, hemos de salir nosotros mismos a encontrar a los hombres en donde ellos están; hemos de sembrar amor, esa fuerza capaz de romper la dura y fría cáscara de la mera cortesía, del mero cumplimiento, para que la semilla de la Palabra de Dios, se expansione y crezca; hemos de cultivar la virtud teologal de la esperanza que es ya posesión de Dios, aunque todavía no completa ni definitiva.

Hasta ahora, nuestra manera de vivir ha sido más estacionaria que dinámica; más de administradores que de pastores; más de combate que de atracción; más de constructores de edificios y obras materiales que de constructores de la Iglesia viva.

En adelante, debemos ser menos estáticos y más dinámicos; menos administradores y más pastores; menos combativos y más atrayentes y abiertos; menos dedicados a obras de ornato y más obreros de la Iglesia de Cristo.

Cambio de mentalidad y de actitud

De nada servirá el cambio de estructuras esbozado; de nada servirá el cambio de metas enunciado, de métodos de trabajo y de estilo de vida; de nada servirá para nosotros la acción del Espíritu Santo hecha evidente e impetuosa en el Concilio Vaticano II, si no cambiamos de mentalidad, de actitud, para mirar las cosas de otro modo, para actuar con sinceridad y no por fingimiento, por celo y no por cálculo, por fidelidad y no por miedo.

Cambiar de mentalidad y de actitud quiere decir conversión hacia la luz y hacia el amor.

Espero de la generosidad de ustedes, la aceptación gozosa de los sacrificios que los cambios conciliares nos demandan.

Fraternalmente,
su servidor en Cristo Jesús,
Leonidas E. Proaño

* Esta es una carta histórica, llamada también la “Carta roja”, no sólo porque fue impresa en tinta roja, sino porque su contenido representa el momento de viraje en la Iglesia ecuatoriana. Era el primer obispo que de manera radical y planificada empezaba a aplicar las orientaciones del Concilio Vaticano II. Esta carta produjo una violenta reacción del clero tradicional y de la mayoría de religiosos. Empezaron los ataques de los sectores conservadores pero el camino hacia la renovación y el compromiso de fe empezó a clarificarse. Fue escrita en junio de 1966.

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