sábado, 19 de septiembre de 2009

Envío Nº 50: EVANGELIZAR DESDE LOS POBRES (II Parte)

EVANGELIZAR DESDE LOS POBRES II Parte

-entrevista con el obispo de Riobamba-

… Continuación

MISIÓN ABIERTA:
¿Y si alguien le dijera que tal como usted se expresa, parece reducir la misión de la Iglesia y la evangelización a lo socio-político, a lo material…?

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
Yo niego totalmente que sea reduccionismo. (En cambio, ¿quién no conoce un reduccionismo espiritualista, desencarnado?). Yo creo que no caemos en reduccionismo alguno, de ninguna manera. Si hablamos de pecado y de la liberación del pecado que nos ha traído Jesús, debemos tener en cuenta que el pecado anida en el corazón del hombre, ciertamente, pero no sólo en el corazón de cada hombre. Por el hecho mismo de que el hombre es un ser social, busca crear estructuras y sistemas que estén al servicio del egoísmo, de la ambición, del enriquecimiento indebido… Y entonces tenemos estructuras y sistemas y mecanismos de pecado a nivel social. Para nosotros esto está muy claro. La liberación, la Salvación, el Evangelio, necesariamente deben afrontar eso. Por eso, yo digo: la misión de Cristo es mucho más grande, ¿no? Ha venido a salvar al hombre del pecado, pero no solamente del pecado de cada hombre en su vida personal privada, sino también del pecado así instalado en las estructuras, a nivel mundial también. Cristo ha venido con una enorme tarea, que es la tarea que nos compete también a nosotros como Iglesia, como seguidores de Jesús, una tarea digna del hijo de Dios y de la muerte que padeció para salvarnos.

MISIÓN ABIERTA:
Algunos tachan muy fácilmente de «marxista» a quienes tratan de buscar las causas profundas de la injusticia y tratan de «concientizar» a los pobres, a quienes afrontar claramente el tema de la conflictividad social y la lucha de clases… ¿cómo ven ustedes el problema?

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
Pienso lo siguiente a este propósito. Ateniéndome a la palabra exacta que dice la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Teología de la Liberación, diría que hay unos presupuestos que pertenecen a la ideología marxista, como sería el concepto de «hombre», que es diferente en un cristiano o en un marxista ateo, o los conceptos de sociedad o de mundo… que pueden ser distintos también, o el mismo concepto de Dios, aun cuando no se mencione… Pues bien, si un cristiano acepta de antemano estos presupuestos que pertenecen a la ideología marxista, tienen razón que en esos casos hay un peligro grave de perversión del Evangelio, porque al aceptar esos presupuestos se aceptan conceptos e ideas que son contrarias a lo que es esencial a la fe cristiana. Pero si no ocurre tal cosa, si no se aceptan tales presupuestos, sino que simplemente se toman ciertos instrumentos de análisis para ver mejor en qué realidad estamos viviendo –como dije antes- la Palabra de Dios, la luz de la Palabra de Dios, para confrontar la realidad con su Voluntad, y si por otra parte se utilizan esos instrumentos de análisis con lucidez crítica, sin servilismos, con libertad… entonces ya me dirán dónde queda el problema…

MISIÓN ABIERTA:
¿Qué opinión merece la citada Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Teología de la Liberación del pasado mes de agosto?

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
En la medida en que lo ha permitido el tiempo me he dedicado a leer despacio y analizadamente la Instrucción. Pienso que es necesario en primer lugar poner de relieve todo lo positivo que tiene el documento. Quizá la prensa internacional ha puesto el acento solamente en todo lo que el documento tiene de advertencia y ha dejado en la sombra lo positivo. Desde un comienzo la Instrucción hace afirmaciones rotundas sobre el derecho esencial que tiene el hombre a la libertad. Acentúa luego la verdad de que esa libertad, y por lo mismo, la liberación, cuando está inspirada en el evangelio, merece ser atendida, y por eso habla de esperanzas y expectativas de un trabajo semejante. Creo que podríamos extendernos en ese punto, sobre este aspecto. Y más bien hacia el final ofrece el documento una condenación al sistema capitalista, causante de esta situación. Todo esto es necesario ponerlo de relieve. Ahora bien es innegable que la Instrucción tiene como objetivo, si bien no propiamente condenar, sí hacer advertencias.

Yo me sumaría al criterio de Leonardo Boff cuando ha dicho que «no han dado en el blanco». Porque francamente, no nos sentimos aludidos desde ese punto de vista cuando describen la Teología de la Liberación. Yo lo digo por mí mismo. Venimos trabajando desde hace años en esa línea y voy viendo con mis propios ojos cómo gente pobre, muchas veces analfabeta, va levantándose y –como lo dicen ellos- «vamos abriendo los ojos». En cierta manera veo repetirse allí los milagros de Jesús. Porque si Jesús abría los ojos a los ciegos… eso es lo que estamos viendo nosotros ahora. Si Jesús desataba la lengua de los mudos, lo mismo. Este hombre oprimido no era capaz de decir una palabra ante nadie que detentara el más mínimo grado de autoridad, estaba tan oprimido que se mostraba sumamente tímido delante de cualquier otra persona, y ahora ha desatado su lengua y ha expresado una palabra propia de él mismo. «Nuestros pies estaban como amarrados, y ahora ya podemos caminar», dicen. El tullido, los tullidos del Evangelio siguen siendo curados hoy, aquí y ahora, por el mismo Evangelio. Si estamos asistiendo a este fenómeno de fe, ¿cómo vamos a poder decir que todas esas advertencias nos lleven a rectificar esto…? Es imposible, porque eso sería más bien ser infieles al Evangelio.

Yo le doy la razón al Documento de la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe en el sentido de que no faltan ciertamente en el juego de las relaciones, personas –políticos más bien- interesadas en atraerse hacia sí las bases, que las buscan en las comunidades eclesiales de base, presentando las cosas de una manera un poco tergiversada. En este aspecto yo acepto las advertencias que se han hecho en el documento. Pero pienso que el Evangelio, cuando se trata de vivirlo auténticamente, tiene una fuerza mucho más grande, más poderosa que la que se puede extraer concretamente por ejemplo del marxismo. Yo digo muchas veces allá en mi diócesis que como cristianos no podemos permitir que nos gane nadie en el compromiso por liberar al pueblo, de acuerdo con la voluntad de Dios, compromiso que hemos de llevar hasta las últimas consecuencias.

MISIÓN ABIERTA:
La teología de la Liberación está promoviendo un tipo de Iglesia que se desengancha del poder opresor para pasar a inserirse en el mundo de los pobres. Este es el salto cualitativo de la teología de la liberación. ¿Persiste hoy todavía una Iglesia-poder cómplice del poder opresor político?

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
Si, estoy de acuerdo con ese pensamiento: hay una Iglesia-poder desde el punto de vista económico, hay una Iglesia-poder desde el punto de vista de las alianzas explícitas o tácitas con el poder económico y con el poder político de los gobiernos… Sin embargo, este cuestionamiento o interpelación que nace de la vivencia del Evangelio por parte de los pobres, en América Latina y en otras partes del mundo la hacemos con un inmenso amor a la Iglesia. Pensamos que esa Iglesia somos nosotros. Es conmovedor escuchar a los campesinos: «Somos Iglesia». Y si somos Iglesia hacemos esas interpelaciones con un inmenso amor, y en busca de la conversión. ¿Acaso durante el Concilio no hubo tantas oportunidades en las que la Iglesia hizo confesión pública de sus pecados? Creo que es necesario. Y es entonces comprensible que haya en un primer momento reacciones por lo menos de no aceptación de algo que viene como a golpear, a molestar… algo que teníamos olvidado desde hacía mucho tiempo…

MISIÓN ABIERTA:
Hoy hemos leído en la prensa unas declaraciones atribuidas al Cardenal Ratzinger con una valoración muy negativa del postconcilio. ¿Cómo interpreta usted la situación?

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
Ciertamente, sólo he leído lo que la prensa dice hoy al respecto. Habrá que esperar leer el posible documento o texto auténtico. Pero ya de por sí me produce una profunda tristeza el que la prensa nos pueda decir esto. Me produce una gran tristeza que se pueda valorar negativamente el posconcilio, lo cual significaría una descalificación de Pablo VI y de Juan XXIII… Yo pienso lo contrario: que, en todo caso, el pecado que podemos haber cometido sea el de no haber aplicado verdaderamente el Vaticano II. Mucho de su espíritu y aun de su letra está todavía por ser llevado verdaderamente a la práctica. Cuando estábamos en el Concilio veíamos que se abría ante nosotros una nueva era de la Iglesia. La Iglesia despertó en el mundo muchas expectativas, una gran simpatía, mucha esperanza. Adoptó un talante nuevo de apertura, de esperanza. Esto es lo que se está truncando. Si pusiéramos en práctica verdaderamente el Vaticano II, la Iglesia cobraría toda la vitalidad que el Espíritu prometió a la Iglesia en el Concilio y que aún está deseando para ella…

MISIÓN ABIERTA:
Poco antes de su muerte decía Kart Rahner que actualmente estábamos en la Iglesia en una etapa invernal…

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
Pienso que esta hora es ciertamente una hora de fe…

MISIÓN ABIERTA:
Para concluir, ¿qué piensa usted que esperan las Iglesias de América Latina de la Iglesia hermana de España?

Mons. LEONIDAS PROAÑO:
Las Iglesias de América Latina esperamos de la Iglesia hermana de España ante todo el amor a Dios que se manifiesta en el amor al prójimo. Y el amor a los pueblos y a las mayorías pobres se expresa hoy en la «solidaridad». Esta es la palabra. Solidaridad es la forma concreta que reviste hoy el amor a nivel de las relaciones internacionales. Las Iglesias de América Latina pienso yo que esperan de la Iglesia de España esa solidaridad, expresada en mil gestos posibles que todos conocemos, pero expresada también en una acción hacia el interior de la misma sociedad española, como sociedad miembro del primer mundo, para hacer crecer en ese primer mundo, en su mismo corazón, un grito de cambio, una voz profética en nombre de los que no tienen voz, una conciencia crítica que recuerde constantemente que nadie puede tranquilizarse con dádivas o donativos simplemente, si no hace lo posible por transformar las estructuras injustas que fabrican constantemente pobres, para caminar hacia nuevas estructuras sociales de fraternidad, hacia una sociedad más humana, más cercana al Reino de Dios.

José María Vigil y Benjamín Forcano

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