lunes, 25 de octubre de 2010

Envío 130 MONSEÑOR PROAÑO, Testimonio de Nidia Arrobo Rodas en el XXX Congreso de Teología de Madrid III Parte

MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO (III Parte)

Paralelamente con esto, se desató un proceso de involución dentro de la propia iglesia. Medellín suscitó una oposición muy fuerte que Pablo VI no supo controlar. La Curia decidió apagar el espíritu de Medellín y escogieron a Alfonso López Trujillo para realizar su proyecto. “Alfonso López fue hecho obispo, Secretario del Episcopado Colombiano y Secretario general del CELAM por voluntad de la Curia. Desde el CELAM Alfonso López hizo todo lo que pudo para destruir Medellín. No lo logró en Puebla, pero sí con la ayuda de la Curia Romana consiguió crear en América Latina un episcopado nuevo, radicalmente indiferente a Medellín. Alfonso López fue hecho presidente del CELAM y, después, cardenal. La generación de Medellín fue reemplazada por obispos totalmente diferentes.”

Pero no solo se atacó a los líderes del movimiento, sino también a las comunidades eclesiales de base sobre todo por el nuevo CELAM dirigido por López Trujillo. Fueron denunciadas como una Iglesia paralela, acusación asumida por el Papa Juan Pablo II en Puebla y después, de ser comunidades marxistas que propiciaban que el marxismo se apodere de la Iglesia en América Latina. Todo esto coincidió con la aparición de las dictaduras más feroces y sanguinarias de América Latina, especialmente las del cono sur. Esto es, un plan integral que buscó desarticular todo lo que se había conseguido hasta ese tiempo.

Bajo la acusación de que “estaba destruyendo la Iglesia” el CELAM cerró el IPLA para evitar romper los símbolos de la iglesia tradicional, iglesia institución que fue parte e instrumento de los sectores dominantes, de la oligarquía agroexportadora y del poder terrateniente y como tal defendió “sus intereses” generales y participó en sus disputas de poder.

Este fue el inició de la “vida en soledad” de Mons. Proaño en la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y en el CELAM. Pero tampoco fue un período tranquilo. Los sectores del poder político y de la iglesia urdieron acusaciones falsas y por eso estuvo siempre bajo sospecha en Roma, acusado de político y subversivo. La Curia romana instruyó contra él varios expedientes que dieron lugar a la “visita apostólica” para buscar su salida. Nunca pudieron probar nada en su contra ya que fue innegable el gran respaldo de la obra de evangelización y su lucha por la justicia.

“Sueño en la posibilidad de una sociedad nueva” clamaba el obispo rojo, que fue nominado candidato a Premio Nobel de la Paz. Al final de sus días recibió en Ecuador y en el exterior numerosos doctorados “honoris causa”. El, como dije anteriormente, concibió su plan pastoral como la interacción simultánea de la fe y la política. Para la construcción de la sociedad nueva –que nos apremia, decía- requerimos de la formación de dirigentes, seres nuevos comprometidos, organizados y movilizados. Consideró urgente fortalecer las organizaciones allí donde existen y crearlas donde no existen. Con la convicción de que “sólo el pueblo salva al pueblo” promovió y guió la constitución del Ecuarunari, organización regional que lidera los pueblos Kichwa de Ecuador, del MICH, el Movimiento Indígena del Chimborazo y de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) de larga trayectoria nacional y latinoamericana.

En sus últimos año orientó su lucha a la necesidad de conformar un estado plurinacional para alcanzar la autodeterminación de los pueblos indígenas, la garantía de sus derechos históricos, y el rescate de sus valores milenarios considerados como un tesoro capaz de redimir del capitalismo no solo el Ecuador sino el planeta entero. Cuando el cáncer avanzaba en su cuerpo se inmoló por dos grandes causas: la liberación de los pueblos indios con todos sus derechos y porque la Iglesia sea fiel a Jesucristo y al Evangelio.

“TÚ TE VAS PERO QUEDAN LOS ÁRBOLES QUE SEMBRASTE”


Dice el verso de su profético poema escrito antes de dimitir por límite de edad, del Obispado de Riobamba. En esa etapa de su vida, Mons. Proaño empezó a sentirse invadido por una profunda tristeza, pero a la vez de una sólida esperanza. Cuando tuvo una reunión de despedida con dirigentes indígenas les preguntó, ¿Qué pasaría si el Obispo de Riobamba ya no estuviera entre ustedes? Uno de ellos respondió: “no pasaría nada taitiku”. ¿Por qué? volvió a inquirir Monseñor; “porque para eso quedamos nosotros”, fue la respuesta que serenó al amigo.

“Para eso quedamos nosotros” y es verdad, porque a lo largo de estos veinte y dos años de presencia luminosa desde nuestro Padre Dios, Mons. Proaño sigue siendo no solo referente de las luchas reivindicativas de los defensores de los derechos humanos; de activistas sociales, ecologistas; cristianos y cristianas de comunidades eclesiales de base; de artistas; de mujeres, de jóvenes, adultos mayores; niños y adolecentes que van tras otro mundo posible; sino sobre todo de las organizaciones y movimientos sociales e indígenas que vamos tras el camino cierto de la liberación.

Como Moisés, Mons. Proaño, acompañó a su pueblo a la conquista de la “tierra prometida” la que avizoró sólo a la distancia… El primer gran levantamiento indígena de Abya Yala de 1990 -que conmovió las bases mismas constitutivas del Estado Ecuatoriano- se produjo a dos años de su partida. No faltó quienes afirmen que ese levantamiento pacífico que paralizó al país durante diez días, fue por el trabajo del Obispo de los Indios que formó una generación de “indios alzados”.

La década del noventa en Ecuador ha estado preñada de movilizaciones, levantamientos, conflictos; propuestas, y conquistas indígenas tales como la creación de la Educación Intercultural Bilingüe; la legitimación de tierras y territorios; la ratificación del Convenio 169 de la OIT; la inclusión de los derechos de los pueblos indígenas en la Constitución; y, en la presente década logramos consagrar que en la Constitución se incluyan la declaratoria de Ecuador como estado plurinacional; el Sumak Kawsay como eje transversal; los derechos de la Pachamama; el agua como derecho humano y se profundicen los derechos colectivos de los pueblos indios.

“El soñador se fue pero su sueño queda” dice Agustín Bravo su fiel Vicario y desde la Fundación Pueblo Indio del Ecuador, constituida por Mons. Proaño seguimos con paso firme tras sus huellas y fieles a las enseñanzas del evangelio, unidos a los pueblos indígenas de Ecuador en sus luchas por reivindicar sus derechos como pueblos; en la construcción del estado plurinacional que recién empieza; y, en la búsqueda del nacimiento de una iglesia india, sueño postrero del profeta, posibilidad hoy más que nunca amenazada por una institución eclesial que nunca quiso comprender a Monseñor Proaño, ni sus opciones, ni su compromiso. En síntesis, estamos comprometidos en la ejecución del Plan Nacional de Pastoral Indígena formulado por Mons. Proaño con los pueblos indios, y que consta en el encargo testamentario legado a nuestra entidad.

Seguimos, impidiendo el olvido de su memoria. Tratamos de mantener actualizado su mensaje mediante la publicación de sus escritos y la realización de encuentros y talleres nacionales y latinoamericanos. En este último año y para conmemorar el centenario de su nacimiento, hemos presentado la Cantata Escénica “Puka Runa, la revolución del Poncho”, que con la presencia de lo mejor del talento nacional y una combinación excepcional de música, danza, arte y poesía muestra los grandes hitos de su vida y presenta su mensaje liberador.

Nos apremia la realidad actual de los pueblos indios en tiempos de globalización neoliberal, y nos urge la realidad de nuestro planeta azul frente al cambio climático, el modelo capitalista, consumista y depredador; y, la avidez de las transnacionales y nos hacemos cargo el llamado profético del taita: “Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, antes de que la ambición y codicia de unos pocos, convierta a nuestro planeta tierra en una luna muerta, en un cementerio del espacio”.

Hasta el final de su trabajo pastoral, Mons. Proaño siguió fiel a la Teología de la Liberación:

• El Evangelio no es solo el anuncio del cielo, sino el anuncio de una transformación de la vida aquí en la Tierra.

• Las Bienaventuranzas no son el anuncio de un premio en la vida futura para que los hombres acepten su estado de opresión, sino que anuncian un cambio, la conversión.

Y abrió caminos para la postulación de la teología india y la comprensión del pluralismo religioso.

Los signos que anunció fueron los de una transformación que no se haría con milagros, sino por la acción del Espíritu Santo que habita en los pobres.

Su trabajo dio frutos. Se cambiaron las relaciones feudales en el campo ecuatoriano, los indígenas se liberaron de una situación de oprobio, se organizaron, son propositivos y se movilizan. Hoy han logrado una presencia en la vida nacional, como fuerza política y social incontestable.

Cuánta razón tenía el indígena que se acercó al carro de la caravana en la que entraba Mons. Proaño a Riobamba al ser nombrado Obispo y le dijo: “Por fin llegaste taita amitu”. Y es que cuando llegó, ya habían transcurrido más de 450 años.

Madrid, 8 de septiembre de 2010

2 comentarios:

  1. Qué bueno encontrarme con esta página y el homenaje que se le hace a nuestro hermano Proaño, sería interesante saber dónde se puede conseguir el libro de Bellini que recopila las palabras de Proaño

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  2. Con su misma expresión: qué bueno que se acercó al blog de homenaje a Monseñor Proaño, sería interesante que se identifique para poder responder su inquietud.
    Un abrazo fraterno

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