sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 56: MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO, EL OBISPO DEL DIÁLOGO (I PARTE)

MONSEÑOR PROAÑO, EL OBISPO DEL DIALOGO

A ciertos hombres que hacen historia, la Editorial Española "Desclée de Brouwer, de Bilbao, dirigió esta pregunta: ¿cuál es el credo que ha dado sentido a su vida?

Esta pregunta se le hizo también a Monseñor Proaño; pero él se resistió a contestar, porque no creía ser uno de aquellos hombres que hacen historia. Accedió, al fin, y escribió el mejor de sus libros: "Creo en el hombre y en la comunidad". Y a mí me cabe el honor de proclamar que Monseñor Proaño, el Obispo de los Indios, es uno de aquellos hombres que hacen historia haciendo su propia historia, llenando su vocación, con fidelidad a Dios y al pueblo de Dios. Con una vida que es diálogo, y con un diálogo que es vida, edificó LA IGLESIA DE RIOBAMBA, comprometida con la liberación integral de los pobres, especialmente de los indios; y, mirando en lontananza su tierra prometida, soñó que, del seno de la Iglesia Católica, nacerá LA IGLESIA INDIA, con su propia cultura, con su propia religión, con su propia teología, con sus propios servidores. Un auténtico sueño de profeta: quien tiene ese carisma, sueña los sueños de Dios. Voy a contar algo siquiera de esta peregrinación de fe, de amor y de esperanza.

I.- DE LA PEQUEÑA IGLESIA DOMESTICA, A PRESIDIR LA MESA DEL SEÑOR

"Los años de mi infancia, dice Monseñor Proaño, fueron una lejana preparación para la misión y tareas a que Dios me destinaba" (Creo en el hombre... p. 33).

Dentro de esta óptica, mira los valores humanos y cristianos de su hogar, de su pequeña "Iglesia doméstica".

1.- Don y mensaje de la pobreza.

Acentúa la humildad de su origen, porque tener un humilde origen no es pecado original..."Soy hijo de familia pobre". Su casita era pobre, situada en las afueras de la población de San Antonio de Ibarra. Saboreó lo que es padecer hambre. Vivió la solidaridad de los pobres, el sentido comunitario. La pobreza es un don de Dios y tiene su mensaje: bienaventurados los pobres.

Sus padres, Agustín Proaño y Zoila Villalba, le enseñaron a amar a los pobres, especialmente a los indios: él era el encargado de darles una pequeña limosna o un plato de comida; le enseñaron a respetar y a amar a los indios: encontraron un gozo especial en conversar con ellos y en servirles.

"Ese amor y respeto a los pobres, particularmente a los indígenas, llegaron a formar parte de mi propia existencia. Por esto, he dicho más tarde que no he querido nunca ser traidor a los pobres, pues nací en un hogar pobre y aprendió en ese mismo hogar a amar a los pobres" (Creo en el hombre... p. 22).

2.- El trabajo entre el diálogo y el canto.


Sus padres trabajaban en tejer sombreros de paja toquilla. Un trabajo duro y penoso. El niño Leonidas se especializó en ese trabajo: se perfeccionó en el arte de tejer parejo y fino. Lo más duro era macetear sombreros: se rompían las manos, mientras se formaban los callos. Los tres de la familia trabajaban. Mientras trabajaban, no sólo conversaban, sino que también entonaban canciones populares, a veces alegres, más frecuentemente tristes. Y aquí viene el sentido liberador de este trabajo: "Aunque en pequeño, a través de estas diversas formas de trabajo, absorbí insensiblemente el sentido comunitario del trabajo. En la casa, todos aportábamos para nuestra subsistencia. La dureza o la monotonía del trabajo eran suavizadas por la conversación y por el canto. El diálogo y el canto tienen un profundo sentido comunitario. El primero, el diálogo, es el mejor vehículo inapreciable de intercomunicación personal. El segundo, el canto, es un vehículo inapreciable de armonización, a través de las voces, de los sentimientos. Y es un medio de crear alegría y entusiasmo" (Creo en el hombre... p. 21).

Por eso, Ignacio Rueda pone en boca de Monseñor Proaño estos versos inmortales:

"Dejé mi oficio artesano,
fabricante de sombreros,
y me dediqué a tallar
cabezas para mi pueblo".

3.- Vida religiosa.

"Mis padres no fueron precisamente "piadosos". Fueron cristianos normales y corrientes, en el sentido de que no eran amigos de lo que el pueblo llama "beaterías". Sin embargo, Dios estaba muy presente en nuestra vida. Mi madre me llevaba a la misa dominical...Me impresionaba ver a mi padre en el templo. Guardaba una postura viril, seria, concentrada. Conservaba siempre cruzados los brazos...No éramos fiesteros ni amigos de tomar parte en romerías. Solamente una vez organizó mi padre una romería al santuario de las Lajas (Colombia)...El propósito era pedir a Dios por medio de la Virgen, luz para escoger el camino que yo debía seguir en mi vida" (Id. p. 34).

4.- Vocación al sacerdocio.

Cuenta Monseñor Proaño que cualquier trabajo manual le habría gustado más que llegar a ser sacerdote: había oído hablar muy mal acerca de un sacerdote. Dice que su sueño habría sido ser pintor. Así se lo dijo al párroco, que le hablaba del seminario. Pero Dios tiene sus caminos. Cuando Leonidas hizo la primera comunión, un Padre Lazarista, que le preparó para ello, le dijo: "Cuando seas grande, te esperamos en el seminario...Cuando estuvo a punto de terminar la educación primaria, (que la hizo en una escuela fiscal), llegó el párroco a la casa y dijo a Agustín Proaño: Si no le pones al chico en el seminario, te irás al infierno...Mis padres quedaron preocupados. Me consultaron". (Id. p. 35). Lo mejor que le dieron sus padres es que le educaron en la libertad y para la libertad. Qué hermoso diálogo, entre el padre, la madre y el hijo. Leonidas fue primero al colegio-seminario de Ibarra y después, al seminario Mayor de Quito. Un largo capítulo debería escribirse sobre la vida de Leonidas Proaño en esta casa de formación sacerdotal. Estudiaba a conciencia, infatigablemente. Devoraba libros y más libros. Tenía un profundo sentido crítico, personal, creativo, original. Sabía decir: yo...Sabía ser amigo. Sin buscarlo, era todo un jefe entre sus compañeros. No le gustaba el Derecho Canónico. Tampoco era amigo de la moral casuista. Tenía especial predilección por la Sagrada Escritura: la historia del diálogo de Dios. Recibió la ordenación sacerdotal en 1936. Ese año escribió este poema, titulado "ansias":

"Me comen mis deseos,
me queman las entrañas...
Deseos de hacer bien a manos llenas,
de sembrar la Palabra
por todos los caminos,
por todas las distancias,
por todos los rincones".


De 1936 a 1954, año en que recibe la ordenación episcopal, han pasado 18 años. El Presbítero Leonidas Proaño era, a la vez e inseparablemente, profesor del seminario menor, capellán de los Hermanos Cristianos, fundador y director del periódico "LA VERDAD", asesor de la Joc y no sé cuántas cosas más: realizar los deseos que le queman las entrañas: evangelizar: todo el Evangelio en toda la vida; y, toda la vida, en todo el Evangelio: (la teología de la misa entera! Para celebrar lo que vivía, vivía lo que celebraba. Por estos caminos de Dios, llegó a ser obispo, sin haberlo buscado nunca. De la humilde Iglesia doméstica, pasó a presidir la Mesa del Señor, esto es, a servir el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía.


II.- OBISPO DE RIOBAMBA, POR GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE

El 26 de Mayo de 1954 recibió la ordenación episcopal en Ibarra e hizo su entrada en Riobamba el 29 del mismo mes. Quién le dio el primer saludo de bienvenida? Nada más y nada menos que un pobre indiecito de los páramos del Chimborazo. Fui testigo presencial de este hecho tan significativo. En un punto llamado "las cuatro esquinas", estaban autoridades para darle el saludo oficial. Formaban una calle de honor los alumnos del Colegio "San Felipe", de los Padres Jesuitas. Apenas llegó a ese punto el carro que conducía al obispo, un pobre indiecito del páramo, sin pedir permiso a nadie, burló la calle de honor, con el sombrerito en una mano y con su ponchito deshilachado sacudido por el viento, se acercó al obispo, quiso besarle la mano. Pero el obispo se adelantó: le dio la mano con una sonrisa de inusitado afecto. El saludo de este hombre anónimo fue: "Por fin, has venido, Taita Amito". Yo presencié esta escena y escuché estas palabras. Todo un signo de los tiempos.

Con este saludo, que parece una especie de "monición de entrada" en una celebración litúrgica, comienza la pastoral del Obispo de los Indios, en la "muy noble y leal ciudad de San Pedro de Riobamba", que se ufanaba de su limpieza de sangre y de su lealtad a la Corona Española.

Y comienza LA BUENA DE LA REVOLUCION DEL PONCHO. Obispo por "gracia de Dios y de la Santa Sede", Monseñor Proaño se sintió crucificado entre dos deudas: una deuda interna para con Dios y una deuda externa para con la Santa Sede. Dios ha querido que la deuda para con El se la paguemos en la persona de los "pequeñuelos de Cristo": ellos son sus acreedores y serán nuestros jueces el día de las cuentas... Monseñor Proaño creyó de su deber dedicarse por entero a pagar esta deuda para con Dios. Los acreedores de Dios, en la Provincia del Chimborazo, son los indios: primero, porque son la inmensa mayoría; segundo, porque, abandonados y explotados no sólo por la sociedad civil, sino también por la Iglesia, han sido los más pobres entre los pobres, desde hace 500 años....

1.- De conversación con mis hijos.

Este es el título de un diálogo que entabla Monseñor Proaño con sus hijos desde el 29 de Mayo de 1955 hasta el 12 de Agosto de 1956, a través de una publicación mensual llamada "Mensaje". Al presentar el primer número, dice que anhela participar en las penas y alegrías de sus hijos. Quiere buscar la compañía de aquellos a quienes ama, enviándoles su mensaje desde el espacio interior en donde duermen los mejores recuerdos y anidan las mejores esperanzas. Narra las visitas que a él le hacen tántas y tántas personas y las visitas que él hace a tántas y tántas personas, de tántas comunidades dispersas por el páramo. Esta es una encantadora muestra de una vida que es diálogo y un diálogo que es vida.


2.- Las homilías de Monseñor Proaño.

Estas sí que son realmente "homilías", conversación familiar del padre con sus hijos y de éstos con su padre, en torno a la fracción del Pan. Ojalá algún día se pudieran recoger en un libro las homilías que están grabadas o están ya escritas. Se parecerían a las homilías de Monseñor Romero. Proaño y Romero son realmente hermanos: revelan el rostro del Padre que está en el cielo y se desvela por los hijos de la tierra.

Vayan aquí dos ejemplos de este diálogo realmente familiar y casero. Un domingo se comentaba el pasaje evangélico de la multiplicación de los panes. El obispo orientaba la reflexión en el sentido de que la multiplicación estaba en los panes que todos pusieron en común...Y una mujercita de uno de los mercados de la ciudad dijo: "Perdone, Señor Obispito, yo creo que Jesús supo multiplicar, pero no ha sabido dividir". Otro domingo, cuando se exhortaba a la solidaridad con Nicaragua, una ancianita intervino así en las preces de los fieles: "Para que los nuestritos no fallen el tiro, oremos al Señor"... Y todos, inclusive el obispo, sonrieron de buena gana, pero no dijeron: "Escucha, Señor, nuestra oración".

Son innumerables las cartas que escribían al obispo muchos oyentes, no sólo desde dentro de la diócesis de Riobamba, sino de otras diócesis, que le escuchaban a través de "Escuelas Radiofónicas Populares". Le llamaban "hermano", "compañero", "querido Leoniditas", "obispo de nosotros", etc. Le felicitan por la colecta que hace para los pobres en la misa dominical. Los pobres dan para los pobres, con su acostumbrada generosidad.

3.- Los programas radiales de los viernes: HOY Y MAÑANA.

Estos programas constituyen un género literario realmente original. Los inició el 20 de Agosto de 1971 y sólo dejó de lanzarlos el 30 de Noviembre de 1979. Los preparaba con singular esmero. Tienen un esquema único. El obispo del diálogo sabía preguntar: hacía preguntas que eran eco de las preguntas del pueblo; pero, sobre todo, sabía escuchar: valoraba la palabra del pueblo, como una especie de eco de la Palabra de Dios. Estos programa tratan de todos los temas: económicos, sociales, políticos, religiosos, en un lenguaje ciento por ciento popular y ciento por ciento cristiano. Parten de unas noticias, se centran en la reflexión comunitaria en torno de algún pasaje bíblico, preferentemente del Nuevo Testamento, y concluyen con unas preguntas. Quienes se interesan más por participar en este diálogo son los pobres, especialmente las mujeres y los indios. El obispo daba tal importancia a la palabra de los pobres, así expresada, que guardabas cariñosa y cuidadosamente las cartas, los papelitos que le enviaban sus interlocutores, con manchas y borrones y, a veces, con palabras que había que saber traducir e interpretar.

Los temas que más interés despertaron son los relativos a los cambios que el Concilio Vaticano II exige a la Iglesia, para ser fiel al Evangelio. La emisora de "Escuelas Radiofónicas Populares" anunciaba así este programa: "PASO DE LA IGLESIA PIRAMIDAL A LA IGLESIA-PUEBLO DE DIOS EN MARCHA, SERVIDO POR LA JERARQUIA". Numerosos programas tratan de la Conferencia Episcopal de Puebla: llevan estos títulos muy elocuentes: del pueblo, a Puebla; y, de Puebla, al pueblo.

4.- Programas radiales acerca de los derechos humanos.

Estos programas merecen una mención aparte. Constituyen un caso, quizá único en nuestra Iglesia ecuatoriana: que un obispo se dedique a comentar los derechos humanos, en diálogo con su pueblo, todos y cada uno de los constantes en la famosa "Declaración Universal de los Derechos Humanos", de 10 de Diciembre de 1848.

El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios: está llamado a realizarse así, teniendo como modelo a Jesucristo mismo. De aquí nacen todos sus derechos y todos sus deberes. A esta luz, se comprende cómo un obispo debe tomar como tarea suya, muy pastoral, ser el defensor incansable de todos los derechos de la persona humana, especialmente de los pobres, de los impedidos de ser hombres por culpa de otros hombres.

5.- Asambleas Cristianas.

Constituyen una evangelización a domicilio. Se organizan sobre todo en cuaresma. Se reúnen algunas personas en la casa de alguna de ellas. A través de la radio, el obispo lee y comenta algún texto bíblico, especialmente del Nuevo Testamento. Hace unas preguntas a los asambleístas, presididos por un coordinador. A la luz de la Palabra de Dios, comentan su propia vida, su compromiso cristiano. Un secretario recoge la reflexión comunitaria y la hace llegar al obispo para el siguiente programa. Esto revela que el pueblo de Dios, especialmente los pobres, tienen hambre de la Palabra de Dios. Al principio, llegaron a funcionar en la ciudad de Riobamba unos 250 grupos. Resolvieron seguir reuniéndose cada semana, pero, poco a poco fueron apagándose tan buenos propósitos.

6.- Educación liberadora.

Todos los escritos de Monseñor Proaño, toda su praxis pastoral es esencialmente liberadora, porque es ciento por ciento evangelizadora. Todos sus libros tienen a una educación en la fe: invitan a un encuentro cara a cara con Cristo liberador. En esta línea está escrito el libro: CONCIENTIZACION, EVANGELIZACION Y POLITICA. El último libro de Monseñor Proaño se intitula "EDUCACION LIBERADORA". Fue publicado en 1993, con ocasión del V aniversario de la muerte-resurrección del obispo del diálogo. En sus 231 páginas habla del HOGAR DE SANTA CRUZ, porque esta casa tiene una historia que contar: la historia de la pastoral liberadora del Obispo de los Indios, la historia de miles y miles de personas que tuvieron la suerte de pasar por ese hogar, en incontables encuentros, retiros, convivencias, cursos, etc. La capilla de esta casa es el corazón de esta casa: "tiene por alfombra unas esteras, por sagrario una choza, por atar un tronco de capulí". (El Mensajero del Corazón de Jesús, Julio de 1972, p. 18).

El Hogar de Santa Cruz, desde 1930 hasta 1974, ha sido, como dice Monseñor Luis Alberto Luna, "una sola hoguera y, en ella, brasas inapagables: el pobre, el diálogo, el Evangelio y Cristo".

7.- La palabra del silencio.

En el obispo del diálogo, el silencio ocupa un lugar muy importante. Sus silencios son muy elocuentes. El silencio es, a veces, la palabra sin palabras, la mejor palabra. Saber callar es una gran virtud, señal de una gran fortaleza. Es un arma que, no raras veces, desarma al adversario. Cuando arreció la oposición de ciertas autoridades civiles contra él y le fueron lanzados insultos y más insultos, se acordó del silencio de Jesús ante Herodes.

Un día un numeroso grupo de exaltados feligreses de una parroquia, invadió la Curia, porque el párroco había descentralizado el servicio parroquial para atender mejor a los campesinos. Hombre y mujeres, llenos de ira atacaron al obispo con toda clase de gritos, de injurias, de desafíos. El se mantuvo sereno. No profirió una sola palabra. Con su silencio, majestuoso y solemne, desarmó a sus adversarios, que tuvieron que ir saliendo uno tras otro, corridos y hasta avergonzados.

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