domingo, 27 de junio de 2010

Envío 126: PUKA RUNA, el hombre rojo






Por: Margarita Laso
mlaso@hoy.com.ec


El rojo atraviesa el escenario de principio a fin. Rojo en las manillas y collares, rojo en el sol que tejen los bailarines, rojo en los cantos henchidos, rojo en las luces que calientan la noche andina, rojo en el cuchillo de las sopranos. Se recuerda a Leonidas Proaño, su camino en el Ecuador de los indios, su defensa de los derechos humanos, su vida sacerdotal con ojos en la tierra y corazón en la esperanza de transformación que abrigó a los pobres, su presencia imborrable en el Chimborazo. Leonidas Proaño, nacido en San Antonio de Ibarra, se consagró a la formación de los indios de acuerdo al lema de sus escuelas radiofónicas: "Educar es liberar". ¿Y qué era esta liberación? Tal vez, la alfabetización en quichua; tal vez, la entrega-devolución de tierras; tal vez, la organización popular. Grandes temas del movimiento indígena. Todo esto recuerda la cantata escénica Puka Runa, presentada en el Teatro Sucre hace pocos días. Allí, están la Banda Sinfónica Metropolitana, la Orquesta de Instrumentos Andinos, el coro mixto Ciudad de Quito, el grupo de danza quichua Muyacán, celebrando al hombre de poncho que extiende sus manos serenas en este recuerdo. Allí, orquesta, coros, solistas y actores, César Chauvin, el bajo, Mariela Condo, la soprano, Pedro Janeta, el bocinero, Gregorio Agualsaca, el churero, Juan Sucui, el cachero, trabajan esta minga y zanjan una red líquida de música.


Es que se trataba de que vuelva a la escena en forma artística ese mensaje, ese llamado que fue la vida pastoral y política de un hombre excepcional. Así lo dice Nidia Arrobo.


El compositor, con la batuta al frente, hace uso de las estructuras instrumentales que podrían ser una de las fortalezas de la ciudad actual. Escribe, entonces, algunas piezas de la cantata para soprano, bajo, rondadores y trombones, en la que se encuentran la banda popular y los aerófonos andinos.


Un montaje soñador que reúne a más de 200 personas y nos ofrece nuevos sanjuanes. Al frente, el respeto a la figura de Proaño, de frente el propósito de ser parte de una edificación nueva, el coraje creador, el amor a estas montañas y su música como fundamento. Hay momentos intensos que lamentan el cruel huasipungo. Pero es una fiesta recordar las jornadas alfabetizadoras, la siembra, los brotes de la organización, la inmensa y profunda esperanza que plantó con sus obras este pastor. "Creo en el hombre y en la comunidad. Sueño en la posibilidad de una sociedad nueva."


Puka Runa, de Leonardo Cárdenas, alimenta nuestro cancionero pero, sobre todo, enriquece el imaginario de un mundo ilusionado y posible. Mientras, Mariela Condo despliega para el Ecuador el sendero sonoro de su talento, aquí están indios y mestizos otra vez encontrándose en este trayecto. El poncho de monseñor Proaño se eleva sobre nosotros, mientras los coros afirman este texto suyo: "Compartir los peligros en la lucha, por vivir en justicia y libertad, arriesgando en amor hasta la vida, es solidaridad". Así cantan victoriosos, indios y mestizos, otra vez.

domingo, 20 de junio de 2010

Envío 125 LA CANTATA PUKA RUNA Ileana Almeida (publicado en Diario Hoy de Quito)



La Cantata Puka Runa
Publicado en el Diario Hoy 06/Junio/2010 | 00:06


Por: Ileana Almeida, 
Filóloga y Catedrática Universitaria


¿Qué es lo que se mostró en la Cantata Puka Runa, con que la Fundación Pueblo Indio rindió homenaje a su fundador, el obispo Leonidas Proaño, en el centenario de su nacimiento, para que el público del Teatro Sucre la acogiera con enorme y sincero entusiasmo? La pieza, con el concurso de más de 170 personas en escena, narra la vida del sacerdote que se consagró a convertir en realidad los anhelos indígenas de superar el aislamiento, la pobreza y la expoliación. Cuenta la fascinación que ejercía sobre él la cultura de los quichuas, que a pesar del secular menosprecio de que han sido víctimas han sabido preservar el sentido de la belleza en el alma de su pueblo y la experiencia de la realidad como fuente de su conciencia. “Salvemos las culturas indígenas, decía el obispo de los indios, antes de que sea demasiado tarde, porque ellas conservan los sentidos comunitarios que podrían dar sentido al futuro de todos”.
Alrededor de monseñor Proaño y la comunidad indígena, personajes inseparables en la Historia y en la Cantata, se recrean valores simbólicos y se formulan hermosas metáforas en el lenguaje hablado, en la música, la danza, el canto, la mímica, la escenografía, todo para relatar una saga moderna, que induce a comprender de donde proviene la verdadera justicia. El relato muestra dos culturas diferentes, la quichua y la mestiza, pero el espectador advierte como armonizan en la vida y la obra del prelado. Se escuchan sus palabras sencillas e iluminadoras y como telón de fondo, cantado o hablado, resuena sonora la lengua quichua. La hipocresía de la iglesia oficial, que tanto combatió a Proaño, contrasta con la humilde labor agraria de los comuneros, en acertada interpretación coreográfica. La voz del bajo que canta en español pone contrapunto a la pureza de la soprano quichua.
La interculturalidad es posible cuando hay una actitud sincera, en la obra se recrean rituales antiguos como el tejido de cintas rojas que van modelando el mundo a la manera mítica, mientras se predica el Evangelio de la Teología de la Liberación. Con hábil dominio escénico se representa la vida austera del obispo: una mesa, una ventana desnuda bajo una tenue luz. El conflicto entre el Estado y los pueblos indígenas, que no acaba hasta ahora, se simboliza en la escena del asesinato de Lázaro Condo. Es gran mérito de los realizadores y ejecutantes haber logrado interiorizar y mostrar las posibilidades de proyección futura de los códigos culturales quichuas con la propiedad y solvencia que demostraron en la corta, demasiado corta, temporada que se les asignó. La obra tiene un brillante final: los coros, la orquesta sinfónica y la de instrumentos andinos entonan un himno a la verdad y al amor, en quichua y en español, mientras el poncho blanco que vestía monseñor Proaño, el único escudo que usó frente a los ataques del poder, se eleva a las alturas para significar cuan auténtica sigue siendo la Revolución del Poncho.

domingo, 13 de junio de 2010

Envío Nº 124 PRESENTACIÓN DE LA CANTATA PUKA RUNA


CANTATA PUKA RUNA: PRESENTACIÓN



Como en el universo las estrellas, hace 100 años, en la humanidad, en la justicia, en la fe cristiana y en los derechos humanos, se gestaba una gran luz.


No nació cuando su madre lo trajo al mundo en 1910. Tampoco cuando en 1936 fue ordenado sacerdote y mucho menos cuando el oficialismo eclesial le nombró obispo en el 54. En esos años, ya se estaba preparando. Su luz, esa magnífica luz, nació cuando llegó a Chimborazo un 29 de mayo de 1954 y conoció la miseria, el dolor de la injusticia, el escarnio de la discriminación que vivían, día a día, sus hermanos indios. Él, Leonidas Proaño, juzgó indispensable devolverles el principio fundamental de su condición humana, que había sido usurpado desde hace siglos por los conquistadores y luego por sus sucesores criollos y mestizos: LA DIGNIDAD, y actuó de acuerdo a ello.


En 1960 fundó el Centro de Estudios y Acción Social, CEAS, en el 62 creó las Escuelas Radiofónicas del Ecuador ERPE y la Granja-Escuela Tepeyac de donde más adelante nacería la ECUARUNARI, así mismo constituyó los equipos pastorales y las comunidades eclesiales de base. Debido a estas acciones fue fiscalizado por el Vaticano en 1973 mientras en Chimborazo se convulsionaban los conflictos de tierras, a consecuencia de lo cual el líder indígena Lázaro Condo fue asesinado. Más tarde, en el 76, la dictadura militar ordenó el apresamiento de Proaño junto a otros obispos latinoamericanos acusados de subversión.
La estrella nació verdaderamente cuando Proaño tomó una decisión fundamental, cuando renunció a la tentación de vivir a cuerpo de obispo -príncipe de la Iglesia- y escogió el amor a Dios en el amor al prójimo más despreciado y excluido, el indígena, educando su conciencia a través del alfabeto y del evangelio al que proclamó como el más subversivo de todos los documentos. Entonces la luz de esa estrella estalló en miles de rayos, con plena conciencia, con convicción y con acción.


Taita Leonidas es una estrella y brilla tanto porque vive en los que creemos que su vida fue un mensaje. La Fundación Pueblo Indio del Ecuador y los artistas creadores de la Cantata Escénica Puka Runa, hemos aplicado una de las enseñanzas básicas de Taita Leonidas: los valores comunitarios, la minga, en este caso creativa, para recordar a los defensores y conformistas del sistema, que las estrellas, como la utopía, brillan por una sola razón: señalarnos el camino. La Fundación Teatro Nacional Sucre se ha convertido en el proyector que nos ayuda a mostrarla.
Nidia Arrobo Rodas, la directora ejecutiva de la Fundación Pueblo Indio del Ecuador, nos lleva la delantera en el camino del reconocimiento al pensamiento y trabajo de Leonidas Proaño. Y por eso, Nidia acaba de recibir un premio en La Habana, Cuba, denominado "ROSTROS DE LA SOLIDARIDAD Por ser símbolo e identidad continental en su opción por los pobres y excluidos; en su comunión y esperanza con la liberación de América Latina, dado por El Grupo de Reflexión y Solidaridad "Oscar Romero".


Unámonos todas y todos en un fuerte aplauso de orgullo y felicitación.


Una cantata es una estructura musical que se sostiene en la interpretación cantada y orquestada de varias composiciones. Pero, Puka Runa es una cantata escénica, es decir que, además de sus características sonoras, tiene otras que transcurren en imágenes dancísticas y acciones escénicas, tejidas dramáticamente. En Puka Runa, la dramaturgia es el cimiento para la construcción de los otros lenguajes: la música instrumental y coral, la danza y el teatro.


La Cantata escénica Puka Runa, por último, tiene un subtítulo: La Revolución del Poncho. Diversa con respecto a otras que se dicen revoluciones, la del poncho es una revolución que señala no solamente la reivindicación del Ser Indio y del justo reconocimiento a su cultura y a su aporte, sino también la reivindicación de sus derechos colectivos. Enfoca los valores ancestrales que enfrentan al Pueblo Indio no contra un gobierno ni una coyuntura política específica, sino contra un sistema neocolonial, capitalista, corrupto y perverso que late en el corazón de los pequeños poderes ajenos y propios.


Cuando perdamos el rumbo y no sepamos por dónde seguir, cuando lo que creíamos un camino cierto se convierte en un pantano, entonces levantemos la frente y recurramos a la estrella: cantemos el Credo de Proaño que ahora conoceremos, pongámonos el poncho y bailemos el Puka Runa en comunidad; entonces el camino se aclarará nuevamente.


Niños y niñas, jóvenes y adultos, todos y todas… con ustedes, la Cantata escénica PUKA RUNA… La revolución del Poncho.


Adela De Labastida
23/05/2010