lunes, 18 de octubre de 2010

Envío 129 MONSEÑOR PROAÑO, Testimonio de Nidia Arrobo Rodas en el XXX Congreso de Teología de Madrid II Parte

MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO (II Parte)

Los objetivos de este plan fueron:

1. Trabajar en la edificación de la Iglesia, desde los pobres y con los pobres, para que sea comunidad, Pueblo de Dios, signo expresivo del Reino; y,
2. Aportar todo lo posible a la construcción de una Sociedad Nueva que sea anticipo del Reino de Dios en la Tierra.

Todo este proceso estuvo atravesado por acciones y propuestas creativas y proféticas como la creación de Equipos Pastorales constituidos con misioneros campesinos, animadores de comunidades, catequistas o educadores en la fe, indígenas misioneras; la constitución del Equipo Misionero Itinerante, las Comunidades Eclesiales de Base; la creación del Hogar de Santa Cruz que se convirtió en poco tiempo en el centro donde se promovió la discusión de las tesis transformadoras y alentó el diálogo de los sectores comprometidos con la transformación de la realidad, tanto de Ecuador como de Latinoamérica.

Constituyó el Equipo de Coordinación Pastoral; y definió una “nueva forma” de Ser obispo; un nuevo estilo de formación sacerdotal y una nueva reflexión sobre el Ser y el Hacer Iglesia.

Creó el Instituto de Pastoral Diocesano que bajo la orientación de teólogos latinoamericanos se encargó de la organización de cursos para agentes de pastoral, así como el Centro de Formación Teológica para completar la formación pastoral de los jóvenes aspirantes al sacerdocio, antes de resolver su ordenación al servicio de la Diócesis.

De esta manera preparó los recursos necesarios para enfrentar las dos imágenes prevalecientes desde esa época en la Iglesia Latinoamericana: la Iglesia Conservadora y la Iglesia Modernizada; para dar paso a la Iglesia Pueblo de Dios en Marcha que es la que se vivió en Riobamba.

Paralelamente con esto, trabajó en el proceso latinoamericano, para impulsar los cambios sustanciales en la Iglesia. Fue decisiva su participación en la reunión del CELAM en Medellín en septiembre de 1968, que permitió concretar y poner en “versión latinoamericana” el impulso renovador del Concilio Vaticano II.

La década del 60 fue la década de la efervescencia revolucionaria de América Latina. Se había producido la Revolución Cubana, Camilo Torres, sacerdote guerrillero, había muerto en combate y el Ché, por orden de la CIA, había sido asesinado en Bolivia.

Así estaba el proceso de liberación latinoamericano cuando se produjo la II Conferencia General del Episcopado en Medellín, y su impacto en ese proceso fue enorme. Se partió de un reconocimiento de la realidad declarando que en el continente, la situación es muy dolorosa por la presencia del: analfabetismo, ignorancia, pobreza, miseria, hambre, enfermedades, injusticias, dominación y esclavitud.

La Conferencia de Medellín, en el Mensaje a los Pueblos de América Latina entre otras cosas dijo:
“Como cristianos, creemos que esta etapa histórica de América Latina está vinculada íntimamente a la Historia de la Salvación.

Como Pastores, queremos comprometernos con la vida de todos nuestros pueblos en la búsqueda angustiosa de soluciones adecuadas para sus múltiples problemas.

Creemos que estamos en una nueva era histórica. Ella exige claridad para ver, lucidez para diagnosticar y solidaridad para actuar.

A la luz de la fe que profesamos como creyentes, hemos realizado un esfuerzo para descubrir el plan de Dios en los "signos de nuestros tiempos". Interpretamos que las aspiraciones y clamores de América Latina son signos que revelan la orientación del plan.

Nuestro aporte no pretende competir con los intentos de solución de otros organismos nacionales, latinoamericanos y mundiales, ni mucho menos los rechazamos o desconocemos. Nuestro propósito es alentar los esfuerzos, acelerar las realizaciones, ahondar el contenido de ellas, penetrar todo el proceso de cambio con los valores evangélicos.

Quisiéramos ofrecer la colaboración de los cristianos, apremiados por sus responsabilidades bautismales y por la gravedad del momento. De todos nosotros depende hacer patente la fuerza del Evangelio, que es poder de Dios.

No tenemos soluciones técnicas ni remedios infalibles. Queremos sentir los problemas, percibir sus exigencias, compartir las angustias, descubrir los caminos y colaborar en las soluciones”.

Para el desarrollo de las acciones renovadoras de la Iglesia, en 1969, el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) eligió a Mons. Proaño Presidente del Departamento de Pastoral de Conjunto y desde allí organizó el Instituto Itinerante de Pastoral para América Latina (IPLA) cuyos frutos se esparcieron a lo largo y ancho del continente.

América Latina siguió en una etapa de efervescencia y los movimientos sociales proliferaron. Se dijo que era el continente de la esperanza. Pero la respuesta del poder y del Imperio fue contundente. La política internacional de Nixon y su Secretario de Estado Henry Kissinger si bien dedicada especialmente a Asia, no descuidó Latinoamérica. Las vías democráticas al socialismo se saldaron con oprobiosas dictaduras militares en el cono sur, y en Centroamérica se acentuó la represión en Nicaragua, El Salvador, Guatemala para detener la lucha interna. El espíritu de solidaridad de Mons. Proaño se expresó también con los pueblos latinoamericanos en lucha, mediante la creación del Frente de Solidaridad del Chimborazo, desde donde articuló todo un trabajo solidario, comprometido y de apoyo a sus legítimas causas.

Con esta misma vocación eclesial e internacionalista se solidarizó a nivel eclesial con Mons. Romero con quien trabajó en Puebla. Abrió las puertas de su diócesis para que varios sacerdotes y agentes de pastoral salvadoreños, que habían sido amenazados de muerte, pudieran obtener refugio, continuar su formación y participar de las acciones pastorales.

Luego del asesinato de Mons. Romero, con el obispo Sergio Méndez Arceo, patriarca de la solidaridad, fundó el SICSAL, entidad solidaria con los pueblos en lucha. Sus bases principales, los Comités Mons. Romero se han extendido por todos los continentes hasta llegar hoy hasta Japón y Australia.

Como he señalado, su acción pastoral se desarrolló en una sociedad conservadora, con una clase terrateniente atrasada y que rechazaba la modernidad. Se mantenían aún relaciones feudales en el campo y hasta poco antes, en la compraventa de haciendas se incluían los semovientes y los indios. De allí que trabajar con estos objetivos durante la década de los setenta, fue una fuente de muchos conflictos.

“La Iglesia de Riobamba era dueña de extensiones considerables de tierras, como heredera de sistemas postcoloniales. Era una vergüenza. Pero la realidad era ésa” . Mons. Proaño en su Diócesis, se desprendió de todas las propiedades y purificó así el rostro de una Iglesia, secularmente manchado con la marca de gran propietaria de tierras sobre la base del despojo a sus legítimos propietarios.

Y, así con el rostro limpio, pudo ponerse junto a los `más pobres entre los pobres´ en su justa lucha por reivindicar su derecho a la tierra.”

La entrega de tierras provocó un gran escándalo. En la concepción de las clases dominantes, la propiedad privada era casi un derecho sagrado (querido por Dios) y atacarla era destruir la moral y socavar los cimientos de la sociedad. “Solo un ateo puede pedir que se destruya la base de la sociedad, de la religión y de la Iglesia” señalaban de manera contundente.

En apoyo a su trabajo pastoral, creó las Escuelas Radiofónicas populares, para alfabetizar y concientizar a los indígenas ya que, según decía “Es fundamental educar al pueblo, es indispensable que esta educación no siga siendo una domesticación, sino una promoción del hombre en todas sus capacidades”

Fue inevitable. Los problemas de tierra no tardaron en aparecer en la diócesis. Los terratenientes, fueron protegidos incondicionalmente por el Poder y resguardados por las fuerzas “del orden”. El Estado reprimió con el ejército y la policía la lucha de los campesinos por la tierra. Solo en el año 1974, fueron asesinados varios indígenas, entre ellos los dirigentes Cristóbal Pajuña, el 18 de mayo de 1974 y Lázaro Condo en la hacienda de Toctezinin el 25 de septiembre de 1974.

Así el trabajo de Mons. Proaño pasó inevitablemente del campo pastoral al terreno de la política y el Estado no lo pudo tolerar cuando desafió sus propias estructuras.

La expresión máxima de la respuesta del Estado ocurrió cuando el 12 de agosto de 1976 la dictadura militar de la época allanó de manera violenta el Hogar de Santa Cruz cuando se realizaba una reunión para realizar un intercambio de experiencias pastorales, un ensayo de diagnóstico de la situación de América Latina y buscar las proyecciones pastorales. Los 55 asistentes –entre ellos los 17 obispos- fueron conducidos en buses de la policía hacia la ciudad de Quito y los extranjeros inmediatamente expulsados del Ecuador. Esta no fue una acción aislada de la dictadura. Poco tiempo después se sabría como actuó la CIA y el imperio para “cuidar” que no se alborote su patio trasero. Eran los tiempos en que Henry Kissinger, como Secretario de Estado manejaba la política exterior y atendía personalmente la relación con Latinoamérica.

lunes, 11 de octubre de 2010

Envío 128 MONSEÑOR PROAÑO, Testimonio de Nidia Arrobo Rodas en el XXX Congreso de Teología de Madrid I Parte

MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO

Nidia Arrobo Rodas


“Soy voz que clama en el desierto”

"Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbres a aquellos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los adoctrine y conozcan a su Dios y Creador…?
¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado que estáis no os podéis salvar…"

Este es un extracto del sermón de Fray Antón Montesinos, pronunciado un domingo de adviento de 1511.
Así se iniciaron casi cinco siglos de dominación sufrida por América Latina y así llegamos a una situación sufrida por los indígenas hasta la tercera parte del siglo XX.

Leonardo Boff sostiene que durante la colonia, el trono y el altar, el colonizador y el misionero asumieron un proyecto único y establecieron el nuevo orden político y religioso. Imperó el evangelio del poder, no el poder del evangelio. La estrategia de evangelizar a partir de una posición de poder, prevaleció durante siglos y aún prevalece en el Vaticano y, en cierto modo, también en las otras grandes iglesias históricas. Se trata de una visión imperial de la misión, porque el objetivo consiste en incorporar a los nuevos cristianos a la historia de los cristianos de los países centrales, donde primero penetró el cristianismo.

CONTEXTO:

Mons. Leonidas Proaño, llegó como obispo a una provincia de Chimborazo feudal, racista, de mentalidad medieval. Las clases sociales y los roles muy bien establecidos en la colonia primero y en la conformación de la república después se mantuvieron incólumes: los terratenientes eran los “patrones” y los indígenas “los siervos de la gleba”.

Así fue la expresión de un sistema de dominación que se inició con la conquista, se consolidó con el adoctrinamiento y se solidificó con la colonia.

En Ecuador el proceso fue especial. Según Comblin , producida la independencia, hacia la mitad del siglo XIX se “romanizó” la iglesia en contra de la modernidad. “Se cambió el episcopado colocando en el mismo personas de lucha que concentraron un fuerte poder conservador, lo que dio origen a una fuerte reacción liberal que luego devino en una fuerte reacción conservadora”.

Los sectores dominantes de Ecuador han sido tradicionalmente muy conservadores y no afectos a la modernidad. En 1963, un proceso impulsado desde los Estados Unidos para modificar las relaciones laborales de atraso en el campo fue abortado por la presión de los sectores terratenientes. Recién en el año 1968 se expidió la primera ley de abolición del trabajo precario en la agricultura, que permitía mantener al indio atado a la hacienda de por vida, para tener mano de obra gratuita.

En este contexto apareció la figura de Mons. Proaño y se convirtió rápidamente en un signo de contradicción: iba contra un siglo de anti modernidad.

Fiel al método Ver, Juzgar y Actuar y para definir lo que sería su acción pastoral. Comenzó con el Ver recorriendo la Diócesis y constató, como problema principal, lo mal repartidas que estaban las tierras y que la Iglesia asomaba como rica por las tierras que poseía, entregadas por irrisorios alquileres a los terratenientes.

“La población de la Diócesis de Riobamba, en sus dos tercios, estaba compuesta por indígenas. Encontré que su situación era deplorable, desde todo punto de vista: económico, social, educativo, político, religioso. Vivían en la más completa miseria; eran víctimas del desprecio de todo el mundo; apenas un 8% había pasado por la escuela hasta segundo o tercer grado; por ser analfabetos no eran reconocidos por la Ley como ciudadanos; se encontraban terriblemente marginados por la sociedad e inclusive por la Iglesia. Los derechos fundamentales de este pueblo estaban cruel y permanentemente pisoteados.”

Fue entonces cuando concibió la necesidad de actuar uniendo la FE y LA PÓLITICA. “Hay que caminar con los dos pies: un pie en la Fe y otro en la Política, un pie en el evangelio y otro en las organizaciones populares”. Con estas premisas, comenzó a preparar su Plan Pastoral, incluyendo en el proceso a los propios indígenas.

El juzgar le llevaría a definir las líneas maestras de acción, estableciendo “una comparación entre lo que es y lo que debe ser, entre esa realidad y el Plan de Dios” que implica una actitud de vida de fe profunda y rica, para percibir el Plan de Dios y el deber ser.

Para afrontar la realidad se planteó el “actuar”: “... empecé a buscar caminos de respuesta a los grandes problemas de la gente, particularmente de los campesinos.” En 1954 aún no se reconocía la identidad de los pueblos indígenas y eran llamados campesinos por el hecho de vivir en el campo y, de parte de los poderes, con el deseo de asimilarlos a otros grupos humanos que vivían y viven en el campo. Sin reconocer su identidad tampoco se valoraba su cultura, ni se aceptaban sus valores, peor aún sus derechos históricos, sobre todo el derecho a la tierra. Monseñor descubrirá, poco a poco, que “estos” campesinos son herederos de los pueblos indígenas, primeros pobladores de nuestro Continente, sujetos de derechos ancestrales.

¿QUÉ HACER FRENTE A LA REALIDAD?

La realidad de los indígenas de Chimborazo, desborda cualquier posibilidad racional de comprensión. Mons. Proaño definió el problema del indio como “complejo y formidable”, y según afirmó, “no hay cómo, ni quiero darle soluciones parciales”. Es que desde el principio percibió con claridad que el problema no se arreglaría con soluciones parciales, ni con una acción pastoral aislada de la Diócesis de Riobamba, ya que corría el riesgo de quedarse en una acción asistencialista.

De ahí que tan pronto como es nombrado Obispo decidiera apartarse radicalmente del funcionamiento “constantiniano” de la Iglesia, que en América Latina se sustentaba en el clericalismo, en la connivencia con el poder, dando prioridad al templo, al sacramentalismo, al adoctrinamiento y al proselitismo… antes que la búsqueda del Reino de Dios y su Justicia. Para el control del estado de cosas se configuró el triángulo de poder: el cura, el terrateniente y el teniente político (representante del Estado).

Monseñor Leonidas Proaño participó en el Concilio Vaticano II y aportó, sobre la base de las experiencias de su trabajo en Chimborazo, con sus intuiciones y reflexiones teológico pastorales que fueron claves para los postulados de lo que sería la nueva iglesia latinoamericana.

La fuerza transformadora que la nueva Iglesia recibió con el Concilio Vaticano II impulsó de manera decisiva el empeño de Mons. Proaño por transformar la Iglesia de Riobamba y contribuir a la renovación de la Iglesia Latinoamericana. “Comprendí que la Iglesia debía sufrir una transformación radical, que los obispos debíamos realizar grandes esfuerzos por transformar una Iglesia de imagen piramidal en una Iglesia comunitaria.

Comprendí que los sacerdotes habíamos sido acaparadores de todos los carismas en la Iglesia, que nos habíamos convertido, en vez de servidores, en dominadores del pueblo y que los laicos estaban llamados a jugar un papel preponderante”

Su acción pastoral se desarrolló en tres niveles estrechamente relacionados entre sí, la concientización, la evangelización y la política . Para ello creó equipos de reflexión, de misión, de evangelización, de pastoral, etc., conformados con sacerdotes, religiosos y, sobre todo, laicos,

La Iglesia de Riobamba empezó a caminar conducida por el Plan Pastoral elaborado con la participación activa de quienes fueron miembros del equipo. Esto formó parte de sus convicciones más profundas y lo dejo escrito en la ponencia que presentara en la reunión del CELAM en Medellín: “...en la auténtica Iglesia de Cristo, todos estamos llamados a ser activos, todos servidores, todos constructores, desde el instante y por el hecho de haber recibido el bautismo”.

lunes, 12 de julio de 2010

Puka runa

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